jueves, 6 de enero de 2011

Los cinco jarrones chinos de Zapatero / Pablo Sebastián

Ahí esta Zapatero como si saliera de una sauna o de un fumadero de opio, con el rostro relajado de tanto mirar al infinito y sonriendo con la poca risa que le queda al viceprimer ministro chino Li Kequian para que el nuevo emperador de la ciudad perdida de Pekín se apiade de España, firme contratos con las grandes empresas españolas y continúe comprando deuda pública y privada de nuestro país, como preámbulo de todo lo que hache y en medio mundo pueden comprar estos nuevos ricos del comercio mundial y de los chino-dólares. El viejo tigre de papel se ha convertido en león de bronce o de oro, con el nuevo comunismo capitalista al que las grandes potencias de occidente adoran y casi todo lo consienten.

¿Le habrá pedido Zapatero al señor Li la libertad para el premio Nobel de la Paz, o para los presos políticos, o más derechos humanos, como le corresponde a un político que se dice de la izquierda? Pues no, nada de eso porque nuestro presidente se convirtió a los Mercados el pasado nueve de mayo, tras sufrir una alucinación o una visión -como los pastorcitos de Fátima- y desde entonces esta dedicado, como lo manda el guión del FMI, la UE y Moody’s, a hacer todo el trabajo “sucio” del ajuste social del déficit, y lo que haga falta. Y no por salvar a España, sino para ver si consigue salvarse el de su propio desbarajuste.

Los chinos, como los orientales en general, sonríen sin cesar y dicen a todo que si, pero cuando pasan a la firma los contratos entonces, en la letra pequeña, viene el coste verdadero de la operación y dada la debilidad española mucho nos tememos que Zapatero haya podido comprometer hasta el mismísimo Museo del Prado, porque es capaz de eso y de mucho más, sobre todo después de haber destrozado los cinco jarrones chinos de nuestra vida política, económica y social.

Porque en política y en el periodismo hay cosas que nunca debemos olvidar sobre el presidente Zapatero: que (primer jarrón) negoció políticamente con ETA en Loyola y le ofreció concesiones políticas a la banda terrorista, a la que le parecieron poca cosa y, como no se les dio más, decidieron poner una bomba en Barajas a las pocas horas de que Zapatero anunciara el final de ETA para 2007. Y tras el gravísimo error y el bombazo el señor Zapatero se fue a Doñana a esconderse y descansar y no dimitió.

Luego vino (segundo jarrón) lo del estatuto catalán, negando a la única nación española que fue restituida como tal por el Tribunal Constitucional en contra de lo que había votado y defendido Zapatero (y el PSOE), pero a pesar del duro revés y fiasco político, Zapatero tampoco dimitió.

De por medio estaba su negación de la crisis económica (tercer jarrón) que calificaba Zapatero de puro catastrofismo del PP, diciendo que la banca española era la mejor del mundo, que España superaría a Italia y a Francia (en paro y ruina desde luego), que la crisis de las hipotecas “sub prime” no afectaría a los negocios inmobiliarios de nuestro país, que los brotes verdes florecían por doquier, etc. Y seis meses después de negar la mayor en las elecciones de marzo de 2008, la crisis estalló en España en todo su esplendor, y Zapatero no dimitió.

Y vamos al cuarto jarrón chino de la florida política de Zapatero: una vez reconocida, aunque tarde, la crisis este genio que habita la Moncloa juró que solo daría una “respuesta social al problema” hasta que, como dicho está, se le aparecieron los cuatro jinetes de la Apocalipsis en pasado 9 de mayo, y puso en marcha el ajuste duro y anti social con mas impuestos y decretos contra funcionarios, trabajadores, parados, jubilados, sindicatos etcétera. Y Zapatero tampoco dimitió.

Y por fin, asustado, arrinconado y temeroso de un golpe de estado de los coroneles regionales del PSOE contra su persona y su presidencia, decidió entregarle todo el poder a Rubalcaba. Y axial vestido de “pato cojo” de la política española permaneció y permanece, pero tampoco dimitió. Y preguntamos ¿no se le cae la cara de vergüenza por todo ello y por no asumir como debiera y con su marcha la inmensa responsabilidad política que recae sobre sus espaldas? Pues por lo visto no. Ha destrozado todos los “tibores” o colección de jarrones chinos de la vida española (la seguridad frente a ETA, la unidad nacional frente al nacionalismo, la crisis que sí existió, el dialogo social, y la autoridad de la presidencia) y ahí sigue nuestro pequeño mandarín, convertido en una especie de introductor de embajadores y sin encontrar la salida a su particular laberinto en el que, dicho sea de paso, andamos perdidos todos los españoles. Eso si, muchas sonrisitas al viceprimer ministro Li, a ver si en esta festividad de Reyes Magos nos deja un poco de liquidez y algo de negocio, aunque tenga las manos manchadas de rojo de Tianamen.

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