MADRID.- Las familias españolas han vuelto a necesitar financiación en términos netos por primera vez desde el comienzo de la crisis. Se trata de una cantidad pequeña. Tan solo 3.063 millones de euros. Pero, según los datos del INE, en 2017 las rentas de los hogares no bastaron para afrontar sus compras de vivienda y consumo. Por eso, tuvieron que tirar de crédito o acudir a sus depósitos y activos ahorrados, tal como recoge hoy El País.
Según las
cuentas financieras del Banco de España, en 2017 las familias solo redujeron su deuda en 810 millones
frente a los 46.000 millones recortados, por ejemplo, en 2013. Aunque
las cantidades sean modestas —los pasivos de los hogares ascienden a
775.000 millones—, se aprecia un cambio de tendencia: las familias han
concluido el fuerte proceso de ajuste de la deuda que iniciaron tras el
estallido de la burbuja.
Las familias empiezan a aflojarse el cinturón. La crisis financiera
cogió a los hogares en 2008 con un exceso de endeudamiento provocado por
un mercado inmobiliario cuyos precios se habían disparado. Hasta el
punto de que solo en 2007 llegaron a precisar en torno a 57.000 millones
prestados. Las cifras eran mareantes. Justo en ese momento la economía
española sufrió un abrupto recorte de la financiación exterior.
Y la
necesidad de restablecer la competitividad obligó a un ajuste en
salarios y plantillas que sembró todavía más la incertidumbre. A marchas
forzadas, las familias empezaron a amortizar sus hipotecas. Y la
concesión de nuevo crédito inmobiliario se paró en seco. Durante esos
años, los hogares llegaron a ahorrar unos 220.000 millones para bajar
deuda.
Sin
embargo, los últimos datos del INE y del Banco de España reflejan que
este proceso está empezando a perder fuelle. Tras casi una década, las
familias volvieron a no cubrir con sus rentas lo que destinan a consumo e
inversión.
Para ello, tuvieron que recurrir, por una parte, a un
incremento del crédito no hipotecario, que creció en torno a un 6%. Solo los préstamos para consumo se elevaron a un ritmo superior al 15%, según datos del supervisor.
Dos factores impulsaron este alto crecimiento de la financiación del
consumo: por un lado, la mejora de las perspectivas económicas, que hace
que los hogares prevean mayores ingresos en el futuro. Por otro,
durante la crisis, fruto de la incertidumbre, se pospusieron numerosas
compras de bienes de consumo duradero como electrodomésticos o
automóviles que ahora sí que se han estado produciendo.
Aunque la cantidad concedida de hipotecas también creció con fuerza
el año pasado, alrededor de un 15%, la amortización del crédito
inmobiliario fue todavía mayor y el saldo existente se redujo un 2%.
Además, las familias dispusieron de una parte de sus depósitos y activos
ahorrados para financiar esas necesidades. Como resultado, la deuda no
aumentó justo en esos 3.063 millones que recoge el INE.
Según las
cuentas financieras del Banco de España, el endeudamiento de los hogares
no subió pero disminuyó muy poco: desde los 775.318 millones de 2016
hasta los 774.508 millones anotados en 2017. Una reducción de solo 810
millones en un año, una cantidad que se antoja muy pequeña si se compara
con los recortes de deuda que se llevaron a cabo en los ejercicios
precedentes: por ejemplo, en 2011 se redujeron los pasivos de las
familias en unos 27.000 millones; en 2012, en 37.000; en 2013, en
47.000; en 2014, en 36.000; en 2015, en 24.000; y en 2016, en 13.000.
“Con la información disponible, parece que el proceso de
desapalancamiento se está agotando. Parece un punto de inflexión”,
afirma Rafael Doménech, economista de BBVA. Ya nada apunta que se
vuelvan a dar fuertes bajadas como las que se registraron durante la
crisis. En términos nominales, los pasivos podrían incluso seguir
descendiendo.
Pero los expertos señalan que en todo caso lo harían a
velocidades muy suaves. En relación con el PIB, gracias al crecimiento
económico que sube el denominador, la deuda podría continuar
reduciéndose durante algunos años más.
Así las cosas, el endeudamiento de los hogares ya se sitúa cerca de los
niveles europeos, en torno al 60% del PIB frente al 84% que se alcanzó
en 2009. Como explica María Jesús Fernández, analista de Funcas, ahora
mismo resulta inimaginable que, a medio plazo, el endeudamiento recobre
cotas cercanas a las registradas en el pasado.
Según el INE, los hogares llevaban ocho años obteniendo capacidad de
financiación, esto es, consiguiendo más renta de la que gastaban o
invertían. En total, entre 2009 y 2016 acumularon la abultada cifra de
214.511 millones ahorrados, aproximadamente una cuarta parte del PIB que
se destinó sobre todo a reducir endeudamiento. Pero, ¿a qué obedece
este leve repunte de 3.063 millones en la necesidad de financiación?
Como
se aprecia en las cifras del INE, en 2017 las rentas de los hogares
engordaron en unos 14.000 millones mientras que el consumo subió en
cerca de 25.000. Es decir, las rentas crecieron menos de lo que lo
hicieron las compras. Y eso provocó que el ahorro se derrumbase.
Al comienzo de La Gran Recesión, la tasa de ahorro se disparó hasta
máximos históricos, alcanzando el 13,4% de la renta disponible. Pero
en los últimos años ha estado siguiendo el camino inverso: en 2017
descendió un 24% respecto a 2016, tocando el mínimo de la serie
histórica en un 5,7% de la renta disponible, unos 40.000 millones de euros.
Ese dinero ahorrado el año pasado no fue suficiente para financiar
los 43.000 millones que en 2017 las familias destinaron a inversión, o
lo que es lo mismo: adquisición de vivienda. La inversión de los hogares
aumentó un 18% sobre el año anterior.
De ahí en buena medida la
necesidad de financiación de las familias durante el pasado ejercicio.
En definitiva, los hogares consumieron más, ahorraron menos y compraron
más viviendas, lo que hizo que por primera vez en una década volvieran a
precisar financiación.
Demasiado crédito acumulado en hogares con rentas bajas
Los datos del INE y del Banco de España marcan un cierto cambio de
tendencia en la deuda de las familias. Aunque incluso podría seguir
bajando algo, todo apunta a que empieza a estabilizarse en torno al 60%
del PIB.
Ahora bien, cosa distinta es el análisis que se debe hacer de
esa deuda. Por una parte, las cifras del Banco de España señalan que
todavía hay demasiada deuda concentrada en familias con rentas bajas, lo
que todavía puede significar un problema.
Sobre todo si los tipos de
interés empiezan a subir teniendo en cuenta que buena parte de ese
crédito está a tipos variables. Aunque las amortizaciones de hipotecas
todavía estén dominando y sean mayores que la concesión de crédito
inmobiliario, se corre el riesgo de que una parte de la población quede
atrapada en esa deuda.
Como explica María Jesús Fernández, de Funcas, otra cuestión es si
resulta conveniente para el conjunto de la economía que el
desendeudamiento de las familias empiece a perder fuerza. La deuda
exterior de España permanece ligeramente por encima del 80% del PIB. Se
trata de unas cotas altísimas que hay que renovar y que exponen a España
a cualquier vaivén de los mercados.
Además, la deuda de las
Administraciones Públicas es muy elevada. Y el envejecimiento de la
población puede hacer que persista la presión sobre el gasto público.
Máxime cuando en los próximos años comenzarán a jubilarse las primeras
generaciones del baby boom español.
Cierto es que las empresas prosiguen con su reducción de pasivos a una velocidad inaudita,
y eso compensa, en parte, lo que pueda suceder con el resto. Estas han
pasado de necesitar endeudarse en unos 44.000 millones en 2008 a obtener
unos 34.000 millones de liquidez anual en 2017.
Gracias a esa capacidad
de financiación, la deuda de las sociedades no financieras se ha
desplomado en 285.000 millones desde 2009, rondando ahora un nivel sobre
PIB similar a la media de países europeos. Eso sí, se ha producido en
gran medida a costa de un ajuste laboral que sigue mermando las rentas
de los hogares.
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