La imagen del presidente ha caído en picado tal y como ha demostrado esta misma semana el barómetro del CIS. Zapatero ha dejado de ser el líder mejor valorado, pero el problema más acuciante al que se enfrenta ahora el jefe del Ejecutivo —dejando a un lado la economía—, está en su propia casa. Socialistas de máximo nivel admiten en privado que “ha perdido el rumbo”.
“A Zapatero, el síndrome de La Moncloa le llegó a los dos años”, se jactó hace unas semanas el ex presidente Felipe González en una conversación revelada por 'La Gaceta'. A lo que otro ex dirigente socialista añadía: “Es el síndrome al cuadrado, sólo se rodea de una camarilla de palmeros”. El análisis de ambos era demoledor, y denotaba la falta de credibilidad que el líder del PSOE tiene en su propia parroquia.
Además de González, otros socialistas del felipismo están poniendo todas las zancadillas posibles al presidente. Éstos son los mismos que miran con buenos ojos las informaciones que dan por válida la posibilidad de que Javier Solana —mister PESC, el hombre más respetado internacionalmente del socialismo español y eterno candidato a la secretaría general del partido— se convierta en el sucesor de Zapatero.
Aunque con escepticismo, porque la mayoría no confían en que sus deseos se hagan realidad, son numerosos los que ven en Solana la pieza clave que podría devolver al PSOE la confianza a los desencantados con el Gobierno.
Pero si de algo no hay ningún tipo de duda es de que la que finaliza hoy ha sido la semana negra del Gobierno, tal y como reconoció a Efe un responsable del Ejecutivo. La sucesión de fallos y rifirrafes de los últimos días han llevado al Gobierno a una situación límite.
Aunque desde Ferraz se sigue apelando a la tranquilidad, es evidente que el nerviosismo existe. Las duras críticas que los representantes de Izquierda Socialista realizaron en el Comité Federal del pasado sábado abrieron la primera hendidura; el miércoles, la incendiaria petición de José María Barreda clamando austeridad a un Gobierno herido supuso la primera cornada dolorosa; el jueves, las declaraciones de José Félix Tezanos, mano derecha de Alfonso Guerra, urgiendo a Zapatero a un Gobierno de salvación con el PP y la odiosa comparación argüida por Almunia terminó por fracturar el monolítico PSOE.
La crisis económica, el jubilazo y los graves errores de comunicación han sido las causas que han hecho saltar por los aires la supuesta unidad de la formación socialista, pero tras esos errores se esconde una clara estrategia liderada y fogonada en la cocina de la vieja guardia del felipismo. Según corroboran algunos dirigentes del partido, los “desheredados” de Zapatero se le están volviendo en contra. Y entre tantos desplazados, numerosos ex ministros a cuya valía profesional apelan otros socialistas para salir de la crisis.
Jordi Sevilla es uno de los que no ha dejado títere con cabeza en sus críticas a la gestión de Zapatero. En el Congreso, un equipo personificado en la mujer del presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, Clementina Díez, y algunos otros ex dirigentes arrinconados por el presidente ha aprovechado la ocasión para clavar algún cuchillo por la espalda a su líder. Aunque en voz alta no se atreven a contradecir al ‘jefe’, en privado argumentan que es necesario hacer una limpieza en el Ejecutivo, porque “el nivel de los ministros no alcanza, ni de lejos, al de los primeros gabinetes”.
Otro socialista apunta directamente a José Bono como el mentor de la táctica disidente de Barreda. Los que han levantado la voz están teledirigidos por los “verdaderos líderes” del felipismo, confiesa un miembro del Comité.
José Antonio Pérez Tapias, diputado y militante del sector Izquierda Socialista, habla incluso de diferencia de criterios entre José Blanco y Zapatero. Hasta el fiel escudero del presidente le ha visto las orejas al lobo y, entre solicitudes de silencio a Barreda y mensajes de prietas las filas, el ministro de Fomento está intentando serenar las aguas de un partido en caída libre en cuya base los pilares han comenzado a tambalearse y dejar al aire las vergüenzas de un presidente que consideran incapaz.
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