sábado, 1 de septiembre de 2007

El (mal) verano de la Familia Real / Fernando Jaúregui


La Corona, encarnada por Don Juan Carlos de Borbón, sigue siendo, hasta el momento por lo menos, la institución mejor valorada por los españoles, según lo que nos dicen las encuestas. Pero hemos observado cómo, este verano más que en otras ocasiones, se han disparado algunas críticas contra el Rey y su familia, que han recibido cartuchos de sal gorda de una prensa que se llama humorística y perdigonazos más dolorosos, pero menos picantes, procedentes de otro tipo de medios. Al final, y para despedir las vacaciones reales, el muy serio 'The Times' acaba de publicar un artículo que ha sentado como un jarro de agua fría a los 'fontaneros' de La Zarzuela. Porque el artículo asegura, sin más, que la imagen de la monarquía española "se desploma".

Resulta curioso que el diario londinense se fije más en la familia rea española que en la británica, especialmente cuando se celebraba el décimo aniversario de Lady Di, todo un mito que, me parece, ha servido para mantener enhiesto el pabellón de una Monarquía, la británica, llena de tradición, de polémicas y de grietas. Pero el pueblo británico es esencialmente monárquico y parece que está dispuesto a perdonar muchas cosas a los representantes de la institución.

No estoy seguro de que los españoles sean monárquicos (ni republicanos), pero sí sé que el Rey Juan Carlos, con cuantos claroscuros quiera usted poner a su carrera de treinta años como monarca, tiene un enorme prestigio entre los ciudadanos. Dentro de cuatro meses cumplirá setenta años (el Príncipe cumplirá los cuarenta) y no creo que nadie pueda decir que encarna una figura sentada en un trono tambaleante, como podría dar la impresión de la lectura de The Times.

Otra cosa es que la dejadez de varios gobiernos consecutivos, y probablemente de la propia familia real, haya propiciado que la figura del Príncipe, con quien alguna vez he tenido la oportunidad de hablar y quien por muchos conceptos me parece de una extraordinaria validez, no sea lo conocida y apreciada que merece, por más que las encuestas sigan dando al futuro Felipe VI unos índices de popularidad y valoración que para sí los quisieran los representantes de otras monarquías europeas, y no hablemos ya de los líderes políticos. Y tengo la impresión de que el matrimonio de Felipe de Borbón con Letizia Ortiz, una periodista inteligente, que no podría citar a ningún título nobiliario entre sus antecesores, ha caído particularmente bien entre las clases medias españolas, aunque quizá a esos 'monárquicos de toda la vida' la idea puede no haberles gustado tanto.

Creo que el verano tradicional de la familia real va mereciendo ya algunas críticas, entre otras cosas porque las vacaciones del Rey no pueden estar a la altura de las de algún constructor enriquecido, de esos que presumen en las islas con el superyate. Hay evidentes retoques que dar a la imagen del jefe del estado, de su heredero y a la imagen de las relaciones entre todos ellos. No me parece mal que se abra la veda de las críticas a determinados comportamientos, acciones u omisiones de los personajes que componen esta familia: hemos tenido demasiados años turiferarios y silentes. Pero no estoy seguro de que los Príncipes de Asturias o los Reyes, por el mero hecho de serlo, merezcan ser escarnecidos con algo que nada tiene de crítica, y sí mucho de sal gorda, y ultrajados en su dignidad a unos niveles que, si fuésemos las víctimas, nos resultarían insoportables.

Creo que España tiene pendiente, cuando sea, un debate serio y honesto entre las ventajas y desventajas de una Monarquía frente a las ventajas y desventajas de una República. Probablemente, la reforma de un artículo de la Constitución para equiparar los derechos sucesorios de la mujer con el hombre, que es reforma obligada y que exige disolución de las Cortes y posterior referéndum, sirva, cuando sea, de marco a ese debate. Que, por otro lado, me parece que es sano, aunque, como monárquico 'crítico' que me proclamo, no estoy seguro de que en tiempos de zozobra deban hacerse mudanzas de este calibre y menos cuando es evidente que el período de la Monarquía de Juan Carlos se ha movido en un marco de paz, libertad y prosperidad inéditos para los españoles.

Pero, en fin, España, ya lo cantaba Machado, es país de marineros que abandonan la mar para hacer jardines y, cuando están en flor, abandonan de nuevo esas flores para hacerse a la mar. ¿Será que estamos repitiendo una maldición histórica? Bueno, la verdad es que no creo que porque el 'Hola' publique unas fotos, 'El Jueves' una caricatura, El 'Times' un artículo e Iñaki Anasagasti un blog, vayamos a estar en el final de una era. Pero sí es cierto que alguien, donde corresponda, debería tomar alguna nota y poner en marcha algunos retoques.

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