domingo, 21 de junio de 2009

La hora (mala) de las cajas de ahorro / Enrique Arias Vega

El presidente de Bancaixa, José Luis Olivas, reclama la despolitización de las Cajas de Ahorro, lo cual es una paradoja, puesto que él accedió al cargo tras haber pasado por la presidencia de la Generalitat.

Al menos, en el caso de nuestro hombre se trata de un gestor de probada capacidad, justo lo contrario que Juan Pedro Hernández Moltó, ex portavoz de Economía del PSOE en Las Cortes, que ha dejado hecha unos zorros a la antes saneada Caja de Castilla-La Mancha.

Por eso, el mensaje de Olivas, en el fondo, es muy otro: les está pidiendo a los Gobiernos autonómicos que en esta hora de tribulación económica permitan a las Cajas que se busquen la vida donde puedan, en vez de obligarlas a funciones regionales contra natura.

Lo mismo, con otras palabras, vino a decir hace unos días el nuevo presidente de la CAM, Modesto Crespo, al tomar posesión de su cargo: su entidad y Bancaixa no son complementarias, sino de un perfil similar, por lo que su fusión no conllevaría ninguna ventaja y sí un montón de problemas, incluidos los laborales.

Algo de eso se planteó hace unos años, cuando el entonces presidente de la Comunitat, Eduardo Zaplana, trató de forzar una integración que por suerte se redujo a una inane corporación conjunta de participaciones industriales. Es decir: nada con sifón.

En este momento la cosa resulta aun más complicada, ya que entonces las entidades de crédito duplicaban sus beneficios cada tres o cuatro años cuando ahora, en cambio, están viendo las orejas del lobo: el máximo responsable de las Cajas, Juan Ramón Quintás, prevé una morosidad del 9% para el año que viene, aunque el presidente de La Caixa, Juan María Nin, optimista él, cree que podrían aguantar hasta el 15%.

En cualquier caso, los distintos gobiernos regionales siguen erre que erre. El de Juan Vicente Herrera, en Castilla y León, está forzando una integración a la que se oponen como gatos panza arriba algunas entidades, como la de Burgos. Las dos más grandes -Caja España y Caja Duero- saben, sin embargo, que no pueden sustraerse a tan poderosas intenciones, ni siquiera aunque la consultora Deloitte desaconsejara la fusión. En vez de hacerla caso, la despidieron y ficharon a otro consultor más dócil a los designios políticos.

En su día, Ibarretxe no pudo hacer la integración en Euskadi, poniendo al frente de la Caja unificada resultante al ex lehendakari José Antonio Ardanza, porque se le resistió la vitoriana Caja Vital, en manos del socialista Gregorio Rojo, hermano del presidente del Senado, Javier Rojo.

Por su parte, Manuel Chaves, poderoso jerifalte andaluz durante dos décadas, les hizo la vida imposible a los presidentes financieros díscolos -espionaje incluido-, llegando a echarlos del partido, acosó también hasta su jubilación al cura Miguel Castillejo, presidente de Caja Sur, y sólo aceptó la frustrada fusión de la Unicaja de su correligionario Braulio Medel con CCM por estar asentadas ambas en dos Comunidades socialistas. Por el contrario, cuando Caja Sur se ha acercado a Caja Murcia, su sucesor, José Antonio Griñán, ya ha dicho que nones.

A esta grosera manipulación política es a lo que se opone José Luis Olivas. Él es partidario, como lo era el anterior presidente de la salmantina Caja Duero, Sebastián Battaner, de llegar a acuerdos interregionales con entidades como Ibercaja, CajaAstur,. con las que tener sinergias y no convertirse en obsecuentes bancos centrales autonómicos al servicio del partido político hegemónico de turno.

La legislación de las cajas debe cambiar, pues, para quedarse seguramente en una veintena, en vez de en las 45 actuales. Deben convertirse en entidades más transparentes, como le exige Obama al sistema financiero norteamericano, para evitar así que los impositores crean que suscribir el último invento de obligaciones subordinadas tiene la misma carencia de riesgo que abrir una cuenta de depósito.

Debe cambiar todo, en fin, como decía el protagonista de la novela El Gatopardo, para conseguir que todo siga siendo igual: que se mantenga la necesaria y benéfica obra social y la floreciente y promotora obra cultural.

Si no, lo único que nos llegará al gran público de las Cajas serán esas operaciones tan discutibles como el crédito concedido a Florentino Pérez de 76,5 millones, al coste del euríbor más dos puntos y con tres años de carencia, para poder fichar a Cristiano Ronaldo.

Para viajes financieros tan escandalosos no se necesitan las alforjas de las Cajas.

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