domingo, 13 de mayo de 2007

Putin en el mar Caspio y Cheney en el golfo Pérsico/Análisis internacional

Alfredo Jalife-Rahme

Las dos superpotencias nucleares no ocultan que la carta geoestratégica del momento es el petróleo y la relucen mediante sus movimientos dramáticos en la "guerra energética global".


Dick Cheney, quien puede ser defenestrado por el Congreso, amenazó delirantemente a Irán desde el portaviones USS John Stennis en el golfo Pérsico, la primera región más rica de petróleo del planeta (65 por ciento de las reservas totales), con el fin de impedir la asunción nuclear persa y su "dominio regional", mientras Vlady Putin, uncido por Bajo la Lupa como el zar geoenergético global, "exhibía su musculatura en la región del mar Caspio", como titula el periódico libanés An-Nahar (11-05-07): la tercera región más importante de petróleo del planeta, según las mendaces estadísticas anglosajonas.

En realidad, el Golfo de México (con una superficie seis veces mayor al golfo Pérsico y cuatro veces mayor al mar Caspio) constituye la tercera reserva planetaria a pesar de los ignaros neoliberales "mexicanos", que buscan regalarlo al peor postor trasnacional.

An-Nahar asienta que la visita del zar ruso a su homólogo de Turkmenistán (potencia gasera centroasiática), Gurbanguly Berdymukhammedov, "desafía la influencia europea y estadunidense en la región del mar Caspio". A la visita de Putin se sumó el presidente de Kazajistán (potencia petrolera centroasiática), Nursultan Nazarbayev, con el propósito de construir un gasoducto común en las tres potencias geoenergéticas euroasiáticas.

La visita estratégica del zar ruso coincidió con la cumbre energética en Polonia, donde los europeos buscan construir un nuevo gasoducto que evite a Rusia.

Según la británica BP, Kazajistán posee 3.3 por ciento de las reservas mundiales de petróleo y Turkmenistán 1.6 por ciento de las de gas, cifras que hay que tomar con pinzas debido a la legendaria mendacidad de la trasnacional británica que acaba de sufrir extraños escándalos eróticos en su cúpula.

Rusia no solamente posee las primeras reservas de gas del planeta sino que, además, representa la encrucijada de travesía de gasoductos y oleoductos centroasiáticos construidos desde la etapa soviética.

Lo cierto es que el "nuevo gran juego" de la primera mitad del siglo xxi -como el literato británico Rudyard Kipling bautizó a la batalla entre Rusia y Gran Bretaña del siglo xix por el control de Asia Central y su salida a los mares calientes- se libra entre cinco potencias del mayor nivel para capturar sus enormes reservas energéticas: Estados Unidos, Europa, Rusia, China e India.

A diferencia de los ignaros neoliberales "mexicanos", quienes no entienden, por sus limitaciones consubstanciales, el significado geoestratégico trascendental del petróleo en la fase presente de transformación del nuevo orden mundial, los mandatarios de Turkmenistán y Kazajistán juegan a la geopolítica del petróleo en forma espléndida. ¿Están jugando Turkmenistán y Kazajistán al estatuto de "países-pivote" y a la pluralidad geopolítica con las cinco potencias nucleares que se pelean sus codiciados energéticos?

Porque tampoco se puede soslayar que Estados Unidos sea el principal inversionista en Kazajistán y que Turkmenistán haya invitado a la petrolera Chevron-Texaco a invertir en su ribera del mar Caspio apenas hace una semana.

En vísperas de la estratégica visita del zar geoenergético global a Turkmenistán, funcionarios rusos afirmaron que su país estaba dispuesto a competir con las "potencias internacionales" en la región del Caspio.

An-Nahar ilustra que para el zar ruso la "seguridad energética de sus exportaciones" se ha vuelto vital cuando Rusia depende del gas centroasiático relativamente barato para compensar el lento desarrollo de sus recursos, que si bien son pletóricos, todavía no están disponibles a los niveles deseados para surtir al mercado europeo.

Para Alexander Timoshik, quien entona sin tapujos el himno a la "guerra energética global", el "viaje de Putin a Asia demuestra a Occidente el poder energético ruso" (Pravda, 11-05-07). Pone de relieve que el presidente de Kazajistán tenía planeado asistir a la cumbre europea "antirrusa" de Polonia sobre energéticos y quien prefirió quedarse en la capital Astana para recibir al zar ruso, con quien concluyó tres acuerdos relevantes de cooperación en materia energética, dos catalogados de "escala global" que subsumen que los proyectos son tan importantes como los trayectos de los gasoductos y oleoductos: 1. creación de un centro de enriquecimiento de uranio con la materia prima de Kazajistán y la invaluable tecnología rusa; 2. construcción de un gasoducto trinacional Turkmenistán-Kazajistán-Rusia para conectarse a Europa, acordado en la capital Ashkabat (Turkmenistán), y 3. duplicación del volumen de exportación de 23 a 40 millones de toneladas al año del petróleo de Kazajistán (lo que disminuirá las exportaciones rusas) a Europa, pero mediante el oleoducto del trans-Caspio que atraviesa territorio ruso.

¿Atravesó Cheney el Rubicón del ataque nuclear contra Irán con la amenaza más directa y cercana que haya proferido hasta ahora?

La prensa estadunidense coloca las amenazas del vicepresidente (el verdadero poder tras el trono) en el umbral de una nueva guerra contra Irán, mientras Debka (12-05-07), presunto portavoz de los servicios secretos israelíes del Mossad, asevera que "Cheney alineó a sus aliados del Medio Oriente para la retirada estadunidense de Irak", así como para un "posible (sic) ataque contra Irán". Nótese que es "posible", pero no arguye que sea "probable".

Los coágulos en su pierna recientemente extirpados, ni sus previas operaciones cardiacas, ni su nominación en la lista del anillo de prostitución de "Madam" (sic) en Washington (WMR, 11-05-07) -escándalo esterilizado por los dóciles multimedia-, pueden frenar el delirio bélico de Cheney, quien no se cansa de arengar a sus deprimidos militares, sea en portaviones o en tierra (en Iraq y en Abu Dhabi).

Cheney usa el espantapájaros iraní con la finalidad de vender masivamente armas a los países árabes del golfo Pérsico, en especial, al muy escéptico y aséptico rey saudita Abdalá Bin Abdul Aziz, quien fustigó la "ocupación ilegal de EU en Irak" en la reciente cumbre árabe de Riad.

Nuestras fuentes medio-orientales excelsamente informadas, tanto árabes como persas, nos susurran que nadie (y nadie es nadie) tomó en serio las pueriles bravatas de Cheney, sino todo lo contrario: su amenaza marítima fue tomada como el aviso hermenéutico de una fuga nada graciosa cuando la retirada del derrotado ejército estadunidense de Irak pende del cronograma electoral y depende del Congreso, que no está dispuesto a tolerar más las fantasías bélicas del atribulado vicepresidente ni de sus aliados, los unilateralistas neoconservadores straussianos, vinculados al partido Likud de Israel.

Nuestras fuentes inigualables en Washington nos musitan que Estados Unidos e Irán están por negociar la nuclearización controlada del país persa según el "plan suizo" de un número razonablemente limitado de centrífugas.

Resultado final: Cheney pierde doble, en el golfo Pérsico y en el mar Caspio; mientras el zar geoenérgético global gana en ambas regiones.

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