MADRID.- La energía solar ha emergido como la fuerza inagotable que necesitan los agricultores pobres para regar sus campos, pero el descontrol y las prácticas abusivas pueden conducir a una nueva "sequía escondida" en los acuíferos.
La tecnología solar en agricultura, en plena expansión, permite
aumentar la extracción de agua, la superficie irrigada y, con ello, la
productividad de los cultivos.
Una ecuación no del todo positiva si se deja de lado el factor de la sostenibilidad ambiental, dados los "riesgos inherentes" que conlleva para los acuíferos, explica la experta Karen Villholth, del Instituto Internacional para la Gestión del Agua (IWMI, por sus siglas en inglés).
"Hemos visto que en muchos países esos sistemas han ido mal porque no
se están desarrollando de manera sostenible", apunta Villholth, que
recuerda que, una vez sacada el agua, resulta "muy difícil recuperar el
recurso".
Por eso recomienda actuar teniendo claro que "prevenir es mejor que
curar" y pide adaptar los planes a las circunstancias de cada lugar,
limitar el uso de aguas subterráneas, permitir solo ciertos cultivos,
supervisar su funcionamiento y promover la recarga hídrica de los acuíferos.
Según estimaciones difundidas esta semana en un foro internacional en
Roma, el 41% de las áreas regadas proceden de aguas subterráneas y
hasta el 27% de esas aguas se bombean de modo insostenible.
El riesgo de una "sequía oculta" bajo tierra surge en áreas como el este y el sur de Asia, donde los acuíferos ya están sobreexplotados y todavía pueden estarlo más con el potencial de las energías renovables.
En la India, las autoridades subsidian hasta un 90% del coste de las
placas fotovoltaicas para llevar la electricidad a los pobres que aún
tienen serios problemas de acceso.
En paralelo, el 30% de los acuíferos indios se hallan en estado
crítico, entre otros motivos porque en la cuenca del Ganges y los otros
grandes ríos que se extienden por el norte de ese país y sus vecinos se
concentra la cuarta parte de las extracciones de aguas subterráneas de
todo el mundo.
En una aldea de Nepal, el investigador de la Universidad
estadounidense de Arizona Netra Chhetri comenzó a ver los primeros
paneles hace cinco años, un fenómeno tecnológico que "rápidamente ha
cambiado a la gente y las políticas".
Los habitantes se han servido de la energía solar para diversificar
sus cultivos y ya no solo cosechan arroz, sino también maíz y verduras, incrementando la producción en un 60%.
Además de incentivar las nuevas tecnologías, Chhetri abogó por
innovar en los mercados y las instituciones para extender el tendido
eléctrico a todos los hogares rurales.
En Oriente Medio, el experto de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Ahmed Abdelfatah auguró un auge de la competición empresarial en ese sector.
El norte de África suele disfrutar de 330 días de sol al año y, sin
embargo, se pierde hasta el 15% de la energía en su transporte a las
zonas áridas, por lo que los paneles solares son una alternativa "in situ".
Es la idea que subyace en una iniciativa para elevar la capacidad
energética destinada al regadío en el delta del Nilo, en Egipto, y en
otra junto a una presa de la provincia jordana de Mafraq, donde están
combinando el riego con tecnología solar y el almacenamiento de agua.
La utilización de las aguas superficiales de ríos y embalses puede, además, reducir la presión sobre los acuíferos.
La experta de la Universidad Politécnica de Madrid Rita Almeida
subrayó que, al margen de las fuentes energéticas, habría que pensar
también en cambiar los sistemas de irrigación.
El proyecto en el que participa, con fondos europeos, busca un
consumo de energía 100% renovable y reducir el del agua en un 30%.
Almeida mostró la construcción de estanques en España que sirven para
abastecer a toda la comunidad de regantes y que, cubriéndolos con placas solares, permiten aprovechar el espacio y evitar la evaporación de un bien tan preciado como el agua.
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