martes, 22 de marzo de 2011

Muerte de un periodista / Rufo Gamazo

Ha muerto Félix Morales, todo un periodista y nada más que un periodista. No es necesario añadir que no ha muerto rico; no es la riqueza objetivo vocacional de profesionales honrados sino el afán indeclinable por la obra bien hecha; a ver quién le quita a Félix la satisfacción de millares de amanecidas llevando bajo el brazo el periódico reciente que le había costado muchas horas de insomnio y de nerviosa entrega a un trabajo siempre exigente y apasionante. 

El gran maestro de periodistas Juan Aparicio apreciaba en su amigo Félix el zamorano esencial, honrado a carta cabal y cazurro en el mantenimiento de lealtades y obligaciones. Será cosa de la solera de mi pueblo, bromeaba nuestro paisano; Casaseca de las Chanas no solo es madre de excelentes vinos. Orgulloso del paisanaje, Félix solía ofrecerlos como regalo al amigo distinguido o en prueba de gratitud por atenciones recibidas.
 
Titulado por la Escuela de Periodismo, Félix Morales comenzó muy pronto su impresionante carrera de director de periódicos: «Diario Español», de Tarragona; «Proa», de León; «El Pueblo Gallego», de Vigo; «Información», de Alicante; «Arriba», de Madrid; «La Voz de España», de San Sebastián; «Fe», de Sevilla. En distintos ambientes y situaciones probó su valía al mando de redactores que pronto se dejaban ganar por su comunicativo espíritu de trabajo y su personal y eficaz librillo profesional. Sabía mandar porque conocía el oficio; porque era capaz de hacer lo que ordenaba. Para una Redacción es fundamental saberse bien mandada por un jefe que no admite camelancias. 

En cierta ocasión se me ocurrió como ejemplo de bien mandar, al señor Riviere, prosaico y el más importante personaje de la novela «Vuelo nocturno», en la que Saint Exupery narra la epopeya de los tiempos heroicos del correo aéreo. El piloto que acaba de sobrevolar altas montañas en medio de una tremenda tempestad, se veía forzado a reprimir su natural entusiasmo de héroe ante la frialdad de Riviere, el gerente de la empresa, «que no quiere poemas sino informes». Pues bien, Félix Morales prefería la información directa, escueta, sin circunloquios ni perifollos literarios. Tal vez había hecho suyo el consejo de don Eugenio d'Ors: «No cantes, no comentes; narra, cuenta». 

Sin embargo, Félix Morales acertó a descubrir y promocionar figuras del periodismo literario de gran calidad como el famoso Pedro Rodríguez; y son muchos los profesionales de la noticia que se confiesan agradecidos discípulos del maestro zamorano. No debe faltar en esta apresurada oración fúnebre un dato ciertamente muy significativo que prueba su fama de buen director; al desaparecer la cadena Medios de Comunicación Social del Estado, Félix Morales fue llamado a dirigir diarios de nuevas empresas; los años, los achaques y otras circunstancias le aconsejaron no aceptar. Por creerlo inexcusable deber de lealtad, asumió en estos últimos años la vicepresidencia ejecutiva de la Fundación Francisco Franco.
 
Con la sensible pérdida de Félix Morales Pérez termina una saga brillante de directores de periódicos provincianos: Jesús Vasallo, Molina Plata, Daroca, Sanz Cagigas, Domingo Medrano, Primitivo, Paco Cáceres, Dámaso Santos, Domínguez Isla...; profesionales de vocación entusiasta y varia fortuna, que lograron poner en alza los valores incomparables del periodismo local, quintaesencia de la profesión. Como suele decirse de los grandes deportistas, crearon afición. 

Mi amigo, compañero y paisano Félix Morales me confesaba que a veces creía sentirse llamado por aquella camada de periodistas entusiastas que salieron dispuestos a comerse el mundo. Hoy todos descansan ya del unamuniano «duro bregar» por el que el periodismo se califica.


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