martes, 28 de agosto de 2007

El verdadero choque de civilizaciones / Leonardo Boff


La expresión «choque de civilizaciones» como formato de las futuras guerras de la humanidad fue acuñada por el estratega fracasado de la Guerra de Vietnam, Samuel P. Huntington. Para Mike Davis, uno de los investigadores creativos estadounidenses sobre temas actuales como los «holocaustos coloniales» o «la amenaza global de la gripe aviaria», la guerra de civilizaciones se daría entre la ciudad organizada y la multitud de ciudades miseria o favelas del mundo.

Su reciente libro Planeta de ciudades miseria (2006) presenta una investigación minuciosa (a pesar de que la bibliografía sea casi toda en inglés) sobre la favelización que se está dando aceleradamente en todas partes.

La Humanidad siempre se organizó de tal manera que los grupos fuertes se apropiaron de la Tierra y de sus recursos, dejando a gran parte de la población excluida. Con la introducción del neoliberalismo a partir de 1980 se dio a este proceso libre curso: hubo privatización de casi todo, una acumulación tan grande de bienes y servicios en tan pocas manos, que desestabilizó socialmente a los países periféricos y lanzó a millones y millones de personas a vivir en la pura informalidad.

Para el sistema, esas personas son «aceite quemado», «ceros económicos», «masa superflua» que ni siquiera merece entrar en el ejército de reserva del capital. Esa exclusión se expresa por la chabolización (N. de la R.: vida en campamentos de tablas y cartones) que ocurrre en todo el planeta a razón de 25 millones de personas al año. Según Davis el 78,2% de las poblaciones de los países pobres viven en barrios de chabolas o favelas o ciudades miseria. (p. 34). Datos de la CIA de 2002 daban la espantosa cifra de mil millones de personas desempleadas o subempleadas que viven en ciudades miseria.

Con la ciudad miseria viene todo un cortejo de perversidades. Como el ejército de millares de niños explotados y esclavizados en Varanasi (Benarés) en la India, que fabrican alfombras, o las «granjas de riñones» y otros órganos especializados (N. de la R.: Para ser transplantados a niños enfermos en los países desarrollados) en Madrás o en El Cairo, y formas inimaginables de degradación, por las que las personas «viven literalmente en la m» (p. 142).

Al imperio estadounidense no le han pasado desapercibidas las consecuencias geopolíticas de un «planeta de ciudades miseria». Teme «la urbanización de la revuelta» o la «articulación de los favelados» en vista a luchas políticas, y han montado un aparato MOUT (Military Operations on Urbanized Terrain: operaciones militares en terreno urbanizado) con el objetivo de entrenar a sus soldados para luchar en calles laberínticas, en las alcantarillas, en las ciudades miseria, en cualquier parte del mundo donde sus intereses estén amenazados. Será una lucha entre la ciudad organizada y atemorizada y la favela enfurecida.

Un estratega dice fríamente: «las ciudades fracasadas y feroces del Tercer Mundo, principalmente sus alrededores favelados, serán el campo de batalla que distinguirá al siglo XXI; la doctrina del Pentágono está siendo reconfigurada en esta línea para sostener una guerra mundial de baja intensidad y de duración ilimitada contra segmentos criminalizados de los pobres urbanos. Éste es el verdadero choque de civilizaciones».

¿Será que los métodos usados recientemente en Río de Janeiro militarizando el combate contra los traficantes en las favelas, con verdaderas ejecuciones, no obedece ya a esta estrategia inspirada por el país del norte? Brasil está entre los países más favelizados del mundo, efecto perverso provocado por aquellos que siempre negaron la reforma agraria y la inclusión social de las grandes mayorías, pues les convenía dejarlas empobrecidas, enfermas y analfabetas. Mientras no se hagan los cambios de inclusión necesaria, continuará el miedo y el peligro real de una guerra sin fin.

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