Si el principal sector económico, productor de riqueza y de puestos de trabajo, entra en crisis y arrastra al sistema financiero, a la par que el endeudamiento público alcanza niveles casi insoportables, y se origina un desempleo de altísimo riesgo, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la política económica se ha gestionado sin previsión y sin control, y lo que es peor, ha tocado fondo. Se ha permitido durante muchos años dirigir la economía por líderes autodidactas que mezclaban en la gestión económica su personal filosofía política, olvidando o desconociendo que el liderazgo obliga a ceñirse a una buena gestión económico-política y no político-económica, cuyos errores se justificaban y las soluciones se aplazaban.
El presupuesto nacional, no ha sido respetado ni controlado, y solo una carrera de inversiones faraónicas carentes de rentabilidad y no preferentes, explican el caos en que nos encontramos. A esta misma situación llegaron hogares, empresas, Corporaciones y Comunidades que se endeudaron con escasa posibilidad de la atención del servicio de la deuda.
Ante la morosidad generalizada, la generación de riqueza en regresión y la falta de ideas propias de todo mal gestor, solo se recurre a medidas de austeridad y recortes, necesarias sin duda, pero perjudiciales si no van acompañadas de una nuevas medidas de generación de fuentes de riqueza que permitan crear puestos de trabajo, recaudar impuestos y sanear el desequilibrio presupuestario.
La situación no permite dilación alguna; el círculo vicioso: más recortes, más impuestos y menos renta Nacional, no hace posible el crecimiento del consumo, y la inversión sin lo cual será inevitable el estado de insolvencia generalizado. Tampoco la Europa Comunitaria podría digerir la quiebra de un miembro de la importancia de España. Consuela saber que contaríamos con su ayuda, si somos capaces de unir austeridad con generación de riqueza.
Para ello, necesitamos previamente un sistema financiero sólido y con la liquidez suficiente para posibilitar el crecimiento al tejido empresarial. Un sistema sano y una reducción del gasto público están siendo objeto de regulación, aún incompleta, pero la creación y estímulo de sectores de riqueza que generen actividad, ni se ha proyectado ni se ha iniciado; si no se acometen con urgencia, el fracaso económico puede ser inevitable.
Centrémonos en las medidas imprescindibles para conseguir el crecimiento de la actividad económica, que junto con la austeridad y la eliminación del gasto inútil en época de crisis, constituyen el único camino que nos conducirá a la estabilidad, a la paz y a la recuperación de parte del bienestar social perdido.
En la actual coyuntura económica europea, no es posible potenciar nuevas fuentes de riqueza en España impulsadas desde el exterior. Una vez agotado el sector inmobiliario, solo se iniciará nuestra recuperación si sabemos analizar nuestras actuales posibilidades de riqueza territorial, y promover normas de desarrollo y política de inversiones para cada sector, basadas en modernas aplicaciones de los factores: capital (privado y financiero)-trabajo y productividad-trabajo; sin olvidar las complejas interdependencias entre las diversas actividades industriales, agrícolas y servicios.
Ante la morosidad generalizada, la generación de riqueza en regresión y la falta de ideas propias de todo mal gestor, solo se recurre a medidas de austeridad y recortes, necesarias sin duda, pero perjudiciales si no van acompañadas de una nuevas medidas de generación de fuentes de riqueza que permitan crear puestos de trabajo, recaudar impuestos y sanear el desequilibrio presupuestario.
La situación no permite dilación alguna; el círculo vicioso: más recortes, más impuestos y menos renta Nacional, no hace posible el crecimiento del consumo, y la inversión sin lo cual será inevitable el estado de insolvencia generalizado. Tampoco la Europa Comunitaria podría digerir la quiebra de un miembro de la importancia de España. Consuela saber que contaríamos con su ayuda, si somos capaces de unir austeridad con generación de riqueza.
Para ello, necesitamos previamente un sistema financiero sólido y con la liquidez suficiente para posibilitar el crecimiento al tejido empresarial. Un sistema sano y una reducción del gasto público están siendo objeto de regulación, aún incompleta, pero la creación y estímulo de sectores de riqueza que generen actividad, ni se ha proyectado ni se ha iniciado; si no se acometen con urgencia, el fracaso económico puede ser inevitable.
Centrémonos en las medidas imprescindibles para conseguir el crecimiento de la actividad económica, que junto con la austeridad y la eliminación del gasto inútil en época de crisis, constituyen el único camino que nos conducirá a la estabilidad, a la paz y a la recuperación de parte del bienestar social perdido.
En la actual coyuntura económica europea, no es posible potenciar nuevas fuentes de riqueza en España impulsadas desde el exterior. Una vez agotado el sector inmobiliario, solo se iniciará nuestra recuperación si sabemos analizar nuestras actuales posibilidades de riqueza territorial, y promover normas de desarrollo y política de inversiones para cada sector, basadas en modernas aplicaciones de los factores: capital (privado y financiero)-trabajo y productividad-trabajo; sin olvidar las complejas interdependencias entre las diversas actividades industriales, agrícolas y servicios.
El único camino urgente es mejorar nuestra competitividad para con los países de la Unión a la pertenecemos, corrigiendo los defectos organizativos anticuados actuales, e implantando nueva técnicas y normalizaciones en relación con la tipificación regional de nuestro productos y servicios. En resumen propiciar políticas óptimas de inversiones que aumenten el consumo, favorezcan las exportaciones y creen empleo.
Las pequeñas y medianas empresas tienen mayor productividad que las grandes, sus relaciones capital-producto y capital-trabajo son menores al ser mayor el valor añadido por hora trabajada; cuestión a tener en cuenta al estudiar una política de inversiones adecuada por zonas geográficas especializadas y con experiencia tradicional a lo largo del tiempo. Estos condicionantes deben influir en la planificación de los estudios y en la confección de los inventarios de las unidades de bienes de que disponemos, sin olvidar las tendencias futuras.
La interacción entre el análisis teórico y la investigación empírica componen la base auténtica del progreso y demuestran que "la productividad y precio, son los componentes de un proceso de desarrollo intensivo que permite la extensión de la mano de obra ocupada al crecer la productividad de ésta".
Por otro lado, la perfección a consecuencia de incorporar maquinaria, aumenta el producto neto del país sin disminuir el producto bruto, y mejora el bienestar de todas las clases sociales. La combinación de los factores productivos debe supeditarse a la utilización de los que estuviesen ociosos, y de que la inversión de capital está supeditada al ratio "salario real-interés real", puesto que el volumen de capital por trabajador muestra el grado de capitalización de una actividad productiva. La potenciación y utilización de la riqueza es clave.
Por riqueza entendemos el valor del conjunto de bienes de que dispone nuestra nación, y es el resultado de inventariar las unidades de bienes (que debe efectuarse por regiones para poder homogeneizarlas) y obtener el resultado de un proceso acumulativo, para posteriormente capitalizar sus rendimientos. Así definiremos la estructura de nuestra riqueza y comprobaremos su bajo coeficiente de utilización, indispensable para proceder a estudiar y aplicar las reformas, que nos conduzcan a la optimización de los resultados de explotación, con relación a nuestros competidores.
Por otro lado, la perfección a consecuencia de incorporar maquinaria, aumenta el producto neto del país sin disminuir el producto bruto, y mejora el bienestar de todas las clases sociales. La combinación de los factores productivos debe supeditarse a la utilización de los que estuviesen ociosos, y de que la inversión de capital está supeditada al ratio "salario real-interés real", puesto que el volumen de capital por trabajador muestra el grado de capitalización de una actividad productiva. La potenciación y utilización de la riqueza es clave.
Por riqueza entendemos el valor del conjunto de bienes de que dispone nuestra nación, y es el resultado de inventariar las unidades de bienes (que debe efectuarse por regiones para poder homogeneizarlas) y obtener el resultado de un proceso acumulativo, para posteriormente capitalizar sus rendimientos. Así definiremos la estructura de nuestra riqueza y comprobaremos su bajo coeficiente de utilización, indispensable para proceder a estudiar y aplicar las reformas, que nos conduzcan a la optimización de los resultados de explotación, con relación a nuestros competidores.
Hemos, por tanto, de partir de lo que llamamos una auténtica radiografía de nuestra realidad económica, como base para un desarrollo armónico y efectivo.
Para esta tarea, única posible, necesitamos el esfuerzo conjunto del Ejecutivo, del sistema financiero, del tejido empresarial y del trabajo.
Para esta tarea, única posible, necesitamos el esfuerzo conjunto del Ejecutivo, del sistema financiero, del tejido empresarial y del trabajo.
(*) Economista y empresario
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