miércoles, 6 de marzo de 2019

De llevar el bikini a Benidorm a paralizar la exhumación de Franco


MADRID.- Francisco Javier era el pequeño de cuatro hermanos y quizá el que más admiraba a su padre. Una docena de fotografías suyas decoran el recargado despacho que heredó de él en el centro de Madrid. Su padre era don Pedro; no hacía falta más para identificarle en Benidorm. Fue el alcalde que transformó un pueblo de pescadores de apenas 2.000 habitantes en la meca del turismo de sol y playa y los paquetes vacacionales para la clase media europea. Un visionario del turismo en los años 50 que autorizó el uso del bikini en sus playas. Falangista convencido, también. Fiel a Franco hasta su muerte. Y padre del hombre que -quién se lo iba a decir- ha logrado esta semana suspender la autorización municipal de obra para retirar la lápida del dictador del Valle de los Caídos, se relata en El Mundo.

"Yo esto lo hago en gran medida por mi padre. Admiraba al Caudillo, habría dado la vida por él. Y estoy seguro de que, desde ahí arriba, está apoyándome y ayudándome a redactar los recursos. Fue abogado como yo, mi maestro. Me hice abogado por él".
Francisco Javier Zaragoza Ivars -nacido en Benidorm en 1964; traje, corbata, buen humor, mirada inquisitiva; "Fascista, sí, fascista", se carcajea- es abogado especializado en urbanismo. Quico (así le llama su círculo) lleva miles de papeles presentados ante los juzgados. Pero es un puñado de ellos, que empezó a preparar en diciembre, el que lo ha situado en el foco público.

Un misterioso cliente

Todo empezó, cuenta, con "un muy buen cliente" para el que había conseguido "cinco millones de euros" por la expropiación de unos terrenos; un particular que nada tiene que ver con la política, precisa. Éste le preguntó qué podía hacerse con la licencia que había otorgado al Gobierno central el Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial -en manos de una plataforma local - para acometer la obra que requiere abrir la tumba de Francisco Franco y sacar de allí sus restos. Una de las batallas clave del PSOE. 
Entonces Zaragoza Ivars descubrió que la autorización urbanística, basada en el informe de viabilidad del aparejador municipal, era "una chapuza" plagada de irregularidades. Un amigo de su cliente le pidió que también interpusiera un recurso en su nombre. Y "se fue corriendo la voz" hasta que en total "15 españoles indignados" con la iniciativa de Pedro Sánchez para "humillar al general Franco" se han sumado a esta lucha que jurídicamente comanda -gratis, dice- el hijo del fallecido regidor de Benidorm. El alcalde de la Vespa.
Los 15 recursos contra el permiso otorgado por el Ayuntamiento madrileño se encuentran en ocho juzgados distintos. Pero la alegría se la ha dado uno de los últimos que ha presentado: el titular del juzgado de lo Contencioso-administrativo número 3 de Madrid, José Yusty Bastarreche, ha decidido aceptar las medidas cautelarísimas que él solicitó y suspender la obra de forma provisional. Zaragoza Ivars se muestra exultante: "La licencia hace aguas por todas partes".
En el despacho madrileño que perteneció a su padre y que mantiene casi como estaba -una mesa de cristal repleta de medallas militares; un gorro de Franco dedicado por Carmen Polo; el revólver con el que se protegía su padre, amenazado por ETA; una estampa mitinera de José Antonio Primo de Rivera; estanterías repletas de antiguos libros de Derecho-, Quico Zaragoza afirma que su iniciativa no está coordinada con la familia Franco, que libra por su lado la batalla principal, en contra del decreto de exhumación ("de profanación", corrige) promulgado por el Gobierno socialista.
El letrado mantiene una buena relación con los Franco -compartió veranos en Benidorm con sus nietos y promoción en la Complutense con Jaime Martínez Bordiú- y, tras ofrecerse a ellos por si necesitaban un abogado para esta cuestión (se ofreció también a la Fundación Nacional Francisco Franco, cuya filiación como socio heredó con orgullo de su padre), les ha informado de los recursos que iba a poner en marcha. "Nada más", dice. "A los muertos hay que dejarlos donde están", argumenta, "sean los que sean".

La historia del alcalde

Su padre fue una verdadera figura en la España franquista. Sobre él se han rodado un documental (El hombre que embotelló el sol, 2016) y un cortometraje (Bikini, 2014), y hasta los concejales socialistas de Benidorm promovieron que una calle de la ciudad llevara su nombre. Porque Pedro Zaragoza Orts fue el creador de Benidorm tal y como la conocemos ahora.
Corría el año 1950 cuando don Pedro, entonces jefe local de la Falange, empezó a gobernar. Tenía 28 años y antes se había dedicado a infinidad de cosas: estudió para marino, trabajó en la mina, de maletero en la estación de Delicias en Madrid, en la Caja de Ahorros del Sureste... Al frente de la alcaldía estaría 17 años, hasta 1967. Y pasaría a la historia por un empeño que le hizo valedor de la etiqueta de visionario: convertir Benidorm en un gigante del turismo.
Para eso, en primer lugar, impulsó en 1951 un audaz plan de urbanización que dio la vuelta al pueblo. Unido a ello, protagonizó la anécdota que él contaba orgulloso, que su hijo repite y que lo hizo famoso en todo el país: en aquellos primeros años 50, don Pedro, el joven alcalde de la pequeñita Benidorm, agarró un día su Vespa y con ella condujo hasta El Pardo, donde, "gracias a sus contactos", logró que Francisco Franco le recibiera. Su preocupación: el bikini.
Mediante un decreto, el alcalde había autorizado el uso del bikini en las playas de Benidorm para no ahuyentar a las extranjeras, que usaban con total naturalidad aquel provocativo atuendo, prohibido en España, y se veían multadas por la Guardia Civil. Además, Zaragoza había anunciado sanciones para quien insultara a sus portadoras. Aquello provocó que el arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, quisiera excomulgarlo. El alcalde lo contó así en una entrevista a El País: "Hubo dos ministros que le pidieron al arzobispo de Valencia que me abriera un expediente de excomunión. Al final me abrieron cuatro. Y me atacaron tanto que, totalmente desesperado, cogí la Vespa y me fui a ver al Caudillo".
Según la familia Zaragoza, la conversación transcurrió más o menos así: el alcalde le expuso a Franco las ventajas económicas del turismo y argumentó que para potenciarlo era imprescindible que las extranjeras se sintieran cómodas con su bikini en las playas; el general Franco lo entendió y le respondió: "Váyase usted y haga lo que tenga que hacer, no tendrá ningún problema. Y a partir de ahora, acuda directamente a mí".
-¿Qué le dio su padre a Franco?
-Mi padre era muy socarrón, con mucho don de gentes... Y el Caudillo no era tonto. Tampoco tenía cuernos ni rabo, según me dijo... Franco hizo cosas muy buenas, como mi padre.
-¿No fue un dictador?
-¿De un país en el que la gente salía y entraba libremente? ¿Le llamamos dictablanda? No estaban permitidos los partidos... ¿pero los partidos para qué sirven, para enchufar al hijo tonto...?
El caso es que el alcalde de la Vespa se lo ganó. El documental sobre él afirma que no hay registros de esa audiencia en El Pardo ni de los expedientes eclesiásticos. Quico Zaragoza replica que todo ocurrió como lo contaba su padre; y que los hijos y nietos de Franco así lo atestiguan. "Tendré que pedirles que me lo firmen ante notario", bromea.
La bendición del dictador llegó a través de su propia esposa. Aquel mismo año, relata Francisco Javier, Carmen Polo viajó a Benidorm y se alojó en casa de los Zaragoza. Llegó a trabar una buena amistad con la mujer del alcalde, María Ivars. Los visitó en más ocasiones y los Franco llegaron a comprarse un apartamento en Benidorm, donde veranearon sus nietos.

Evita Perón y el festival

En los años siguientes, el alcalde de la Vespa se inventó el Festival de la Canción -el de Julio Iglesias y Raphael-, llenó Alemania de carteles que promocionaban Benidorm, abrió un consulado de la ciudad en Laponia... Hasta Perón y Evita lo visitaron después de que Pedro Zaragoza les escribiese una carta diciéndoles que allí serían bien acogidos.
Tras su etapa como alcalde, ascendió a director general de Actividades Turísticas en toda España. Después fue gobernador civil en Guadalajara. Pero la Transición le disgustó. Votó no a la Ley de Reforma Política. Cuando Franco murió, se hizo cargo de los asuntos legales de la familia ("La primera declaración de la renta la hice yo", contó) y dejó sus cargos. Nunca renegó del franquismo.
Amigo de Manuel Fraga y de Enrique Thomas de Carranza, echó una mano en la incipiente Alianza Popular, pero estaba desencantado. ("Soy falangista, pero si alguien me dice que soy de derechas me sienta peor que si me insultasen", dejó dicho). No era su mundo. Cuando en distintas ciudades de España se fueron retirando las estatuas en honor a Franco, él se ofreció a comprarlas. "Ni le respondieron", lamenta su hijo. Se jubiló como jefe de promociones en la Confederación de Cajas de Ahorro. Como abogado nunca dejó de ejercer. Murió en 2008 a los 85 años en su Benidorm. El pasado enero lo hizo su esposa, a los 96.

Dos jueces en liza

La determinación del padre parece haberla heredado el hijo, también abogado y también marino. En sus 15 recursos contra la licencia del Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial, el abogado se agarra, resumiendo mucho, a un argumento: que según el reglamento municipal, la tumba de Franco es un monumento mortuorio de valor -"como la tumba de Lenin en Moscú, que también he visitado", dice- que desde 1999 está calificado como objeto de protección integral global. Y que con esa calificación, sólo pueden hacerse obras de mantenimiento y restauración.
"Obviamente, levantar una losa que puede pesar dos toneladas te obliga a romper el mármol negro que hay alrededor, reponerlo y asegurarte de que eso va a quedar estable para cuando luego los chinitos pasen por encima. Eso no es restauración ni mantenimiento. Ni tampoco una obra menor, como se ha tramitado".
Pero no está nada ganado, todavía. Un día después de la suspensión cautelar decretada por el juez Yusty Basterreche, su compañero del juzgado de lo Contencioso número 13 de Madrid, Daniel Sancho Jaraiz, tomó la decisión contraria respecto a otro de los recursos impulsados por Quico Zaragoza. Donde el primer juez subraya "el riesgo evidente de caída, rotura o cualquier otro accidente que pueda ocurrir" en la obra permitida por El Escorial -además de añadir, saliéndose del debate en cuestión, que no hay "especial urgencia" en la exhumación de Franco por llevar enterrado en la Basílica "más de 44 años"-, el segundo cree que "no ha quedado justificado de qué modo o de qué manera sería irreparable, desde el punto de vista urbanístico", la decisión de retirar la lápida". Es decir, que ésta podría quitarse y luego reponerse en el caso de que el Tribunal Supremo, que analiza el asunto mollar (la legalidad de la exhumación), acabe fallando que los restos de Franco deben mantenerse donde están.
Lo lógico es que ahora todas las causas se agrupen en un solo juzgado. Tanto las 15 que lidera este abogado como otra veintena que, según fuentes judiciales, han recurrido la misma decisión de El Escorial. Así lo han pedido la Abogacía del Estado y el propio juzgado número 13 -el que le da la razón al Ayuntamiento-, que, al ser el que recibió el primer recurso por reparto, será probablemente el que resuelva el asunto.
Con dos peros: el juez que ha dictado la suspensión del traslado puede negarse a entregarle su caso y sería el Tribunal Superior de Justicia de Madrid quien decidiera, algo que podría alargarse durante uno o dos meses. La otra precisión: al haber dos resoluciones contrarias, por el momento la que impera, por cautela, es la de la suspensión, aunque no es definitiva y ahora el juez Yusty Basterreche debe escuchar al consistorio y a la Abogacía del Estado para resolver si la mantiene o cambia de opinión. En todo caso, el tiempo corre en contra de los intereses del Gobierno, que querría cumplir su promesa antes de las elecciones del 28 de abril.
Desde los retratos en blanco y negro entre las paredes de su viejo despacho, el alcalde de la Vespa parece sonreír con picardía. Él ya logró un imposible y su hijo pretende seguir su camino.

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