miércoles, 30 de julio de 2008

La crisis se aguanta mejor en el pueblo / Antonio Pérez Henares

La huida de la crisis está llenando los pueblos. A reventar están este verano. Los que no son “paletos”, ni siquiera de ascendencia, se muerden las uñas de envidia. En realidad se las muerden desde siempre, porque no tener pueblo de origen es una pena, penita, pena.

. Ser de pueblo es tener raíz y paisaje propio más allá de los asfaltos. Eso ha sido siempre así por mucho que se haya intentado aplastar a los paletos con chulerías capitalinas. Puro complejo.

Los pueblos de toda España emergen como la mejor y más apetecida trinchera para una retirada. Desde hace mucho, aunque no quiera ni estudiarse, así viene siendo y su calidad de vida ha mejorado hasta hacerlos deseables no sólo para unas vacaciones sino para establecerse de continuo. El paso cuesta pero cada vez son y serán más quienes lo están dando.

Con el paro al acecho en los extrarradios de las grandes ciudades, la vida rural ya no es precisamente aquella de la que se salía corriendo y en cuanto había la más mínima oportunidad. Claro, que volver no es nada fácil y hacerse allí ahora un hueco bastante más difícil de lo que parece. Regresar a las labores resulta una aventura difícilmente asequible para casi todos y lo de la casa rural tiene ya el cupo muy cubierto.

Pero al menos como refugio veraniego está siendo el mejor clavo al que se están agarrando muchas familias. Para muchos, y desde hace mucho, el mejor por gusto y por principios y ahora para otros por economía. Más barato y hasta con tomates de la mata. Con un poco de suerte, hasta un pariente o un amigo te regala un sobrante de acelgas y pepinos.

No significa que la crisis no golpee a los que allí perseveran en los inviernos. A los ganaderos los tiene machacados y muchos están abandonando explotaciones. Los agricultores están a parecidas con el gasoil pero este año las cosechas de cereal están siendo, y cuanto más tardías mejor, bastante buenas y los precios de cebada y trigo han subido un algo.

Una migaja si se tiene en cuenta lo que a ellos les pagan y lo que se paga luego en los supermercados y las galerías de alimentación urbanitas. Pero un algo, y tras decenios de congelación -los labradores han tenido congelados los precios de sus productos muchos años- la subida supone un respiro.

Un respiro también para quienes este verano es el paréntesis entre un tiempo que ya está difícil y un futuro por septiembre que se presume aún peor. Así que entre gastarse lo que ya no se tiene en un apartamento playero y andar a ramal y media manta para pagar una paella en el chiringuito, nada de extraño ni particular tiene, el que sea legión quienes se hayan decidido por volver al solar de los antepasados a poco que se tenga una puerta allí que pueda abrirse. Más barato va a salir, pero además casi con seguridad les será más placentero. Mas de uno va a “arregostarse” a esta moda.

Porque que quieren que les diga, es difícil de entender, como las multitudes les pueden sacar el jugo a esa inmensa concentración de carnes apretujadas achicharrándose en las arenas costeras. Claro que algo tendrá el asunto cuando tantos lo bendicen. Y ojalá que sigan bendiciéndolo tanto autóctonos como extranjeros. En el turismo está el alivio mayor a nuestros actuales males económicos. Si este se constipa, aviados vamos ya definitivamente.

Pero mientras, no está nada mal que se pongan de moda los paletos.

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