domingo, 29 de noviembre de 2009

El actual alcalde de Polop homenajeó a su asesinado antecesor después de saber que estaba siendo investigado


POLOP.- Un caso de recalificación resuelto con balas de plomo. Si es así, es el epitafio adecuado al periodo de fertilidad rampante que ha sido el decenio del boom inmobiliario en España. Nadie ha escapado a la locura del ladrillo, ni siquiera las faldas del León Dormido, como denominó el escritor Gabriel Miró al accidente montañoso que domina el término municipal de Polop de la Marina, una localidad del interior situada a una quincena de kilómetros al oeste de Benidorm.

Las faldas del león (el monte Ponoig, como lo llaman sus 4.000 habitantes) ya no son tan frondosas como hace años: las urbanizaciones están escalando el territorio y amenazan con rebasar la cota 400 si algunos de los planes del alcalde Juan Cano llegan a fructificar algún día. Pero Cano está hoy en la cárcel como presunto inductor del asesinato de su antecesor, recuerda 'El País'.

Y con el alcalde en la cárcel por una sospecha de asesinato, las cosas cambian en un pueblo donde, hasta hace dos años, nunca pasaba nada. La calma de los vecinos se ha roto. Por un lado, se les interroga a modo de testigos por las relaciones entre el alcalde asesinado (Alejandro Ponsoda) y el alcalde sospechoso (Juan Cano) bajo la presunción de que en un pueblo pequeño se sabe todo.

Por el otro, observan movimientos en la calle, todo sea que cada dos por tres patrullan uno o varios coches de la Guardia Civil o se mueven nerviosos grupos de periodistas con cámara incorporada. Todos preguntan, demasiadas preguntas en un pueblo donde no parecía pasar nada.

La rutina de Polop ha cambiado. Cada mañana, la alcaldesa en funciones despacha una rueda de prensa acompañada de algunos ediles. No dice gran cosa, pero lo repite todos los días para evitarse a sí misma y a sus compañeros el acoso mediático a lo largo de la jornada.

No saben tratar con periodistas y se sienten más tranquilos con esa fórmula. El mensaje de María Dolores Zaragoza es muy sencillo: no sabe nada, apreciaba a ambos alcaldes (el asesinado y el sospechoso) y la gente de Polop es tranquila y trabajadora.

Desde bien temprano hasta muy avanzada la noche, hay cámaras apostadas frente al domicilio de Ximo Montiel, concejal de Turismo. Todo el pueblo sabe el motivo: esperan la llegada de la Guardia Civil para llevarse detenido al concejal, que decidió no salir de su casa en cuanto algunas informaciones apuntaron a su inminente detención. No sale y está asustado, dicen. Toma tranquilizantes para aliviar la espera, añaden sus allegados. Pasan las horas: no llega la Guardia Civil y no se van los cámaras.

Montiel sería el octavo personaje de esta extraña trama, si llega producirse su detención. A primera vista, demasiada gente para un asesinato por encargo. Un inductor, presunto cerebro de la idea, una supuesta reunión que se celebra en el club Mesalina de Benidorm, un local enfoscado en rojo inglés en la salida sur de la ciudad. Allí se decide el encargo. Parece que son testigos del acuerdo el propietario y el gerente del local (un uruguayo que también representa a futbolistas).

Está involucrada otra persona que se encarga de adquirir un par de pistolas. Dos presuntos ejecutores, dos ciudadanos checos que trabajan como porteros de locales de alterne. Y quizás alguna persona más que tuvo conocimiento del escabroso negocio. Total, seis o siete personas. Y en el puzle todavía faltaría alguna pieza, porque allí debió fijarse un precio y se desconoce el origen del dinero pagado a los sicarios.

Demasiada gente para meterle tres balas a Alejandro Ponsoda, alcalde de Polop, un hombre religioso y austero, dedicado al municipio desde los 16 años, cuando ingresó como funcionario en el registro, un político heterodoxo que conocía a todos los vecinos del lugar por su nombre y sus dos apellidos. Un candidato ganador, que sumaba mayorías una tras otra desde 1995.

Es posible que Montiel, el concejal a la espera de ser detenido, conociera algo de lo acordado.

Montiel tiene en su contra su proximidad con Cano. No sólo fueron compañeros de pupitre en la infancia, según recuerdan algunas informaciones de estos días; también compartieron actividad política. Vidas paralelas: Montiel y Cano siempre han coincidido, tanto como concejales como fuera del equipo de Gobierno cuando fueron apartados de las listas para las elecciones de 2003.

Aquel fue un oscuro suceso nunca aclarado: hubo denuncias contra Cano por extorsionar a un constructor, hubo presuntas grabaciones que no terminaron por salir a la luz. La conclusión fue que el partido ordenó alejarlos por algún tiempo. Pero volvieron para adueñarse de la agrupación del PP en Polop. Lo hicieron a pesar de Ponsoda, que era reacio. Y se hicieron con el dominio del partido en la localidad, para imponer su regreso a las listas en las pasadas elecciones. Ambos también han prosperado económicamente y viven en sendos chalés, separados 50 metros uno del otro.

Su enriquecimiento es notorio en los últimos años: el actual alcalde es propietario de varios locales, dos viviendas, dos garajes, un chalé y varias parcelas tanto en Polop como en La Nucia; tiene más de una sociedad a su nombre y una de sus dos hijas estudia en Estados Unidos, en Miami.

Según informaciones, ha suscrito hipotecas en los últimos años por un valor total de 585.000 euros. Una carga excesiva para un sueldo de alcalde o de director de sucursal de la CAM, el puesto que ha desempeñado fuera de sus actividades como edil. Cano fue siempre el responsable de las concejalías de Hacienda y Urbanismo en Polop. Donde se mueve el dinero.

Montiel no le andaba a la zaga. También tiene propiedades entre las que está, según él mismo manifiesta, un hotel en Marruecos y un negocio en ciernes en Costa de Marfil. Mucho para ser un concejal de Turismo en un pequeño pueblo, mucho para quien antes se dedicaba a vender pilas. El Ayuntamiento de Polop cuenta con seis asesores, tres de ellos relacionados con las ocupaciones de Cano y Montiel. Ambos, también, disfrutan de dos prominentes barrigas.

Sin embargo, el reparto de tareas entre estos tres personajes ha estado siempre claro. Ponsoda era el cabeza de cartel, el que ganaba las elecciones a fin de cuentas. Discreto y humilde. Pero ganaba.

Y Cano era el jefe. El que mandaba, acompañado siempre por su fiel Montiel. Cano era extrovertido y déspota. No se privaba de insultar al alcalde en público, como manifiesta Fátima Ponsoda, una de las dos hijas del edil asesinado, que ha roto su silencio de dos años: "Le hacía la vida imposible. Le llamaba inútil en las reuniones y nadie defendía a mi padre porque todos le tenían miedo a Cano".

Fátima afirma que su padre era muy discreto y se callaba muchas cosas. "Antes de las últimas elecciones pensaba en jubilarse y dejarlo. Estaba cansado. No quería presentarse. Ya ve, toda la vida dedicado al Ayuntamiento y el Ayuntamiento le ha costado la vida".

A nadie le extraña la diferente actitud que han tomado Cano y Montiel en el momento en el que las actuaciones policiales han salido a la luz. Cano ha sido fiel a su estilo: retador pero calculador. Extrovertido. Pidió en público que se detuviese a todos los implicados cuando, a partir del 3 de noviembre pasado, comenzaron los primeros arrestos. Cuando ha sido llamado, se ha negado a declarar. Lo contrario que Montiel quien, cuando su nombre apareció entre los sospechosos, se encerró en casa y no parece que vaya a salir si no es acompañado por la Guardia Civil.

Pero hay dos detalles que dan que pensar sobre Cano. Uno, que impulsara un homenaje a su antecesor cuando se cumplían dos años de su muerte. El Ayuntamiento editó una revista conmemorativa y organizó un acto consistente en cinco minutos de silencio. Curioso que se organizara un acto a los dos años y ninguno cuando se cumplió el primer aniversario, que pasó sin pena ni gloria.

Y más curioso es que Cano ordenara este homenaje unos meses después de haber sido llamado a declarar, privadamente y sin publicidad, al cuartel de la Guardia Civil. Cano sabía que estaba siendo investigado desde hace meses. Llegó a cambiar su teléfono móvil. Son detalles que no han trascendido: aparte de homenajear con un año de retraso a su antecesor, Cano se mostró envalentonado en los últimos días.

Como si estuviera muy seguro de sí mismo. O como una huida hacia adelante. La investigación deja abiertas numerosas dudas a pesar de las detenciones. El sumario está secreto y de los indicios o pruebas con los que cuente la Guardia Civil no se sabe nada. Porque nada se desprende incluso de los interrogatorios celebrados, según confirman todos los abogados de los imputados, que muestran su desconcierto. "No conozco los hechos que le imputan a mi cliente. Todo lo que han preguntado son generalidades. Así que no sé nada. Sólo que es sospechoso de un asesinato".

Los autos tampoco aclaran nada. Se deduce de ellos que hubo una conspiración para asesinar al alcalde, pero nada más. No se detalla el grado de participación de cada imputado. Además, la cronología de las detenciones tampoco ha sido la habitual: entre el 3 de noviembre y el 26 del mismo mes. Algunas estaban cantadas.

Ninguno de los afectados ha intentado fugarse ni ha abandonado su rutina de trabajo. Se habla de algún testigo protegido, que podría ser un camarero o una prostituta del local donde supuestamente se celebró la reunión que marcó el fin de la vida de Ponsoda. Y Montiel sigue esperando que llamen a su puerta la Guardia Civil.

Algunos abogados especulan con el comportamiento de la Guardia Civil. "No tienen pruebas y están esperando que algún imputado se derrote", confiese, dice uno de ellos. Pero nadie se movió de su sitio. Ahora bien, la jueza del caso no duda: todo aquel que es llamado a declarar al juzgado de Villajoyosa pasa a "prisión sin fianza". Hable o no hable. Sólo Montiel ha decidido no moverse de casa. Está a la espera.

Mientras tanto, el futuro a corto plazo de Polop depende de las diligencias judiciales. El poder municipal está en cuestión. Gobierna el PP con seis concejales por tres de Gent de Polop, una agrupación independiente, y dos del PSOE. El alcalde está en la cárcel y ha sido apartado de militancia por el PP. Un segundo concejal, Montiel, está a la espera. Dos concejales menos desequilibrarían la mayoría del PP, pero hay mucha gente convencida de que Cano no entregará su acta de concejal. No es su forma de actuar.

Tres balas que mataron a Ponsoda. Nadie se había acordado de él hasta que Cano, el sospechoso, rememoró su figura semanas antes de ser detenido. "Todo el mundo se olvidó de mi padre", dice Fátima: "Ni una llamada por Navidades ni una palabra de aliento de alguien del partido. Incluso su entierro lo pagó la familia, que no digan que fue el partido o el Ayuntamiento. Ni una placa ni una calle a su nombre para quien fue alcalde tantos años".

El caso sigue abierto, pero los investigadores se muestran muy seguros de lo que hacen. Saben quién le puso precio a la vida del alcalde de Polop.

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