La progresiva integración económica entre España y Portugal desde 1986 como consecuencia del ingreso de ambos países en la CEE al mismo tiempo y la actual crisis económica, recurrente, en el vecino país, producto de desajustes estructurales de difícil abordaje, algunos vienen de los tiempos de la dictadura de Salazar, han hecho resucitar el iberismo de siglo XIX de la mano de plumas tan universales y tan poco sospechosas como la de José Saramago, con la consiguiente reacción de “padres de la patria” portuguesa tan significativos como el ex presidente Mario Soares, que ve claro, pero no lo desea cercano por su nacionalismo subyacente, el siguiente paso en el proceso.
Pero la intuición de Saramago responde a algo más que a la vuelta de los lusos a la situación inmediatamente anterior a 1.640. La osmosis sociológica y económica en el límite norte con Galicia, en la raya zamorana, salmantina, pacense u onubense, es ya total. Hace años que no existe la frontera porque “de facto” somos uno en dos. El mejor horizonte para las nuevas generaciones portuguesas es hoy mucho más Barcelona o Madrid que Bruselas o París. La realidad se está imponiendo a la historia cuando los jóvenes prefieren oír hablar de futuro que de pasado. España se ha llenado también de portugueses. Ese es el punto de la cuestión y no cabe mirar hacia otro lado ahora que a cierta forma de unión política.
Al igual que en España, (el proceso histórico no tiene vuelta atrás y la situación del País Vasco y Cataluña en su seno probablemente también va a conocer otro tipo distinto de dialéctica de relación con el resto porque ya no somos la nación imperial que fundaron los Reyes Católicos), en Portugal, tan nacionalista todavía la mayoría de sus habitantes que vivieron la época colonial, se imponen la otra realidad de las cifras y las fórmulas de salida posibles que, tal vez, no ideales pero probablemente sí de interés para todos.
La integración económica, financiera y energética lusa con su vecino hispano es ya total y ahora, mucho más desde Lisboa que desde Madrid, sí cabe plantearse a medio plazo una unión política “sui géneris” en el marco casi federal que tenemos al este de la Península sin que Portugal pierda identidad, forma constitucional ni estatus internacional. El rey Juan Carlos, por ejemplo, priva entre la clase dirigente republicana vecina, tanto o más que entre la española, tan poco monárquica la de aquí como “juancarlista” desde 1981 pese a las lógicas y deseables críticas excepciones a la regla.
Hay hasta quien ha llegado a pensar que ese proceso que apunta por el oeste condicionaría para bien la futura e incierta relación interior de catalanes y vascos con el resto de los españoles al plantear los portugueses un sistema de asociación política que reforzase la posición general de la Península Ibérica dentro del marco de la Unión Europea, al tiempo que pondría en mejor camino de solución, satisfactoria para España, el contencioso de Gibraltar, afianzase Ceuta y Melilla y, posiblemente, modificaría a favor peninsular la actual relación jurídica con una Andorra mucho más catalana que francesa.
Como se ve, todo está en movimiento y volver la vista atrás, hacia la estéril rivalidad entre castellanos y portugueses, sólo puede conducir a la paralización bíblica cuando lo realmente cierto es que ya venimos compartiendo destino conjunto en la OTAN, en la UE y en las no menos importantes regulares “cumbres” iberoamericanas desde hace un cuarto de siglo.
Cuando un Portugal de tan solo diez millones de habitantes nota la necesidad ineludible de ser algo más para salir del furgón de cola de “los 27” y parte de sus intelectuales vuelven a ver en el vecino la mejor opción posible de asociación estratégica para una mayor velocidad dentro de los parámetros comunitarios europeos, una primera aportación de Saramago a la idea de la Unión Ibérica habla de un Parlamento conjunto (¿por qué no en Coimbra o Salamanca?) con representación de los partidos portugueses y españoles. Y de mantener la identidad y actual organización política de España y Portugal cuando el siglo XXI nos va a deparar a los dos países transformaciones sustanciales sobre los procesos nacionalistas del XIX y naciones hermanas, como Méjico y Brasil, van a ver aumentar su influencia neta en el escenario internacional.
No es, pues, nada de extrañar que los dos estados modernos más viejos del Mundo, los lusos antes que los hispanos, ojo, tomen la iniciativa y alcancen conjuntamente una mayor dimensión para poder mantener el germen que les dio sentido existencial hace más de quinientos años, afrontar unidos los retos constantes de la mundialización y ofrecer las respuestas ibéricas que exigen las consecuencias sociológicas y económicas del avance vertiginoso de las nuevas tecnologías de la comunicación. Esa es la clave.
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El ex presidente de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Heribert Barrera, pidió ayer un cambio en la dirección del partido y que sus actuales líderes políticos, Josep Lluís Carod-Rovira y Joan Puigcercós, dejen sus cargos después de tres años de «supeditación» a los socialistas y del «desprestigio» que ha supuesto el tripartito en la Generalitat. En declaraciones a Catalunya Ràdio, Barrera exigió una rectificación en la estrategia del partido y, en este sentido, indicó que el camino es el «cambio» en su dirección.
ResponderEliminarBarrera, que también fue ex presidente del Parlament de Catalunya, dijo que ve con «simpatía» al sector crítico de Reagrupament.Cat, liderado por Joan Carretero, a quien le deseó suerte dentro del partido. Barrera matizó además que ha detectado en el secretario general de ERC, Joan Puigcercós, parece que quiere «tomar otra actitud» pero, en cualquier caso, ésta será «difícil de aceptar» justo antes de unas elecciones generales.
El antiguo dirigente republicano tildó de «desprecio absoluto» la actitud que ha tenido el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con Esquerra. Además, lamentó que durante los últimos tres años, el partido republicano se dedicó a «votar todo lo que quería Zapatero a cambio de nada». Además, en la entrevista, Barrera aseguró que el gobierno tripartito ha sido una «experiencia negativa» tanto para el partido como para los intereses de los catalanes, y añadió que lo conveniente habría sido que no se hubiera llevado a cabo.
Ninguna alternativa
Después de que señalara de que actualmente no hay ningún político que le guste como posible presidente de la Generalitat, Heribert Barrera matizó que le gustaría que fuese de Esquerra Republicana, aunque no se decantó ni por Carod Rovira ni Puigcercós. El ex presidente del Parlament también hizo mención al apagón eléctrico que sufrió Barcelona, a las averías de Renfe y el caos en el aeropuerto de El Prat y en las autopistas. Barrera apuntó que lo que ocurre es «normal si consideramos que en realidad el propósito de los gobernantes españoles siempre ha sido hacernos desaparecer», en alusión a los catalanes.
Para Barrera, España trata a Catalunya como una 'colonia' y existe una voluntad de fortalecer Madrid y la estructura del Estado y asimilar y debilitar a los catalanes. Respecto la situación del catalanismo político, el ex presidente de Esquerra consideró que se encuentra en una situación de «grave crisis», a partir del momento en que, entre siete millones de habitantes, «los que hablamos catalán somos una minoría, y los que tienen los cuatro abuelos catalanes son una 'rara avis'»