VALENCIA.- El cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, señaló hoy en su carta pastoral de esta semana que la tarea del político es "servir al bien común y custodiar, proteger y fomentar sus valores fundamentales", y "nunca será justo construir artificialmente una cultura atea, una sociedad sin referencias religiosas".
En su carta, el purpurado defendió que el bien común es lo que da "el sentido principal" a la acción política. "No bastan las frases bonitas, los eslóganes y las promesas", porque los electores "saben distinguir perfectamente qué políticos están apoyados por hechos que benefician a todos y quiénes se representan a sí mismos, o a una facción ideológica de la sociedad".
Para el cardenal García-Gasco, "la mejor educación en las virtudes cívicas no se identifica con la imposición más o menos sutil de la ideología que acompaña a un gobierno", sino con el compromiso "eficaz y perseverante" por conseguir que los derechos humanos sean "para todos y especialmente para los más débiles y necesitados".
En su carta, titulada 'Servir al bien común', el purpurado mantuvo que "cuantas más personas se muevan en pro de los derechos y de la dignidad de la persona humana, mejor democracia". Por el contrario, "cuantos más ciudadanos se escuden en las libertades públicas para agredir a los que no piensan como ellos, más nos alejamos de la verdadera democracia".
Igualmente, se refirió a los candidatos y les recordó que son "el espejo en el que los ciudadanos se miran en espera de ver confirmados los valores humanos y políticos deseados" y les recomendó que tengan "muy presente" que su conducta es un "lenguaje de educación ciudadana, a veces más elocuente que los gestos mediáticos o las frases de impacto calculado".
Por otra parte, resaltó el criterio ético en la tarea de los políticos y aseguró: "a pesar de los golpes de efecto que se pueden conseguir con los artificios propios de una sociedad mediática, nada puede borrar la responsabilidad ética y social del cometido político".
La propia campaña electoral "es una oportunidad para presentar un escenario de educación en valores", según el purpurado, que vaticinó que "mal les irá a los programas y las propuestas que estén guiados por rencillas, oportunismos o gestos de estrategias mentirosas, más allá del instante efímero de gloria mediática". Por ello, el político "ha de expresar un profundo respeto hacia un electorado que pide a sus representantes coherencia y dignidad a la hora de dinamizar la vida comunitaria", dijo.
Finalmente, expresó que la Iglesia católica "quiere contribuir a la renovación de los valores verdaderamente democráticos y aportar su convicción de la primacía de los valores espirituales sobre los materiales". De este modo, el "juego democrático no coincide con la búsqueda de victoria electoral a cualquier precio", sino en la convivencia desde el "pleno respeto de la dignidad", según el ideal de que "todos los derechos sean para todos", apostilló.
En su carta, el purpurado defendió que el bien común es lo que da "el sentido principal" a la acción política. "No bastan las frases bonitas, los eslóganes y las promesas", porque los electores "saben distinguir perfectamente qué políticos están apoyados por hechos que benefician a todos y quiénes se representan a sí mismos, o a una facción ideológica de la sociedad".
Para el cardenal García-Gasco, "la mejor educación en las virtudes cívicas no se identifica con la imposición más o menos sutil de la ideología que acompaña a un gobierno", sino con el compromiso "eficaz y perseverante" por conseguir que los derechos humanos sean "para todos y especialmente para los más débiles y necesitados".
En su carta, titulada 'Servir al bien común', el purpurado mantuvo que "cuantas más personas se muevan en pro de los derechos y de la dignidad de la persona humana, mejor democracia". Por el contrario, "cuantos más ciudadanos se escuden en las libertades públicas para agredir a los que no piensan como ellos, más nos alejamos de la verdadera democracia".
Igualmente, se refirió a los candidatos y les recordó que son "el espejo en el que los ciudadanos se miran en espera de ver confirmados los valores humanos y políticos deseados" y les recomendó que tengan "muy presente" que su conducta es un "lenguaje de educación ciudadana, a veces más elocuente que los gestos mediáticos o las frases de impacto calculado".
Por otra parte, resaltó el criterio ético en la tarea de los políticos y aseguró: "a pesar de los golpes de efecto que se pueden conseguir con los artificios propios de una sociedad mediática, nada puede borrar la responsabilidad ética y social del cometido político".
La propia campaña electoral "es una oportunidad para presentar un escenario de educación en valores", según el purpurado, que vaticinó que "mal les irá a los programas y las propuestas que estén guiados por rencillas, oportunismos o gestos de estrategias mentirosas, más allá del instante efímero de gloria mediática". Por ello, el político "ha de expresar un profundo respeto hacia un electorado que pide a sus representantes coherencia y dignidad a la hora de dinamizar la vida comunitaria", dijo.
Finalmente, expresó que la Iglesia católica "quiere contribuir a la renovación de los valores verdaderamente democráticos y aportar su convicción de la primacía de los valores espirituales sobre los materiales". De este modo, el "juego democrático no coincide con la búsqueda de victoria electoral a cualquier precio", sino en la convivencia desde el "pleno respeto de la dignidad", según el ideal de que "todos los derechos sean para todos", apostilló.
La búsqueda espiritual también debe ser algo voluntario y no impuesto desde la niñez. Si tan inherente es la búsqueda de dioses por parte del hombre, por qué bautizar a los críos cuando tienen dos o tres meses y no a los 30 años, como uno de los profetas más conocidos de una de las religiones más practicadas en España?
ResponderEliminarLos ateos, monseñor, también tenemos valores. No pretenda equipararnos a todos con Stalin, Pol Pot o Mao, igual que los ateos intentamos no equiparar a todos los cristianos con la Santa Inquisición, aunque algunos jerarcas de la iglesia española ciertamente se lo merecen.