La oposición sube en las encuestas a pesar de que no existe. Mérito indirecto de Zapatero; el que no suba; el que no exista se lo ha ganado a pulso Rajoy. La cuestión no es ya que el PP no ejerza, en un momento tan a propósito, tan grave, la mínima labor de crítica y control exigible a una oposición digna de ese nombre. La cuestión es que el PP es un partido sin convicciones y, por ende, sin ideas.
Ello es culpa de Mariano Rajoy sólo en parte. Rajoy es el efecto de los males del PP más que su causa. Desde luego, aporta materiales de aluvión a la empanada. Unos días pide mano dura contra la inmigración y restringir sin contemplaciones el padrón a los sin papeles, para otros cambiar diametralmente de opinión, pasando a todos por el buenismo, diciendo que todo ser humano tiene derecho a educación, sanidad y servicios sociales. A fuerza de mentir, nuestros políticos han terminado por vivir en el engaño, y Rajoy también debe creerse que todo eso es gratis, cuando lo tiene que pagar alguien, el menguante contribuyente.
El modelo político de listas cerradas y bloqueadas y de financiación pública de los partidos, resta representatividad, genera incomunicación entre representantes y representados y fomenta la mediocridad. Eso vale para el PP lo mismo que para el PSOE, para Rajoy lo mismo que para Zapatero.
El PP es ya un partido sin ideas y sin principios, aunque muy consciente de sus intereses: el poder. ¿Para qué? Esa pregunta ha terminado por resultar obscena.
Ya he indicado que en no más de diez días, el PP ha dicho de todo y ha ocupado todas las posiciones sobre inmigración, que no es cuestión menor, desde la más clara a la más light, desde la más intransigente a la más acomodaticia, de manera que, a día de hoy, resulta imposible indicar cuál es la postura del PP en tal materia. Y no es la única donde la confusión y el entreguismo campan a sus anchas.
Entre medias ha cedido ante educación para la ciudadanía, para escándalo y oprobio de su electorado, traicionando a los padres objetores, a los que, en un primer momento, apoyó. También lo ha hecho en materia de política lingüística, contra promesas fehacientes. En menos de veinticuatro horas ha pasado de considerar totalitario cerrar webs con una comisión ministerial de censura y jurisdicción especial en la Audiencia Nacional, a sumarse, de hoz y coz, al estalinismo de la camarada Sinde. Y, por si fuera poco, la secretaria general se pone a militar contra la energía nuclear, amenazando a un alcalde con expedientarlo, por defender los intereses de su pueblo.
Esta es una oposición de burócratas con oposición, de registrados y abogados del Estado, de letrados y leguleyos, sin experiencia alguna en la generación de riqueza, sin noción del funcionamiento de la sociedad civil, con una visión de patrimonialización del Estado, alternativa pero mimética respecto a la de los socialistas; la del opositor, que se autoconsidera con méritos para ser mejor gestor. El PP es abogacía del Estado, no abogado defensor del atribulado ciudadano.
Socialistas de derechas, aspiran a gestionar mejor el Estado que el socialismo. Grave pérdida del sentido de la realidad, cuando el socialismo hiede y el Estado está en quiebra.
El PP está tan muerto y resulta tan inservible para las clases medias como el PSOE. Ambos están aquejados de la misma putrefacción de un modelo insostenible y finiquitado. El PP sube a lomos del descrédito abismal de Zapatero.
Es precisa, es imprescindible la regeneración o no sobreviviremos.
(*) Periodista y ex delegado de 'Abc' en Alicante
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