Se inicia este jueves, en el Congreso de los Diputados, la moción de censura al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy,
que ha presentado el PSOE y sobre la cual existe, por primera vez en
este tipo de iniciativas parlamentarias, una enorme incertidumbre.
Tanto, que todas las hipótesis son posibles, incluso la más inverosímil:
que el aspirante Pedro Sánchez concite una suma de
votos suficientes para llegar a la Moncloa.
No es esta, pese a todo, la
hipótesis más probable aunque el estado de pánico de los populares
durante todo este miércoles pueda dar a entender lo contrario. En
cualquier caso, acabe como acabe la moción de censura, el ganador tendrá
una victoria pírrica, ya que la crisis política en España es tan
profunda que cuesta ver el fondo y lo que existe es toda una crisis de
estado que desembocará en elecciones en poco tiempo.
La estabilidad en España ha saltado por los aires entre casos de
corrupción, una crisis territorial en la que solo la violencia y la
fuerza del Estado ha hecho desistir al independentismo catalán del referéndum del 1 de octubre
y de la proclamación de independencia en el Parlament, la crisis
judicial con órdenes de extradición en cuatro países europeos y que o
han sido rechazadas o han dejado en una posición incómoda a España y la
emergencia de un partido como Ciudadanos, que es una combinación de
populismo y de extrema derecha, con opciones de estar en unas elecciones
el partido más votado.
Nada de todo ello resolverá la moción de censura, que encamina a
España hacia el final de la transición. Y donde la certeza de que la
sangre de un PP herido de muerte empieza a ser olida por todos sus
adversarios y, lo que es peor, dentro de las propias filas. Ya se sabe,
es en momentos de crisis cuando surge la peor versión de las
organizaciones políticas y en las filas populares parece haberse
olvidado que Rajoy tiene más vidas que un gato y no es seguro que su
epitafio esté irremediablemente escrito.
Por si acaso, a Rajoy los suyos
le aplauden en el Congreso y, al mismo tiempo, se le intenta despeñar
desde detrás de las bambalinas. Desde el edificio anexo de la
vicepresidencia se propaga el pánico e incluso se difunde que
ella estaría dispuesta a asumir la presidencia si Rajoy dimitiera en las
próximas horas para que no triunfara la moción de censura. Nada nuevo:
los puñales entre un edificio y otro hace mucho tiempo que vuelan aunque
el político gallego siempre ha preferido mirar hacia otro lado. Así le
ha ido.
Entre tanto, para que nadie diga que el gobierno español no piensa en
la imagen en el extranjero del país, un ministro ha tenido la brillante
idea de ofrecer incentivos económicos —12.000 euros— a los
corresponsales de la prensa española en el exterior si hablan bien de
España. Algo que ha provocado una carcajada entre los corresponsales
extranjeros en España, además de la lógica irritación por tan chusca
iniciativa. Por cierto, el silencio de las asociaciones de prensa de
Madrid ha sido clamoroso.
Y, en este clima, de torpeza y fachendería, Rajoy libra su última batalla. Mientras, la rama impide ver el árbol. Podrido.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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