miércoles, 24 de febrero de 2016

El reinado del hampa / Ramón Cotarelo *

Este país esta gobernado por una banda de ladrones. Por una asociación de presuntos malhechores llamada PP. Una organización dedicada al saqueo de los dineros públicos en la que los jefes, empezando por el actual presidente en funciones y sus jerifaltes más conocidos, cobraban sobresueldos de procedencia dudosa o claramente ilegal. Un partido "incompatible con la corrupción", según Aznar, a la boda de cuya hija acudió media hampa española. Un partido corrompido de arriba abajo y al que la gente se afilia para enriquecerse, para robar, para pillar. Un partido que se ha financiado ilegalmente con dinero de mordidas y comisiones (que se sepa). 
 
Sus triunfos electorales están trucados y son nulos igualmente por tramposos. Han robado todos los dineros públicos que han podido. Han privatizado las empresas que no podían robar para regalárselas a los amigos o a ellos mismos. Se han apropiado indebidamente de todos los fondos presupuestarios imaginables. Han cobrado comisiones por todo. Han estafado, expoliado y extorsionado a la gente. Han falsificado adjudicaciones y contratas. Han saqueado fundaciones y organizaciones benéficas. Han amañado concursos, trucado oposiciones. Han aplicado sobrecostes en las obras, inflado presupuestos y hecho negocios lucrativos con acontecimientos concretos, como la visita del Papa en 2006 o los homenajes a las víctimas del terrorismo.  Se han enriquecido con obras públicas monumentales e innecesarias. Han enchufado a amigos, deudos y parientes en todos los niveles y órdenes de la Administración pública. Han sido incompetentes, malversadores, despilfarradores y manirrotos. Se han apropiado de todas las subvenciones aun sin tener derecho a ellas. Han robado colegios, hospitales.  Han falsificado todas las estadísticas del Reino. Han comprado periodistas, comentaristas y sicarios de los propios medios para emplearlos como aparato de agitprop y linchadores sin escrúpulos de los legisladores honrados y los políticos cumplidores. Han mentido en el Parlamento y fuera del Parlamento, gobernado por decretos arbitrarios e interferido la acción de la justicia. Han robado la hucha de la seguridad social. Han insultado y despreciado a la gente y se han reído de la Memoria histórica. Han censurado y reprimido el pueblo llano y le han robado sus recursos. Han esclavizado a los trabajadores al aplicar una reforma inicua y han dejado desamparados a los desfavorecidos. Amnistían a los evasores y corruptos y encarcelan a la gente necesitada. Todo ello presuntamente, claro.

Son ustedes pura escoria. 
 
El gobierno de izquierdas es posible si...
 
... los dos principales interlocutores, PSOE y Podemos, juegan limpio el uno con el otro en lugar de hacerse trampas e ir de farol.

Un pacto de gobierno de toda la izquierda deberá asentarse sobre dos palabras: respeto y lealtad.

Nos explicamos de inmediato, pero, antes algunas consideraciones para ponernos en situación:

El cacareado "pacto" de PSOE y C's no es nada. Reducir la cantidad de figurones del Consejo General del Poder Judicial; revisar (o sea, nada) los aforamientos; reducir a dos los mandatos presidenciales (otra bobada innecesaria); "blindar" los derechos sociales mediante reforma del art. 135 (cosa que no pueden hacer por falta de votos). Una futesa anunciada a bombo y platillo para impresionar a otros posibles interlocutores a ver si se avienen a razones. C's necesita demostrar al PP que tiene autonomía. Sánchez, demostrar al PSOE que puede conseguir un gobierno antes de la noche de los cuchillos largos que están preparándole los shogunes de baratillo, y demostrar asimismo a Podemos que puede ir adelante sin ellos pues, para impedirlo, tendrán que votar con el PP y reeditar la pinza anguitiana.

Muy interesante, pero inútil porque lo que verdaderamente urge, es imperativo e inexcusable, es echar al PP con el Sobresueldos a la cabeza. Y para eso tiene que haber un gobierno con apoyo suficiente y margen de acción. O bien ir directamente a unas nuevas elecciones.

Para lo primero, los dos partidos, PSOE y Podemos, deben renunciar a las condiciones y requisitos intangibles y pactar un gobierno presidido por los dos rasgos antes enunciados: respeto y lealtad.

Respeto: no es imprescindible que Podemos renuncie al referéndum catalán ni que el PSOE tenga que admitirlo. Carece de sentido que Podemos se empeñe en imponer una condición que, en caso de que se la aceptaran, tampoco se cumpliría porque no tiene los apoyos necesarios. Y carece de sentido que el PSOE obligue a los morados a renunciar expresamente a lo que no pueden imponer. Por eso, lo sensato es aplazar de momento la cuestión. Construir sobre lo que pueden acordar y dejar en suspenso el terreno de la discrepancia, respetando cada uno el derecho del otro a seguir defendiendo lo que cada uno cree: PSOE que no debe haber referéndum y Podemos que debe haberlo. En todo caso, reconocer que España tiene, como es frecuente, un problema de organización territorial y que ambos partidos deberán trabajar por resolverlo, manteniendo su legítimo derecho a defender sus posiciones sobre el referéndum que, de todas formas, guste o no al PSOE, acabará imponiendo la UE. Respeto.

Lealtad: Podemos debería abandonar ya de una vez esa prepotencia, esa soberbia y chulería tan impropias como desagradables y comprender que, pues es el socio menor de una coalición, su función no es imponer nada, sino negociarlo todo con el mayor interés en defender su posición pero, sobre todo, el resultado final. Y aquí es básico que el PSOE y la opinión pública en general confíen en la lealtad de Podemos, cosa que hasta ahora no está muy clara, dada la presumible tendencia leninista de los morados a instrumentalizar el gobierno democrático para alzar luego bandería supuestamente revolucionaria. Lealtad al acuerdo y por ambas partes. Esa es la mejor forma de estabilidad. Lealtad.

Para que la lealtad sea evidente desde el primer momento, ambos partidos deben dejar de insultarse, sobre todo Podemos, que es el que más lo hace. Empiezo a pensar que, además de inexperiencia y cierta mala idea, Iglesias padece una incontinencia verbal bastante cursi y no especialmente brillante que da mucho que pensar respecto a sus verdaderas intenciones.

Quizá sean estas impedir los pactos a toda costa y provocar elecciones en la esperanza de salir bien parado de ellas. También es legítimo, pero, en el fondo, será asimismo el reconocimiento de un fracaso: que la izquierda es tan estúpida que no sabe gestionar una victoria.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
 

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