Se abrazó a él su mujer, Viri, y él de pronto sintió que se estaba liberando en la derrota de otros abrazos.
Y esa sensación ha ido haciéndose cuerpo, concreción y hasta una cierta sonrisa sardónica y gallegaza según avanzaba la semana. Su primera derrota ni fue suya, fue del 11-M, de un sucesor a dedo, ungido para ganar y al que tumbó un bombazo y el hundimiento de Aznar en las tinieblas de donde tal vez un día la historia le rescate. Esta segunda, a medias, pero también a enteras. A medias porque fue dirigido y teledirigido sobre todo en los tres primeros años por fuerzas internas, externas y mediopensionistas.
Todos parecían mandar en el PP menos él y él parecía dejar que hicieran. No le gustaba para nada que le montaran toda una oposición volviendo al lugar de la debacle y revolviendo la sangre del 11-M pero no se plantó, no dijo el basta ya que tenía que decir ni se atrevió con quienes le llevaban del ramal por tan mal sendero a tropezar a cada trecho en la misma piedra. No se libró, o quizás lo intentó pero no pudo, ni de quienes eran las caras de Belmez de la tragedia ni de las sombras alargadas que mecían sus cunas.
Y aún peor. La línea política se la trazaba una radio y la estrategia el director de un periódico, que además no se cortaban ni un pelo ni medio para ridiculizarlo, sacarle motes despectivos y contratar a cuervecillos para que a chistes, frases o coplillas le sacaran cada día los ojos. Luego, tras ponerlo perdido, como si de un espantapájaros lleno de cagadas de pájaros se tratara, pedían, como favor, el voto para él, al mismo tiempo que preparaban con muy gran luminaria mediática el advenimiento del redentor o de la redentora.
Pero he aquí que Mariano se libera. Se siente vivo en la derrota. Se hace fuerte en la noche en que diez millones de votos no fueron suficientes para conquistar un gobierno pero sí para que él acumulara el valor y el prestigio suficiente como para liberarse y plantar cara.
Y lo ha hecho. Lo que no se ha atrevido a hacer durante estos cuatro años. Va a seguir y a seguir libre y liberado. El de la radio, el del periódico, sus terminales en Génova, sus voceros por todas las tertulias se han puesto de los nervios. Mariano no sólo no tira la toalla sino que les señala y les reta. No tolera intromisiones, reclama y proclama independencia. Si alguien quiere presentar batalla, ahí está el palenque, pero el irá a lidiar, esta vez con caballo propio, con escuderos de su confianza y con las armas de su casa y no de casa ajena en el escudo.
La primera reacción de los de fuera ha sido la de tirar los pies por alto. Había que ver a los más duros trincheristas de la derecha cargar contra Rajoy más duramente que si fuera el mismísimo Zapatero. Ha cometido el sacrosanto pecado de no hacer lo que ellos quieren, de no dejarles el terreno abonado, de no permitirles tomar, en suma, el mando. Le espera una buena sin duda al gallego. Lo que va a tener que aguantar va a ser de alivio. Pero en el fondo no mucho más de lo que soterradamente ha aguantado.
Y en casa, la verdad es que se le ha puesto firmes hasta el filtrador oficial de rumores varios. Acuden presurosos a apuntarse a las filas de ese equipo que hará esta vez sin traba alguna. Ya ha dado la primera pista. Ese viaje a Valencia. Y otra segunda, que si de Madrid se va al cielo, algunos tambien pueden acabar en el limbo. Que ha dicho un papa que ni existe.
Y esa sensación ha ido haciéndose cuerpo, concreción y hasta una cierta sonrisa sardónica y gallegaza según avanzaba la semana. Su primera derrota ni fue suya, fue del 11-M, de un sucesor a dedo, ungido para ganar y al que tumbó un bombazo y el hundimiento de Aznar en las tinieblas de donde tal vez un día la historia le rescate. Esta segunda, a medias, pero también a enteras. A medias porque fue dirigido y teledirigido sobre todo en los tres primeros años por fuerzas internas, externas y mediopensionistas.
Todos parecían mandar en el PP menos él y él parecía dejar que hicieran. No le gustaba para nada que le montaran toda una oposición volviendo al lugar de la debacle y revolviendo la sangre del 11-M pero no se plantó, no dijo el basta ya que tenía que decir ni se atrevió con quienes le llevaban del ramal por tan mal sendero a tropezar a cada trecho en la misma piedra. No se libró, o quizás lo intentó pero no pudo, ni de quienes eran las caras de Belmez de la tragedia ni de las sombras alargadas que mecían sus cunas.
Y aún peor. La línea política se la trazaba una radio y la estrategia el director de un periódico, que además no se cortaban ni un pelo ni medio para ridiculizarlo, sacarle motes despectivos y contratar a cuervecillos para que a chistes, frases o coplillas le sacaran cada día los ojos. Luego, tras ponerlo perdido, como si de un espantapájaros lleno de cagadas de pájaros se tratara, pedían, como favor, el voto para él, al mismo tiempo que preparaban con muy gran luminaria mediática el advenimiento del redentor o de la redentora.
Pero he aquí que Mariano se libera. Se siente vivo en la derrota. Se hace fuerte en la noche en que diez millones de votos no fueron suficientes para conquistar un gobierno pero sí para que él acumulara el valor y el prestigio suficiente como para liberarse y plantar cara.
Y lo ha hecho. Lo que no se ha atrevido a hacer durante estos cuatro años. Va a seguir y a seguir libre y liberado. El de la radio, el del periódico, sus terminales en Génova, sus voceros por todas las tertulias se han puesto de los nervios. Mariano no sólo no tira la toalla sino que les señala y les reta. No tolera intromisiones, reclama y proclama independencia. Si alguien quiere presentar batalla, ahí está el palenque, pero el irá a lidiar, esta vez con caballo propio, con escuderos de su confianza y con las armas de su casa y no de casa ajena en el escudo.
La primera reacción de los de fuera ha sido la de tirar los pies por alto. Había que ver a los más duros trincheristas de la derecha cargar contra Rajoy más duramente que si fuera el mismísimo Zapatero. Ha cometido el sacrosanto pecado de no hacer lo que ellos quieren, de no dejarles el terreno abonado, de no permitirles tomar, en suma, el mando. Le espera una buena sin duda al gallego. Lo que va a tener que aguantar va a ser de alivio. Pero en el fondo no mucho más de lo que soterradamente ha aguantado.
Y en casa, la verdad es que se le ha puesto firmes hasta el filtrador oficial de rumores varios. Acuden presurosos a apuntarse a las filas de ese equipo que hará esta vez sin traba alguna. Ya ha dado la primera pista. Ese viaje a Valencia. Y otra segunda, que si de Madrid se va al cielo, algunos tambien pueden acabar en el limbo. Que ha dicho un papa que ni existe.
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