sábado, 14 de abril de 2018

Red de favores y una universidad paralela: Álvarez Conde, 'virrey' en la 'Rey Juan Carlos'

MADRID.- "Me ha dicho mi abogado que no hable". Enrique Álvarez Conde no es ya ese tipo dicharachero, algo desaliñado y dispuesto a hacer favores. El catedrático epicentro del caso máster -con permiso de la todavía presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes- ha pasado de ser un personaje clave entre las bambalinas del mundo judicial, capaz de engrasar tribunales de oposición y plazas en altos puestos de la Administración, al ostracismo. De fundar el Instituto de Derecho Público de la Universidad Rey Juan Carlos -un chiringuito, una máquina de hacer dinero bajo su único control- a hundirlo, ya que la universidad le ha suspendido de sus funciones, según El Confidencial.

Para entender su historia hay que remontarse casi al colegio. "Enrique es de Zamora, pero estudió en Valladolid. No sé incluso si interno en el colegio", cuenta una persona que lo conoce desde hace décadas. Nacido en 1952, se licenció en 1974 en Derecho con sobresaliente, según su currículum. 
"Su mentor en Valladolid fue Juan Ferrando Badía, un catedrático valenciano, un tipo extraño, soltero y raro, con fama de hábil que era amigo de Calvo Serer". Enrique no tenía una escuela clara, algo conveniente en la universidad española para obtener una cátedra. Entonces "tuvo que pegarse a la asociación católica de propagandistas, Íñigo Cavero, Óscar Alzaga y gente así, pero no era pata negra de ese sector demócratacristiano, era un poco advenedizo a ese círculo. Tuvo necesidad de buscar apoyo en sectores de la izquierda para sacar la cátedra. Culebreó y se hizo simpático a diestra y siniestra".
Eso es algo que se le da bien. Quienes le conocen cuentan que es simpático, algo desaliñado, amante de la buena vida y nada sectario. "No es de izquierdas pero tiene muy buena relación con todo el mundo. No es pepero, pepero, pepero pero su negocio está claramente en el PP. Aun así, si había que echar una mano a alguien de izquierdas se la echaba. No es ultramontano ni sectario". 
En 1987 obtiene la cátedra en Derecho Constitucional por la Universidad de Valencia. Antes había sido letrado del Consejo General del Poder Judicial y había pasado por las universidades de Alcalá de Henares y Alicante.
Su producción académica es notable -su 'Manual de Derecho Constitucional' de la Editorial Tecnos va por la séptima edición- y cuando en 1996 el PP llega al poder, Enrique ve que ha llegado su momento. Mariano Rajoy es nombrado ministro de Administraciones Públicas y tiene como jefe de gabinete a un joven Francisco Marhuenda (luego profesor de Derecho de la Rey Juan Carlos como le gusta recordar). 
Jorge Fernández Díaz es nombrado secretario de Administraciones Territoriales y este es el que piensa en Enrique. "Rajoy no lo conocía y debe de ser Jorge Fernández Díaz o su hermano Alberto el que se lo coloca como director del INAP", el Instituto Nacional de la Administración Pública, el organismo de la Administración General del Estado responsable de la formación y selección de sus directivos y empleados públicos y es un centro de investigación y publicación en temas de Administración pública.
Desde ese organismo, Álvarez Conde empieza a editar libros colectivos de derecho, a engrasar favores. "En el INAP, en 1998, en el 20 aniversario de la Constitución, hace un libro colectivo titulado 'Administraciones Públicas y Constitución' para el que pide colaboraciones. Además, crea una revista, 'Cuadernos de derecho público'. Como es muy listo se mueve muy bien y hace muchas cosas académicas. Hace favores que luego cobra, como es la perspectiva siempre en el mundo académico", cuenta otra persona que le ha tratado, catedrático de la Rey Juan Carlos que pide el anonimato.
En la Administración, Álvarez Conde no encaja: "Él es lo contrario a un burócrata. Es expeditivo, le dan igual los reglamentos. Es un organismo que maneja unos fondos enormes pero en aquella época todavía más. Tuvo choques con el subsecretario de Rajoy, un gallego de la confianza de Rajoy, un médico llamado Paco Villar. Este le puso la proa porque lo consideró un peligro, no por ser deshonesto sino porque la manera alegre de dirigir un organismo público le debía de poner los pelos de punta: los viajes, los gastos, las contrataciones....".
Tres años después, antes de que termine la legislatura, Rajoy prescinde de él y Álvarez Conde vuelve a la universidad. Se va como catedrático de Constitucional a la recién abierta Rey Juan Carlos. Se trata de un centro creado por el Gobierno de Aznar en Móstoles como un espejo de lo que hicieron los socialistas con la Carlos III en Getafe (aunque con los años la imagen especular se fue deformando). 
Pedro González-Trevijano, hasta entonces catedrático en Extremadura, es nombrado primer rector y Álvarez Conde se pega a él. "Tampoco es su maestro, han tenido tensiones", cuenta una fuente de la universidad. En 2000 crea el Instituto de Derecho Público (IDP), el centro del que casi 20 años después salió el máster falsificado de Cristina Cifuentes. El IDP fue impulsado por González-Trevijano con Gustavo Villapalos de consejero de Educación.
Para el IDP, Álvarez Conde consigue algo muy difícil de lograr: autonomía de gestión y financiera. 
"Este IDP ha hecho cursos de todo tipo, ha montado una revista de derechos fundamentales, proyectos de investigación. La característica es que tiene autonomía de gestión administrativa y económica. No da cuenta a la universidad de ingresos y gastos. Teóricamente el destino de esos fondos no es para enriquecer a nadie sino para sacar libros. En la práctica ha sido una universidad paralela que da cursos o másters de toda naturaleza en la que él administra lo que cobra por las matrículas".
Esa universidad paralela para unos, chiringuito para otros, convirtió a Álvarez Conde en un virrey dentro de la Rey Juan Carlos. Tuvo algún problema como cuando un alumno denunció que se había matriculado en un lo que creía ser un máster de liderazgo político y en realidad lo impartía una academia en un piso en la plaza de los Mostenses, en Madrid. Proliferaron los títulos propios a los que a cambio de ingresar dinero le entregaba el sello del IDP. Aunque tiene dedicación exclusiva monta una empresa para dar cursos y conferencias. Se mueve en el filo de la legalidad, que parece él parece algo sinuoso. Presumía de sus buenas relaciones con la ministra de Defensa y secretaria general del PP, Dolores de Cospedal.
"Ver la memoria del IDP es mareante. Firma cantidad de convenios, acuerdos, subvenciones, publicaciones... y da todo tipo de cursos. Es propio de Enrique. A él le gusta el poder académico y en ese ámbito se mueve bien". Álvarez Conde interpreta las reglas de forma flexible. No tiene problema en acudir como miembro del tribunal cuando su pareja y coautora de libros, Rosario Tur, va a sacar la cátedra en la Universidad Miguel Hernández de Elche.
En el IDP, Álvarez Conde comienza a dirigir las carreras de lo que él llama "sus discípulas". Aunque él es próximo al PP allí entra de todo. Su número dos, recién dimitida como si no supiera nada, Laura Nuño, es de Comisiones Obreras. Cecilia Rosado, una de las firmantes del acta falsa de Cifuentes, fue candidata de Izquierda Unida. Hasta hace días, todas profesaban lealtad a Enrique. Él podía arruinar sus carreras o promocionarlas.
Las relaciones personales siempre han jugado un papel relevante. Álvarez Conde, por ejemplo, fue amigo de Juan Antonio Souto Paz, catedrático de Derecho Canónico y primer alcalde de la democracia en Santiago de Compostela, un tipo muy respetado que dimitió cuando el Gobierno, de su propio partido, negó inversiones a su ciudad. 
Una de sus hijas, Clara Souto, es otra de las discípulas de Álvarez Conde y su firma falsificada aparece en el acta clave que avalaba el máster de Cifuentes. Otra hermana está en el Tribunal Constitucional -donde fue luego González-Trevijano como magistrado a propuesta del PP- de letrada y la tercera es catedrática de Derecho Eclesiástico en la UNED.
Al estallar el caso del máster, Álvarez Conde intentó navegar entre dos aguas. Por un lado salvar a sus "discípulas" y decir que fue él quien les conminó a firmar el acta -"me arrepiento de todo lo posible", declaró a este diario-. 
Por otro trató de salvar a Cifuentes alegando que él le corrigió un trabajo a mano que ella le enviaba por chófer -aunque eso chocara con las explicaciones que había dado la presidenta regional-. Ahora, la Rey Juan Carlos planea disolver el IDP y todos se alejan de él. Las palabras que sostiene que le dijo el rector cuando estalló el escándalo de Cifuentes suenan ahora algo imposible de cumplir. "Enrique, arréglalo".

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