MADRID.- El Gobierno español ha tirado la toalla con su deseo de ver al BBVA
adquirir Bankia e impulsar la creación de la que podría ser la primera
entidad financiera española. La pobre evolución bursátil en los últimos
años de la entidad presidida por José Ignacio Goirigolzarri ha impedido
al Estado reducir su participación al ritmo previsto y provoca que
todavía el Frob (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), a través
de BFA, ostente más de un 60% del capital, lo que es un escollo para la
operación, a juicio de elEconomista.
El plan del Gobierno era plantear una posible integración cuando su
participación fuera más pequeña, de alrededor un 10 por ciento, pero el
mercado no ha acompañado y dar el paso de salir totalmente del capital
de Bankia a los precios actuales podría ser difícil de justificar para
el Estado y para el nuevo ministro de Economía, Román Escolano.
En diciembre, Luis De Guindos colocó entre inversores institucionales
un 7 por ciento del capital de Bankia a 4,06 euros por acción y el
viernes las acciones del banco cerraron a 3,66 euros, un 10 por ciento
por debajo.
Si objetivo del Gobierno es recuperar la mayor parte de los 22.000
millones inyectados al grupo- actualmente su participación en Bankia
está valorada en 6.850 millones-, la venta de capital debería realizarse
al mejor precio posible; algo que impide la volatilidad actual de la
bolsa. Por la misma razón, BBVA tampoco podría justificar una prima
excesiva, que contentara al Estado, y que no pareciera excesiva para sus
accionistas, ya que el banco presidido por Francisco González
previsiblemente debería ampliar capital para afrontar la adquisición.
A corto plazo, no parece que la situación vaya a resolverse gracias a
un rebote significativo de la bolsa. Los inversores están esperando
nuevas colocaciones de acciones de Bankia, ya que España ha fijado
diciembre de 2019 como el deadline para desinvertir en Bankia, lo que
pesa negativamente sobre el valor.
Ignacio Goirigolzarri, presidente del
banco, ha ayudado a afianzar esta expectativa. El ejecutivo ni siquiera
da por definitiva esa fecha, pero lo que sí ha adelantado es que
Moncloa podría impulsar colocaciones más grandes de acciones, que
alcanzaran el 10 por ciento del capital. Desde el rescate del grupo,
ninguna de las dos ventas que se han cerrado -la de diciembre y la de
2014- han sido tan importantes.
A la vez, si el Estado quisiera solucionar la situación de forma
rápida, y vender a un precio bajo toda su participación, podría incluso
interpretarse como un guiño para el comprador y chocar con las
autoridades europeas.
En una hipotética operación en efectivo, si BBVA
comprara a un precio muy reducido -algo que sería bueno para sus
accionistas porque le permitiría rentabilizar la operación- la Comisión
Europea podría considerar la venta una ayuda de Estado.
Este riesgo
sería menos evidente si el Frob hubiera ya reducido su participación por
debajo de lo que se considera una posición de control -el 30 por
ciento- porque la influencia del Estado sobre el precio ofertado parecía
menor.
El otro hándicap es el BCE. La elevada presencia del Frob en el
capital de Bankia, también complica la integración de cara a esta
institución, aunque solo fuera por motivos políticos. El nombramiento de
Luis de Guindos como vicepresidente de la entidad es muy reciente, por
lo que plantear ahora la venta a un tercero del 60 por ciento del
capital del banco, que el BCE tendría que analizar, puede no ser el
mejor momento para poner sobre la mesa una operación tan compleja.
Fin a los rumores
Con
este contexto de fondo, la semana pasada quien había dado alas a las
especulaciones sobre una fusión entre BBVA y Bankia se encargó de
cerrarlas. Así, José Ignacio Goirigolzarri trató de pasar página a la
posible operación en las reuniones con periodistas previas a la junta de
accionistas, que se celebró el pasado 10 de abril en Valencia.
Goirigolzarri aprovechó estos contactos para negar la interacción con
Moncloa enfocada a trabajar en una posible fusión con BBVA. "Nunca nos
hemos sentado, nunca nos han dado ninguna indicación el anterior
ministro o el actual ministro. Aquí puedo ser absolutamente radical,
claro y tajante. Nunca ha habido nada", señaló.
Con sus palabras trataba
de cerrar una especulación alimentada por una entrevista suya en
Financial Times a principios de marzo, en la que se le atribuyó que, en
su opinión, Bankia encajaba a la perfección con BBVA.
BBVA, por su parte, nunca ha alimentado esta expectativa y recuerda
que su presidente, Francisco González, reiteró hace pocos días ante la
junta de accionistas que no iba a comprar bancos "físicos".
Esta afirmación taxativa fue una de las pocas partes del discurso
ante sus accionistas en las que González se salió del guion escrito;
tratando de dejar claro que él no iba a comprar Bankia y, por tanto,
cerrando la puerta a que Goirigolzarri regresara a BBVA.
González pretende dejar su cargo a finales de 2019, lo que ha
alimentado las especulaciones sobre su sucesor. El nombramiento de Jaime
Caruana, exgobernador del Banco de España, como consejero del banco le
ha colocado como uno de los candidatos favoritos de las apuestas. José
Ignacio Goirigolzarri, que fue consejero delegado de BBVA durante ocho
años, hasta que abandonó el banco en 2009, podría haber sido el
sustituto de Francisco González, en el caso de que finalmente se hubiera
impulsado la integración.
Lógica de negocio
La
unión frustrada entre Bankia y BBVA permitía a las dos entidades ampliar
su negocio en zonas geográficas en la que ambas tienen más debilidades.
Bankia, con el grueso de negocio en Madrid procedente de la antigua
Caja Madrid y en la Comunidad Valenciana, por la herencia de Bancaja,
podría haber entrado con más fuerza en mercados como Cataluña y País
Vasco, en los que BBVA tiene su fortaleza.
Cabe recordar que el banco
que preside Francisco González tiene una amplia presencia en Cataluña
tras hacerse en marzo de 2012 con Unnim Banc y en julio de 2014 con
CatalunyaCaixa. Del mismo modo, BBVA habría reforzado su negocio en la
zona del Levante.
Estas sinergias compensatorias a nivel geográfico hubieran limitado a
los dos bancos la reducción de costes ante el menor nivel de
solapamiento. No obstante, los ajustes de sucursales y personal se
podrían haber realizado sobre todo en este aspecto en Madrid o, del
mismo modo, en los servicios centrales.
La integración hubiera dejado un
grupo de 5.442 oficinas y 44.086 empleados, casi el doble de los que
tiene el grupo Santander. La posible unión también hubiera fortalecido a
BBVA en el perfil de pymes y empresas que mantiene BBVA.
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