lunes, 10 de marzo de 2008

La guillotina está lista en el PP / Pablo Sebastián

Las primeras cabezas que podrían rodar en el Partido Popular, a partir de hoy mismo, podrían ser las de Acebes y Zaplana, para que aúllen con todas sus fuerzas las bases desencantadas del PP, y como una pequeña y tardía venganza de Rajoy con sus más desprestigiados conspiradores, a los que dio cínicamente las gracias desde el balcón de Génova, como Judas besó a Jesús en el Huerto de los Olivos.

De ser así, una vez engrasada la guillotina del PP, la cabeza de Rajoy no tardaría en caer en el cesto en compañía de otras de su equipo, donde sus fieles, como Pío García Escudero y Soraya Sáenz de Santamaría, podrían ocupar, de momento y hasta el Congreso del partido, los cargos que dejarán tras de sí Acebes y Zaplana, por los que, en todo caso, y pase lo que pase hoy en el Comité Ejecutivo del partido, nadie da un euro.

Las miradas del PP están puestas en Mariano Rajoy, y en la necesidad de celebrar, lo antes posible, un Congreso de este partido que asuma la derrota de las elecciones generales y provoque un vuelco en su dirección y deriva estratégica e ideológica con el objetivo de afrontar los cuatro largos años de oposición que tienen por delante.

La primera cita estará hoy en la Comisión Ejecutiva del PP, camino de la Junta Directiva Nacional, y desde ahí hacia el Congreso del partido, que Rajoy debió haber convocado a los pocos días de su exigua victoria, pero victoria, en las elecciones municipales.

Pero, como la liebre soberbia y confiada, se durmió en los efímeros laureles y dejó que el acorazado quelonio del PSOE recuperase el aliento y cruzase la línea de la meta en el primer lugar, marcando la misma distancia sobre el PP que ya había conseguido en el 2004.

Si a Rajoy se le ha pasado por la cabeza intentar permanecer al frente del PP se equivocará por enésima vez. Y no le servirá de nada porque, en ese caso, tendrá un pésimo final a manos de sus propios compañeros, entre los que figuran todos aquellos a los que ha dejado, intencionadamente, fuera del Congreso de los Diputados para evitar adversarios incómodos en caso de que su derrota hubiera sido más discutible y no tan evidente como la del pasado domingo.

Ahora a Rajoy, a lo más, le toca gestionar sus propio entierro político, y puede que ni siquiera eso si, como debiera y ya se rumorea, utiliza los órganos y las facultades que le otorgan los estatutos del PP para proceder, inmediatamente, a una renovación de la Secretaría General, donde Ángel Acebes no debería de seguir un minuto más, así como en la Presidencia y los portavoces del Grupo Parlamentario del Congreso de los Diputados, donde, entre la hojarasca del equipo saliente, aparecen como personas con cierta entidad Manuel Pizarro y Esteban González Pons.

Aunque de todos es sabido que para la Secretaría General —al menos hasta el Congreso del PP— Rajoy preferiría a Pío García Escudero, y para los cargos de portavoces del Congreso a Soraya Sáenz de Santamaría y Ana Pastor. Porque lo que no sería de recibo, ni un buen trago para el propio Rajoy, sería que llegara a la moción de investidura de Zapatero con el cese pendiendo sobre su cabeza, y acompañado de Acebes y Zaplana en la primera bancada de la oposición.

En cuanto a la celebración del Congreso, existen dos opciones a la vista. La de larga duración que promueve el equipo de Rajoy, pretendiendo ganar tiempo hasta el otoño, a ver si desactivan el efecto de la derrota y pueden seguir. Una opción en la que a lo mejor coincidirían con los grandes gurús maquinadores del PP, Aznar aquí incluido. Los poderes fácticos que, desde la tramoya, buscan tiempo para ordenar los cordeles enmarañados de sus títeres preferidos. Y por otra parte están los que, con premura, le exigen a Rajoy un Congreso inmediato del PP, antes del verano, que les garantice la renovación.

Palabra mágica la de “renovación” que no se sabe bien si significa que debe haber un relevo generacional y de dirigentes, o simplemente de personas, para dar paso a los barones del PP que llevan mucho tiempo esperando su oportunidad: Aguirre y Gallardón (si es que el alcalde insiste en seguir en la porfía). E incluso Rato, quien podría estar a la espera de ser aclamado y llamado por las bases y los cuadros del PP, y puede que también Pizarro, que tiene butaca de patio en el hemiciclo del Congreso.

Y no sabemos si algún cachorro crecidito, como el propio González Pons, o el mismísimo Camps, por más que el valenciano parece muy lejos de las intrigas de la capital. Vamos a ver cómo se inician los festejos del PP y si en la reunión de hoy empiezan a rodar cabezas de una vez, o todos siguen tan encantados de estar en semejante situación.

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