La crisis económica persistente, que refleja la mermada capacidad de EE UU para superarla por un déficit crónico de origen bélico y una estructura económica algo obsoleta, ha reorientado la potencialidad de recuperación más rápida hacia el área del Pacífico en detrimento del Pacto Atlántico, cuyo primer síntoma claro es la guerra de divisas entre el dólar, el euro y, en mucha menor medida, la libra esterlina. Aunque otra batalla se libre en particular con un falsamente depreciado yuan chino ante la estabilidad del yen japonés. Lo cierto es que, como antes la producción, ahora el consumo se desplaza al Pacífico.
Por otra parte, en la vieja y burocratizada Europa, demasiados intereses impiden reformas radicales y tempranas para conjurar el riesgo de una implosión-explosión de la Eurozona y, por ende, del mismo proyecto de Unión desde las fronteras con Rusia y Asia. Esos mismos intereses, algunos muy aldeanos, no dejan reformular la producción continental y condicionan que el mundo que se diseña para el siglo XXI, y que pasa por Norteamérica, Japón, India, China y hasta Brasil, obvie la acreditada cultura industrial de Francia y Alemania hasta olvidar al resto del Continente, incluida una España que desaparece de ese mapa.
Solamente la City londinense tiene destinado un rol, financiero, por más asociada a la Commonwealth, esa superestructura a la que pertenecen, entre otras naciones, la India, Australia y Canadá, dos al menos con silla segura para albergar cluster de producciones avanzadas. En el caso de Brasil, la financiación, determinante para su despegue como potencia mundial, parece será más de origen alemán y suizo, hasta convertirse en un gran mercado de destino para las materias primas argentinas.
Obama necesita hacerse fuerte en Extremo Oriente para contrarrestar la fuerza y velocidad de China (la tenedora de casi toda su deuda pública) mientras Japón, Corea, Indonesia y Filipinas son ya sus principales socios estratégicos en la zona. Aunque India y Pakistán, todavía hoy más en una órbita británica, apunten en la misma dirección ante la ofensiva desplegada por la gran potencia emergente mundial de 1.200 millones de habitantes.
Esa orientación continental hacia Extremo Oriente incluye la gran posibilidad de expansión de una buena parte de América Latina, y no sólo la bañada por el Pacífico. Prácticamente todo el subcontinente experimenta una súbita vocación asiática, hasta el punto que TLC (Tratados de Libre Comercio) se suceden con Japón, Corea y China por parte de repúblicas como la de Perú, Ecuador, Costa Rica y Venezuela. A cambio de sus materias primas recibirán inversiones para el desarrollo y estímulos hasta crear cierta demanda sostenida.
Otros países del Cono Sur, caso de Chile y Méjico, han descubierto igualmente que su salida de la actual crisis mundial es hacia el Pacífico mientras una dubitativa Canadá no termina de abandonar su vocación atlantista aunque el creciente tráfico del puerto de Vancuver con los de Hong-Kong y Japón muestre a las claras una tendencia que es inversa a la que se experimenta en los puertos del río San Lorenzo, tradicionalmente europeistas.
La reciente 'cumbre' de la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) celebrada en Yokohama ha demostrado muy claramente que el gran eje de actividad emerge en esa vasta zona del Planeta, tal como demuestran en algunos de sus países las cifras de crecimiento neto e inflación, casos muy claros de China, Chile o Perú. Pero es que, además, los grandes recursos financieros del Mundo también se encuentran ahora allí (China, Japón, Singapur, Australia, Canadá y Estados Unidos).
Por contra, en la Unión Europea la crisis lacera sus economías menos sólidas de la eurozona (Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia) y apunta con arruinar a los países más al Este, como Polonia, Hungría, Bulgaria y Rumanía. El fantasma de la estanflación se adivina en el horizonte del primer trimestre de 2011, sobre el que los peores pronósticos sitúan el crack definitivo de algunas de las economías irrescatables por su mayor tamaño.
Estamos, al parecer, pues, y aunque muchos lo nieguen, en esa crisis de supervivencia de la Eurozona, tal como ha dicho Van Rompuy, presidente permanente de la Unión Europea, y en riesgo el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, como ha apuntado Jean Claude Trichet, presidente del BCE.
Además, el crédito internacional sube de precio ante el aumento del riesgo-país y la disminución de la solvencia en el flanco sur de la Unión Europea. Los mercados de capitales de Londres (pese a las discrepancias en torno a la libra), Nueva York, Singapur, Hong-Kong, Tokio y Shanghai buscan salida a sus excedentes para hacer su agosto en una Europa pillada a contrapié por a medio construir y donde organismos expertos, caso de la CNMV española, ven muy complicada la actual situación económica.
Hasta la mayor gestora de fondos de inversión del mundo, la norteamericana 'Black Rock' , ha decidido como antes Rusia, no seguir drenando recursos ante tanta inseguridad por exceso de voluntarismo en torno al euro, mientras países como España no ajustan más su economía y siguen engordando un déficit público que conduce inexorablemente hacia una situación de insolvencia y quiebra, que ya huelen hasta los amigos suizos de Ginebra y Zurich y los banqueros alemanes de Francfort y Hamburgo. El Tesoro Público español, al igual que el portugués, ya encuentra ciertas dificultades para colocar sus emisiones de deuda.
En esta coyuntura, EE UU urge a su aliada Europa a actuar muy rápido para que no le estalle el previsible crack de los PIIG (Portugal, Irlanda, Italia y Grecia) y de España, primer socio de los portugueses, antes de la primavera de 2011. Se anuncia un nuevo test de estrés a la banca, la retirada de estímulos por parte del BCE como responsable de un mayor endeudamiento bancario y el bloqueo del Presupuesto por parte del Parlamento Europeo.
La Gran Crisis no está, de ningún modo, en camino de remitir en el hemisferio occidental. Aunque Alemania parezca controlar la situación en Europa, Francia se siente insegura frente a tanta incertidumbre y ataques especulativos de los mercados. Además, el pronóstico de la OCDE para los años 2011-2012 no es para nada halagüeño en los países ricos, donde aconseja contener la respiración y no subir los tipos de interés bancario.
Y, en el caso de España, todo parece indicar que se avecina un ajuste de caballo seguido de un penoso plan de estabilización, que nos devolverá a muchos años atrás por pasar de tener en casa gallinas ponedoras a no poder aguantar ni un solo día sin jugar al golf, cuando todo proceso requiere respetar sus tiempos y, sobre todo, no engañarnos a nosotros mismos.
(*) Periodista y editor de 'Economía Avanzada'
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