martes, 7 de agosto de 2007

José Blanco al timón / Carlos Carnicero


Los dirigentes del PSN-PSOE pensaron que la política de hechos consumados era la forma de armar un gobierno con Nafarroa Bai. El espejo no estaba tan lejano. José Montilla aprovechó que el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, estaba volando hacia México para formalizar su gobierno con Ezquerra Republicana. Luego no hubo coraje para echarle el alto. Tal vez Fernando Puras pensó que en agosto, en mitad de la molicie estival, no habría energía para atajar su intento. Pero José Blanco estaba de guardia. No se entiende bien casi nada de lo que ha ocurrido en este proceso de formación de gobierno navarro excepto la claridad de ideas de José Blanco, cuya figura crece en las crisis en la medida que otras se achican. Lo demostró con ocasión del atentado de la Terminal 4 de Barajas y lo ha demostrado ahora. Si el PSOE pierde su concepción estatal de partido para diluirse en un reino de taifas autonomistas, su fuerza de cohesión social y nacional, que es la esencia que define precisamente su naturaleza progresista, quedará inhabilitada para siempre. Pero además, ese abandono dejaría el campo expedito para que la derecha patrimonializara una formulación arcaica de España que haría imposible la realización de la gran reforma pendiente que es la institucionalización constitucional de nuestro país. Un requisito imprescindible para encontrar nuestro sitio en el mundo. Nosotros no tenemos el recurso de la República, que suele ser el recipiente adecuado para contener la grandeza de una nación en la formulación de las relaciones con los ciudadanos. La Corona carece todavía del rodaje necesario para recuperar ese simbolismo que funciona bien en casi todas las monarquías parlamentarias. Nosotros necesitaríamos una monarquía republicana que creyese que este reino tiene las cualidades de una república. Pero para esa encomienda primero hace falta que los españoles seamos conscientes de que lo somos. No es fácil porque enseguida te dice alguien que en Navarra se hará lo que digan los navarros. Y en Extremadura, Baleares o Asturias... ¿quién decide qué se hace? ¿Nos queda alguna tarea pendiente, según estos principios, a los españoles? Creo que José Blanco ha dado un paso decisivo en esa dirección. Lo que interesa a los navarros, al contrario de la tesis que ha mantenido el presidente del Gobierno, nos interesa a todos los españoles. Y así con los vascos y con los catalanes. Para que eso funcione hay que hacerlo sacando pecho. No hay que avergonzarse por no ser nacionalistas. Y además, ni siquiera eso nos serviría para que los nacionalistas nos perdonasen a los que no lo somos. Es simplemente una cuestión de principios y para ejercerlos hay que disponer de ellos.

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