jueves, 1 de mayo de 2008

Zaplana, satisfacción general / Germán Yanke

Como Eduardo Zaplana ha aceptado la oferta profesional de Telefónica, renunciando a ese honor del que nos hablaba de ser “diputado raso”, asistimos ahora a la riada de comentarios. Unos, sobre su nuevo sueldo, lo que no es cuestión menor… para el interesado. Otros, sobre si esta decisión, que responde sin duda a los intereses de Zaplana, ayuda a Mariano Rajoy (el propio ex diputado ha dicho que se va para no entorpecer el trabajo del presidente del PP) o supone un varapalo en el sentido de que se acrecienta la sensación de que los “pesos pesados” abandonan el barco.

Más interesante está siendo el debate sobre la responsabilidad y el compromiso con sus electores de quien pide el voto y, cuando no ve cubiertas sus expectativas, deja el escaño sin atender ni sus promesas ni la confianza manifestada en las urnas. Los hay también que aprovechan para elogiar al que se marcha, ya sea porque lo consideran justo o por aquello de que, al enemigo que huye, puente de plata.

El florilegio, de todos modos, tiene su gracia porque, para algunos, el espejismo de “dimitir” de portavoz parlamentario, lo que ya no era, para pasar a “diputado raso”, lo que no ha sido nunca, y terminar abandonando el Congreso a toda prisa, puede querer presentar a Eduardo Zaplana como el crítico con el desastre del PP, lo que en las últimas jornadas se ha acrecentado con otro espejismo barato (intelectual y políticamente) como es el apoyo a Esperanza Aguirre. Piden todos ellos, al parecer, una reflexión sobre las causas de la derrota electoral y una apuesta por la democracia interna. Algo divertido.

Una de las causas fundamentales de la derrota del PP es el papel político y ante la opinión pública de Eduardo Zaplana al frente del grupo parlamentario: no ha dado con el tono (que le parecía, al tan liberal diputado, gritar más y más inconsistentemente) ni con el fondo, enmarañándose en el tópico y, sobre todo, en la conspiración del 11-M que ha pretendido poner patas arriba el sentido común y las instituciones del Estado de Derecho. Además, fue incapaz de organizar adecuadamente y coordinar el trabajo del grupo parlamentario, que estaba ya hasta las narices de su gestión.

Otra de las causas del fracaso electoral de la derecha ha sido el secuestro de la voz del PP por grupos mediáticos y comentaristas, asociaciones estrafalarias y personajes arbitrarios, todos ellos apoyados, ayudados y en ocasiones financiados por el ex portavoz.

Sobre la democracia interna, el asunto deviene esperpéntico y risible porque los que se quejan, alentados por Zaplana hasta ayer, tienen, en esa caso, una absurda representatividad, ya que no han aparecido en el paisaje del PP, ellos precisamente, por un sistema distinto del que critica. Al ex diputado, por ejemplo, no le quiso el PP en Valencia y Mariano Rajoy lo rescató para el puesto cuatro de su lista por Madrid.

Así que no hay motivos sino para celebrar lo ocurrido. Desde el punto de vista del interesado, un trabajo interesante en una gran compañía. Desde el del PP, se deshacen de quien ha encarnado buena parte de las causas por las que han perdido las elecciones. Felicidades.

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