jueves, 21 de julio de 2011

Lo que me une a Camps / Raquel P. Ejerique *

Yo, como Camps, también soy valenciana. Estuve cerca de él un tiempo, cuando más abiertos y limpios he tenido los ojos: era becaria. Por entonces Camps era un posible sucesor, tímido, amante del tenis y muy moreno. El ’bronceado Zaplana’ era uno de los signos de los tiempos y uno de los requisitos fundamentales si querías estar en la pomada. Eso, y los pantalones estrechos y tobilleros. 

Camps era el delfín más anodino, más mediocre, menos simpático. Aún así, el dandy de Benidorm lo apuntó con su dedo. ¡¡¿Campssssss?!! se preguntaron muchos. Esperad y veréis, dijeron otros. Una de las primeras cosas que hizo fue quejarse ante papá Aznar del agujero que había dejado mamá Zaplana en la caja. Muy leal, teniendo en cuenta que la caja y él eran viejos amigos.

Tras esa mirada apocada y tan cristiana (siempre tiene a mano una palma o una rama de olivo que sostener) se esconde el peor y más peligroso defecto de un líder: es cobarde. Recuerdo que ante las preguntas, casi cualquier pregunta, ponía cara de apuro, la nívea camisa se le escurría en el cuello y apelaba a la “valencianía” como argumento irrefutable para que cambiáramos las preguntas con púas por un colchón de plumas. Luego decidió directamente prohibir las ruedas de prensa (como la entrada de cámaras en su última comparecencia). E invertir en algunos medios. 

Camps es líquido en las ideas, viscoso en sus excusas, poco amigo de sus amigos, le critican algunos, en comparación con el que aún llaman “el jefe”, o sea, Zaplana. Nunca le gustó la gente. Siempre con prisa, esquinado, pidiendo auxilio con los ojos a sus asesores. Ha gobernado mucho tiempo encerrado, como un sultán, ha esquivado durante meses las balas, si hace falta con el cuerpo a tierra. Si hace falta poniendo delante del suyo otro cuerpo. Puede mandar a los leones a su brazo derecho y decir luego que ese brazo no era suyo. Ha intentado mantener, como en la fábula, que el rey va vestido. Finalmente ha dimitido. Tan finalmente que por el camino se ha dejado la dignidad en la gatera.

(*) Periodista y directora adjunta de '20 minutos' en su versión papel.

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