lunes, 22 de diciembre de 2008

La revuelta política y social / Pablo Sebastián

Dos de las especialidades del presidente Zapatero son la de acumular los problemas y no decir la verdad. Pues bien, después de anunciar la semana pasada en el Congreso de los Diputados que las expectativas de creación de empleo y de recuperación económica se iniciarán a partir del mes de abril del 2009, el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, acaba de declarar que estamos asistiendo a la crisis económica y financiera más grave desde la Gran Depresión de 1929, y que en el caso español vivimos inmersos en una parálisis en la que "los consumidores no consumen, los empresarios no contratan, los inversores no invierten y los bancos no prestan".

Una vez más, el "optimismo antropológico" del presidente se da de bruces con la dura realidad y, además, su vano intento de fuga hacia delante, o de "crear confianza" en vísperas de la nueva "gran depresión", no hace sino provocar mayor desconfianza, porque la realidad desmiente sus propósitos y porque su Gobierno, desarbolado y quemado, carece de credibilidad. Si a ello añadimos su empeño en favorecer, primero, a los sectores más ricos o poderosos de la sociedad, mientras airea un falso e imposible discurso a favor de su pretendida política socialdemócrata, veremos que Zapatero está a punto de unir una importante revuelta social, con múltiples conflictos, a la crisis económica y financiera, y todo ello en vísperas de un semestre con tres convocatorias electorales en ciernes.

A la vista están ya cuatro problemas de gran magnitud: la huelga oculta de los pilotos de Iberia, poniendo patas arriba las vacaciones de Navidad; la revuelta de los estudiantes, de la que la ministra Garmendia anda desaparecida; el horizonte de huelga de los jueces de toda España, enfrentados al soberbio ministro Bermejo y, en muchas de sus reclamaciones, hartos de razón; y la renegociación de la financiación autonómica -que Felipe González había propuesto que se aplazara hasta mejor ocasión-, reabriendo la herida de la insolidaridad interregional, entre Comunidades ricas y pobres, por causa de las injustas pretensiones de los nacionalistas catalanes, que Zapatero espera pactar con Chaves en Andalucía, pero excluyendo al resto de Comunidades, y especialmente a las gobernadas con el PP.

A todo ello hay que añadir el imparable reguero de empresas en quiebra y de despidos masivos, en un momento en el que en Comisiones Obreras se acaba de producir un giro a la izquierda con el nuevo liderazgo de Toxo Fernández al frente de este sindicato, al tiempo que en IU Cayo Lara ha asumido la presidencia de la coalición desde las filas del PCE. Dos hechos que anuncian un giro a la izquierda de ambas organizaciones y la posible salida a la calle de los sindicatos ante lo que consideran desconcierto y una cierta pasividad del Gobierno, y no digamos sus gestiones a favor de ciertos empresarios y "amigotes" y privilegiados, como los dueños de Sacyr en el culebrón de Lukoil y Repsol.

Y por si algo faltara en el escenario político, económico y social, sin duda muy tenso y complicado, Zapatero se dispone a enviar todavía más tropas a la guerra de Afganistán, y está a punto de entrar en un semestre electoral en el que están convocadas dos elecciones autonómicas, en Galicia y el País Vasco, y las europeas del próximo mes de junio.

O sea, se anuncian seis meses política y socialmente exclusivos, en los que ya no caben más mentiras, ni más optimismo, sino la cruda realidad y decir la verdad por encima de todo. Y seis meses que el actual Gobierno no está en condiciones de abordar, de ahí la necesidad de la crisis o remodelación que Zapatero se resiste a llevar a cabo, manteniendo en el cargo a quienes han demostrado su flagrante incapacidad y a quienes carecen de la fuerza y la necesaria credibilidad.

En realidad, estos seis meses van a dar la verdadera medida o talla política de Zapatero, quien sobrevivió a su catastrófica primera legislatura gracias a los errores del PP. Pero ahora su pulso político ya no será con la oposición, sino con el conjunto de la sociedad, que ya empieza a verle la peana al santo de la Moncloa, perdido y desconcertado en su laberinto monclovita y aún empeñado en estirar la sonrisa y no decir la verdad.

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