miércoles, 15 de octubre de 2008

El obispo Barrachina será enterrado esta tarde en la concatedral de San Nicolás por expreso deseo testamentario

ALICANTE.- El cadáver del obispo emérito de la Diócesis de Orihuela-Alicante, monseñor Pablo Barrachina, será enterrado esta tarde en la Concatedral de San Nicolás atendiendo a su expreso deseo testamentario, tras un solemne funeral en la catedral de Orihuela en el que participarán varios prelados, según fuentes del Obispado.

Monseñor Pablo Barrachina recibió el marte un largo y respetuoso homenaje de los miles alicantinos que acudieron a su capilla ardiente instalada en la concatedral de San Nicolás. Al toque de difuntos a las nueve y media de la mañana llegó puntual el féretro.

A la puerta de la concatedral de San Nicolás, le esperaba el Cabildo catedralicio presidido por el vicario judicial de la diócesis, Miguel Ángel Cremades. Después de un breve responso en la plaza del Abad Penalva, el cuerpo del obispo difunto fue introducido en la concatedral, donde quedó instalada la capilla ardiente.

Una vez depositado el ataúd en el centro de la capilla, los canónigos oficiaron el canto solemne de las laudes, oración litúrgica de la mañana, que fue ofrecida en sufragio del alma del obispo difunto. Acabados estos ritos, el cabildo de la concatedral se dirigió hacia la nave central donde se celebró la Eucaristía.

Durante toda la mañana fueron miles de personas, sacerdotes, religiosos, autoridades civiles, militares y fieles los que acudieron a dar su último adiós al que fue pastor de la Iglesia Diocesana de Orihuela-Alicante, durante más de treinta y cinco años.

La capilla ardiente permaneció abierta hasta las diez de la noche.

Ayer, a las ocho de la mañana, tuvo lugar el traslado del féretro hacia la catedral de Orihuela donde también permaneció expuesto el cuerpo del obispo fallecido para la oración de los fieles, hasta hoy jueves a las doce del mediodía cuando tendrá lugar la misa exequial presidida por el cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García Gasco, y un numeroso grupo de obispos y sacerdotes.

Una vez conocida la última voluntad de Pablo Barrachina, expresada en su testamento, la inhumación de sus restos mortales será finalmente en la nave central de la concatedral de San Nicolás de Alicante.

Por tanto está previsto que hoy a las cinco y media de la tarde, el féretro volverá a la Concatedral de San Nicolás para su inhumación en la nave central del templo.

Testimonio de Antonio Vivo

Murió "con mucha paz" y dos noches antes el actual obispo, Rafael Palmero, le dio su bendición tras visitarle como cada semana y rezar con él, según señaló al diario "Información" el párroco de la Basílica de Santa María, Antonio Vivo, que ha sido su colaborador más estrecho desde su llegada a Alicante, en 1954, y que ha permanecido junto a él en el último mes y medio.

Vivo, que fue su secretario y familiar a los 27 años de edad, y ocupó varios cargos bajo su etapa en el obispado, se ocupaba de darle misa a diario desde el pasado mes de septiembre, cuando su salud ya se encontraba muy deteriorada, y expresó su dolor por su marcha: "A mí se me ha muerto un padre y me trataba como tal. Conmigo fue enérgico, a veces un poco autoritario, pero también fue un gran humanista. Anoche [por el domingo] le cogí las manos y recé con él un avemaría y me decía 'Antonio, no te vayas, que te quiero mucho'. Ha muerto con mucha paz".

El obispo Barrachina fue un hombre polémico por su interpretación tradicional de la doctrina de la Iglesia, así como por su temperamento enérgico, pero también un hombre entrañable, de costumbres austeras y de vida sencilla, según lo describe el responsable de Santa María, que considera que su personalidad fuerte y sus firmes convicciones le granjearon "cierta antipatía y enfrentamientos" en algunos sectores de la sociedad, lo que le llevó a "no ser bien comprendido" en algunas ocasiones.

Vivo destaca de su persona su "espiritualidad clásica y profunda, fundamentada en Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz; muchas veces decía que era más monje que obispo, de tal manera que había veces que sacaba tres y cuatro horas para la oración".

También subrayó su "gran sentido del apostolado, que dirigía personalmente y organizó la acción católica de hombres, mujeres y jóvenes. Sus convocatorias eran masivas y creó un gran equipo de sacerdotes; el Seminario de San Miguel de Orihuela fue uno de los más numerosos de España". Bajo su ejercicio ordenó a 235 sacerdotes, 205 de ellos diocesanos.

Responsable de la reorganización de la Diócesis, que pasó a denominarse Orihuela-Alicante en 1957 y del paso de colegial de San Nicolás a concatedral por bula papal en 1959, fue también el responsable de construir la Casa Sacerdotal en 1962, con las aportaciones de los fieles y "los préstamos sin intereses que le daba entonces el director de la CAM, Antonio Ramos Carratalá, para pagarlo poco a poco", apunta Antonio Vivo, que recuerda que también fue el impulsor de casi todas las parroquias de los suburbios de Alicante; erigió 63 templos, 31 de ellas en la zona de Alicante.

También instituyó Cáritas Diocesana e inauguró el Teologado Diocesano tras desplazar los estudios teológicos a Alicante en 1969, lo que, junto al traslado de la sede central de la Diócesis a Alicante "le trajo dificultades con el pueblo de Orihuela, aunque él tenía un especial cariño a la Vega Baja, por la sencillez y la cercanía de su gente", añade.

Barrachina fue padre conciliar -participó en el Concilio Vaticano II entre 1962 y 1965- y se convirtió en el obispo con más intervenciones en dicho evento, tras lo cual convocó el primer Sínodo Diocesano en territorio español.

Con esta trayectoria, Antonio Vivo considera que Pablo Barrachina fue un obispo "incomprendido" y lamenta "que Alicante no le haya reconocido la obra que hizo al frente de la Diócesis", tras reconocer que fue un hombre "difícil" que "por sus exigencias evangélicas y sus escritos en defensa de la doctrina de la Iglesia tuvo antipatías, enfrentamientos y distancias.

Nunca se callaba nada, era muy sincero y tampoco era fácil a la superficialidad y a las modas. Era tradicional, quería conservar la tradición, y a veces no aceptaba fácilmente la modernización de la sociedad".

No obstante, el párroco concluye que fue un gran defensor de los sacerdotes y de la gente humilde, "siempre le he visto con la sotana puesta y es el sacerdote más austero que he conocido. Lo que le sobraba lo entregaba al comedor de transeúntes de las Hijas de la Caridad".

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