jueves, 24 de enero de 2008

Crisis global: Necesidad de instituciones globales / Ramón Tamames


La situación bursátil a escala mundial seguirá dando mucho que hablar en las próximas semanas, e incluso meses. Y no será inútil recordar la génesis de esta situación, que dentro de los inevitables ciclos —históricamente imposibles de radicar— procede del anterior momento crítico, la exuberancia de la Nueva Economía de los años 2000 y 2001. Cuando se produjo un pinchazo en la burbuja bursátil, ocasionada por el espejismo de las nuevas tecnologías en torno a Internet. Y como botón de muestra, recuerden lo que sucedió con Terra, la filial de Telefónica.

En aquella ocasión, para salir del trance, los bancos centrales, y señaladamente la Reserva Federal de EEUU, promovieron una política de dinero barato. Que redundó en una gran expansión bancaria, no sólo con base en la nueva liquidez suministrada a tipos muy bajos, sino también por el efecto multiplicador de la titulización de grandes paquetes hipotecarios. De la que emanaron a su vez fondos dinerarios teóricamente frescos, para volver a impulsar la oferta crediticia. Llegándose, de esa manera, en la colocación de todo el disponible, a una clientela muy vasta, pero también con niveles de solvencia muy bajos. Lo que acabó conduciendo al fiasco de las subprimes o hipotecas basuras.

Más concretamente, en esa secuencia, al llegar a producirse un crecimiento espectacular de la construcción y de la inmobiliaria, para evitar mayores males por la inflación así desatada, los bancos centrales elevaron los tipos, para enfriar algo la economía. Con el resultado subsiguiente de que con el nuevo precio del dinero, los menos solventes de los hipotecados, empezaron a entrar en morosidades tan esperables como importantes. Otros botones de muestra: el caso de Northern Rock en Inglaterra, o el Sovereing en EEUU.

Inevitablemente, fue produciéndose el contagio del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, seguida de sus efectos bancarios, al resto de la economía. Con la circunstancia de que para aliviar esa situación, especialmente tras las sonadas caídas de bolsa del “lunes negro del 21 de enero de 2008”, nuevamente la Reserva Federal tuvo que ir a una muy fuerte reducción del tipo de interés; situándose en el 3,5, ya por debajo del 4 que mantiene el Banco Central Europeo. Y así, se inicia un nuevo proceso, seguramente preparatorio de la crisis siguiente.

Lo que hemos visto hasta aquí, se relaciona también con el “gran enfermo de la economía mundial”, aunque el paciente en cuestión no se haya percatado de ello, que es EEUU. Porque allí se vive, con base en el señoriaje del dólar, gracias al oxígeno que se les facilita desde fuera, y a otros elementos nutritivos de la misma procedencia. O dicho en roman paladino, si el consumo y la inversión se mantienen muy altos en la economía estadounidense, ello se debe en buena medida a la financiación que se hace desde los bancos centrales asiáticos, que invierten en ese proceso gran parte de sus grandes reservas internacionales de divisas.

Así las cosas, resulta posible que desde Washington DC, en una trayectoria casi surrealista, se emprendan guerras preventivas a un coste brutal —sin que olvidemos lo que significa también en términos de vidas humanas—, al tiempo que se permiten bajar impuestos, y mantener un consumo desquiciado. Todo ello a base de los dólares de fuera, en un ambiente de “ciudad alegre y confiada”, que algún día, no se sabe cuándo, tendrá su fin.

A esa ayuda vía endeudamiento comprando bonos del Tesoro desde Pekín, Nueva Delhi, Tokio o Seúl, se agregan ahora los recursos que están transfiriéndose a EEUU desde los países emergentes asiáticos y otros, vía los “fondos soberanos de inversión”. Con los ingentes activos líquidos que poseen esas entidades estatales, creadas específicamente para invertir en participaciones interesantes de todo tipo. De países como los Emiratos, Arabia Saudí, Kuwait, Singapur o China. Porque conjuntamente sus reservas superan los tres billones de dólares (de doce ceros), con lo cual, en metáfora astronómica, podrían comprar la luna y el sol.

El colofón de la historia, que haremos muy esquemáticamente, consiste en que los emergentes, que antes sólo traficaban en energía o mercaderías, y que tenían un papel muy pasivo sólo a efectos de financiación del Imperio, ahora se encuentran ya en proceso de plena imbricación, para convertirse en sujetos muy activos de toda la financiación internacional, tomando posiciones en grandes bancos, financieras, etc.

Dicho de otra forma, hemos llegado a la globalización financiera en sus aspectos más sensibles. Y por ello mismo, en un puro esquema preliminar, lo que se plantea aquí es la necesidad de tener entidades de gobierno también globales para regular la cosa. O bien aprovechar las existentes, como el Banco Internacional de Pagos de Basilea —el “banco central de los bancos centrales” como a veces se le llama—, que desde hace tiempo, sin haberlo conseguido plenamente, está tratando de establecer, y hacer que se cumplan, lo cual es aún más difícil, reglas (Basilea-II) muy rigurosas a efectos de comportamiento de la banca internacional.

Pero, en cambio, el Fondo Monetario Internacional, FMI, no se ha enterado de que no está cumpliendo su objetivo fundacional. Es decir, que haya un sistema monetario global, en vez de una constelación de divisas, cada una a su aire; con el dólar y el euro como protagonistas, y la libra esterlina, el franco suizo, el yen o el mismo renmimbi, como actores secundarios.

Se quiere decir con ello que si todo se globaliza, también tendría que hacerse lo propio con los medios de pago a escala mundial, para ir a una moneda verdaderamente global. Como ya se planteó seriamente por J. M. Keynes en Bretton Woods en 1944, en circunstancias que no favorecieron su propuesta. Pues lo que se hizo en aquella ocasión fue imponer, simple y duramente, el dólar como único efectivo general, y el Sistema de la Reserva Federal como banco de emisión planetaria. Con el consiguiente dominio del billete verde absolutamente hegemónico hasta la aparición del euro, y con poderes aún muy notables.

Seguiremos en el desarrollo de esta tesis, porque seguramente merece la pena.

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