-El periodismo de ahora es tan políticamente correcto.
-No es periodismo. Tienes declaraciones de los políticos transcritas.
-La situación es terrible, de monopolio.
-Es una mafia que disimula en lo políticamente correcto un monopolio de propiedad y de contenidos. España es un país donde el dueño, sea el caso de Lara por ejemplo, puede tener Avui y La Razón. Pero a la hora de la verdad, siempre tiene que atacar a los que molestan al régimen.
-¿En tu nueva situación, qué tal le va?
-Muy bien. Los dos últimos años en la COPE han sido horrorosos. Cantidad de presiones en contra por todos los lados. Lo malo era la tensión con los que te pedían que siguieras.
-Pues parecía que se estaba comiendo el turrón con Cañizares.
-César y yo comimos con Cañizares, nos invitó a comer ocho o 10 días antes de que mandara por escrito a la Plenaria de la Conferencia Episcopal, que tenía que renovarme a mí, diciendo que bajo ningún concepto tenían que renovarme. En un momento dado se produce la corrupción de este príncipe de la Iglesia.
-¿Por qué te echan?
-Porque hay presiones de tres niveles: la del Rey, la del Gobierno y la de Mariano Rajoy, y porque llega un momento en que Rouco tira la toalla ante los nacionalistas. Cañizares se pasa al otro bando porque piensa que así hereda a Rouco. Rouco se lo quitó de encima, pero habían creado ya un frente con Sistach a la cabeza muy difícil de soportar.
-Sistach, el arzobispo de Barcelona.
-Ahora ya cardenal. Con moratón.
-¿Te controlas o no?
-No, no mucho. Porque, además, imagínate: cuando murió Antonio Herrero, me dije: “Piensa que Antonio no hubiera dicho lo que hubiera querido hasta el último día. Ahora está muerto y si se hubiera callado lo que quería decir, fíjate”. Así que pensé: “Dure esto lo que dure, hagamos lo que tenemos que hacer”.
-¿Cómo son los políticos?
-Antes hablaban más. Ahora los políticos, primero son medio analfabetos, y no hablan más que a través del partido.
-¿Rajoy también?
-Rajoy lo peor. Yo que he pedido el voto para Mariano Rajoy y he pedido perdón por ello. El PP ahora es el PPOE. Está repitiendo exactamente el molde de 17 taifas del PSOE.
-¿Qué está pasando en el mundo periodístico?
-Yo creo que es el triunfo de la política. De los políticos como casta, y que lo políticos dominan a los jueces, dominan a los medios, viven a través de un entramado donde no se sabe dónde empieza la política, que continúa en los medios y termina en los tribunales. Es una mezcolanza sórdida, siniestra, es el fin de la separación de poderes.
-Hoy ha muerto el general Juste.
-Uno de los que sabía muchos secretos del 23-F. Suárez se creyó la Constitución, pero el Rey no. Y el Rey siempre ha tratado de conservar algo de poder. La gran cuestión del 23-F es que probablemente inauguró una época de sobreentendidos. Y en una democracia no se pueden tapar las cosas.
-El 23-F salvó al Rey y hundió al ejército.
-Exactamente. Y eso, a la larga, es peor. Porque un rey se cambia, pero el ejército no.
-A mí cada día me gusta más España y menos los españoles.
-No te digo que no. Y España tal y como está quedando, Ex-paña, ya no es nada. España se consolida en torno a valores que tienen casi 2.000 años. España es romana y cristiana casi desde el siglo II. Es la única gran nación que echó al Islam. Cuando llega Napoleón, la nación, por principio, dan la vida y se enfrentan al primer ejército del mundo y le ganan. Es gente que creía que la familia es más importante que la política. Ahora ya caben dudas.
-Están destruyendo hasta eso, el núcleo básico de la convivencia más elemental.
-Es que si no haces bascular a la gente sobre los dos o tres puntos básicos de su existencia, lo que es bueno y lo que es malo, lo que hay que defender y lo que hay que atacar, y las instituciones, como la familia, la propiedad, la religión o la ética, tienes que extirpar eso para poder crear esa ingeniería de almas que decían los soviéticos. Y por desgracia Zapatero está triunfando donde fracasaron Largo Caballero y Negrín.
-¿Se te ocurre alguna solución regeneracionista?
-No, yo creo que aquí estamos abocados o a una reforma constitucional con otro inquilino en La Zarzuela o a una república nacional en una zona más reducida de España, por supuesto sin Cataluña.
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