MADRID.- "Estamos hartos del secreto a voces sobre la desigualdad en el trato y el favoritismo, de la corrupción que no deja huella documental, de la falta de transparencia y la imposibilidad de obtener justicia al denunciar abusos y de la represalia como amenaza y respuesta".
Con estas
 palabras, una treintena de catedráticos y profesores universitarios 
españoles  denuncian la situación que vive la universidad
 de la que, según explican, el escándalo del máster de Cristina 
Cifuentes es solo un ejemplo que les ha servido para unirse contra las 
corruptelas que se siguen produciendo en las instituciones educativas 
españolas.
A través de un manifiesto, estos miembros de la 
comunidad académica aseguran estar asistiendo a un "escándalo sin 
precedentes" ante el caso de la presidenta madrileña  desvelado por eldiario.es. 
Y consideran que "el futuro de la universidad pública y la ciencia en 
España estará condicionado por cómo se resuelva esta crisis, que va más 
allá del caso concreto y el nivel estrictamente gubernativo". 
Los 
firmantes del texto, entre los que hay docentes de las principales 
universidades públicas españolas, consideran que "el comportamiento de 
Cristina Cifuentes es reprobable por motivos sobrados, pero 
especialmente porque instituye la impunidad". 
Porque "el mensaje que 
está enviando es que una conducta inmoral, fraudulenta y hasta delictiva
 tiene réditos y puede eludir las sanciones públicas e incluso las 
judiciales. Es, en definitiva, una llamada a la generalización de la 
corrupción por todo el cuerpo social, y en un asunto vital como la 
formación para la sociedad del conocimiento", sostienen.
Realizando un repaso a la situación que vive la 
universidad española, los firmantes advierten de que al igual que otros 
sectores, "la I+D española ha tratado de soportar la crisis como ha 
podido". 
Pero aseguran que, en este caso, "detrás de lo que parecía 
simplemente ajustarse de forma colectiva a los recortes, se ha producido
 un muy desigual reparto de los costes y esfuerzos, según criterios tan 
poco científicos como la jerarquía y la antigüedad, y exacerbando la 
endogamia heredada". 
Denuncian, así, que mientras las autoridades 
universitarias y científicas "han centrado sus quejas en la falta de 
financiación, en buena medida se han acomodado a relatos 
autocomplacientes sobre la excelencia".
Las 
plantillas universitarias y científicas españolas, añaden, siguen 
teniendo "los salarios más bajos y las peores condiciones laborales de 
Europa, con una explotación sistemática de los investigadores precarios y
 profesores bochornosamente mal remunerados con la aquiescencia de los 
rectorados y departamentos". 
Asimismo, denuncian el papel de los 
sindicatos, que "tampoco han denunciado convenientemente la amortización
 de las plazas de profesorado jubilado".
Celebran 
que, al estallar el 'caso Cifuentes', han sido los estudiantes, 
"minorizados en la representación, marginados en la gestión 
universitaria y primeros perjudicados por toda esta pantomima, quienes 
con su iniciativa han impedido que la Universidad en cuestión dé 
carpetazo rápido al asunto". 
Pero, a su juicio, el problema es el resto 
de los miembros de la universidad, de la Rey Juan Carlos de Madrid y de 
todas las demás del Estado "¿Qué tiene que suceder para que los 
profesores universitarios y científicos españoles, que dedican su 
actividad social a señalar los problemas y retos de la sociedad y 
estudiar las soluciones mejores, admitan que su propio entorno laboral 
merece al menos la misma atención crítica que los asuntos a los que 
dedican su actividad profesional?", se preguntan.
A 
su juicio, dejar el análisis de la situación de la universidad en "unas 
cuantas manzanas podridas excepcionales es de un eufemismo miope". Así, 
consideran que "las prácticas de corrupción y tráfico de influencias que
 sustentan este caso son bien conocidas por cualquier académico" porque 
"no son una excepción sino prácticas corrientes". Lo que sucede, apuntan
 "es que nadie habla de ellas en público y muchos prefieren no admitir 
su proliferación".
Por todo ello reivindican "romper 
el cerco de manipulación interesada, de silencio cómplice y de 
aquiescencia pasiva que mantiene a la comunidad académica bajo un poder 
oligárquico". 
No tienen duda en culpar de la situación actual al PP, 
bajo cuyo mandato en el Gobierno "se han traspasado algunas de las 
propias líneas rojas de este  modus operandi, y en 
estos años de su gobierno la corrupción académica ha sido elevada a un 
sistema institucional de actividades ilegales al servicio del diseño de 
carreras académicas fraudulentas para futuros cargos de la 
administración y figuras políticas y de la empresa privada". Advierten, 
sin embargo, de que el formato "es muy anterior".
"Es
 ese aprovechamiento oligárquico y patrimonial de lo público por agentes
 individuales y colectivos lo que primero degrada los bienes comunes, 
sirviendo en bandeja los argumentos a favor de la privatización. Es 
también el caldo de cultivo de una cultura que acosa a quienes intentan 
resistirse a su poder de imposición o seducción, y que se hace 
manifiesta a cada tanto, desde la selección y promoción del profesorado 
hasta el funcionamiento de las agencias de evaluación pasando por los 
rectorados con sobrerrepresentación de profesorado funcionario y 
llegando hasta las secretarías de educación de los gobiernos autónomos y
 ministerios estatales, las cuales han abandonado cualquier perspectiva 
acerca de los fines colectivos y sociales de la universidad y el CSIC 
que no comporte su subordinación a medidas arbitrarias de corto plazo o a
 subrepticios intereses privados", argumentan. La universidad, explican,
 se está convirtiendo "en el trampolín para todas las puertas giratorias
 futuras de los corruptos".
Como primera medida para 
hacer frente a ese sistema exigen la dimisión de Cifuentes "sin tener 
que esperar a ninguna investigación", dado que aunque "el 
esclarecimiento de responsabilidades penales seguirá su curso", como 
ciudadanos requieren "responsabilidades políticas máximas ya, y entre 
ellas también la dimisión del equipo rectoral de la URJC por las dudas 
que ha sembrado en la gestión de este escándalo".
Exigen, asimismo, "empezar por admitir que todos hemos convivido con esa
 cultura del favor, de la relación personal, la jerarquía impuesta de 
manera arbitraria, de la irregularidad para favorecer a este candidato o
 perjudicar a aquel, de la lucha banderiza de grupos organizados: una 
cultura de la endogamia y la corrupción que a menudo se sitúa por encima
 de adscripciones ideológicas y es reproducida de forma cotidiana por 
muchos en la universidad".
"Hartos" de la impunidad, 
convocan a todos los profesores e investigadores a expresar su "repulsa 
por la situación de la I+D, en contra de la corrupción y a favor de la 
democratización de la gestión del capital humano" en las universidades. 
Pretenden, así, que su manifiesto, inicie un "ciclo de reflexión crítica
 y movilización que incluya en primer término los problemas de 
funcionamiento interno del mundo académico en todo el Estado". 
"Necesitamos abrir una nueva etapa", concluyen.
Entre
 los firmantes están figuras vinculadas a Podemos como Jaime Pastor, 
profesor de Ciencias Políticas de la UNED, Ariel Jerez, profesor de 
Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid o Germán Cano, 
profesor Titular de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Alcalá 
de Henares. 
Además, lo suscriben Ángel Gordo, profesor de Sociología de 
la Universidad Complutense de Madrid; Pablo Sánchez, investigador de la 
Universidad del País Vasco; Marisa González de Oleaga, profesora de 
Historia Política de la UNED, o la socióloga Mariana Ruiz de Lobera.

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