lunes, 8 de diciembre de 2008

Unibersidad / Antonio Orejudo

La historia de la Universidad española desde el ‘Trivium’ y el ‘Cuadrivium’ hasta la Declaración de Bolonia es la historia de una decadencia. Cada reforma de la Universidad ha empeorado la anterior con una tenacidad digna de admiración. La última de estas reformas, la que comenzó en 1991 con el proceso de Bolonia tiene sublevados a los estudiantes y a buena parte del profesorado.

“Bolonia”, como se conoce entre los universitarios, es un compromiso de varios países para crear en 2010 un espacio común europeo de educación superior basado en la calidad, la movilidad, la diversidad y la competitividad.

Sobre todo la competitividad. La obsesión de los políticos que han firmado Bolonia es que los estudiantes aprendan en la Universidad aquellos conocimientos que les permitan encontrar un puesto de trabajo. La formación, el desarrollo de la inteligencia crítica, el debate —pendiente— sobre lo que debe saber una persona culta en el siglo XXI, todo eso son paparruchas.

El contenido del saber lo deciden las leyes del mercado. Sólo vale lo que vale para encontrar trabajo. Quizás tengan razón y hoy día no tenga sentido seguir estudiando el ‘Quijote’ o las civilizaciones antiguas, salvo para montar otro Atapuerca, marca registrada. Seguro que los equivocados somos los profesores de Humanidades, que hemos consagrado nuestra vida a una disciplina del siglo XIX.

¿Cómo hacer rentables los estudios literarios, que consisten en leer y reflexionar? ¿Pidiéndole a la FNAC que elabore el temario de Filología? Microsoft o Telefónica acabarán desde luego diseñando el currículum de los ingenieros a los que luego contratarán. ¿Elaborará Paco El Pocero la carrera de Arquitectura?

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