martes, 28 de abril de 2020

El regreso a la normalidad económica / Primo González *

Ya era de esperar que empresas y trabajadores, y desde luego los Gobiernos en todas partes, se tomasen la vuelta a la normalidad tras el confinamiento con la mayor rapidez  posible, por mucho que las advertencias sobre los riesgos inherentes a una precipitación estén proliferando en las declaraciones oficiales. 

El regreso será gradual y ocupará el calendario del mes de junio al completo, con alguna prolongación no exenta de polémica, como la del sistema educativo, y otras como la hostelería o el turismo, por citar algunas de las que tienen un mayor impacto en la vida cotidiana y en sectores de  vanguardia de nuestra economía.

La doble exigencia  del momento  tiene muy claras sus prioridades. Primero, frenar la pandemia y  evitar por encima de todo que el impacto en la salud de los españoles vuelva sobre sus pasos del mes de marzo.  Segundo, acelerar la puesta en marcha del sistema productivo para que el quebranto económico sea minimizado, evitando sumar desgracias a las que ya de por sí ha generado  la extensión de la enfermedad y del confinamiento de la sociedad en sus domicilios.

Ambas cosas son importantes, indudablemente la relacionada con  la recuperación de la salud y la derrota de la enfermedad como prioridad absoluta e innegociable. 

Inmediatamente, el retorno a la actividad para lograr que la máquina  de generar riqueza no se mantenga paralizada  y se convierta en otra enfermedad grave en sí misma. Naturalmente, la frontera entre la lucha contra la enfermedad y el retorno a la normalidad productiva es muy difusa, no es  idéntica en todos los territorios del país ni en todos los sectores de la sociedad.

Es una frontera bastante difusa, en la que hay acertar en las prioridades. Por ejemplo, el sector turístico, un sector clave para la economía española,   presenta innumerables  variantes que ejercen  de forma continuada puntos de fricción entre  el desarrollo de las actividades  económicas propias del sector y el respeto a las nuevas exigencias de profilaxis ante el riesgo de recaer en los contagios.  Respetar las distancias mínimas en las  atestadas playas españolas es poco menos que imposible, lo mismo que en las instalaciones hoteleras. 

Cabe incluso preguntarse si el sector turístico puede volver  en España a ser lo que fue y la respuesta más frecuente que nos estamos encontrando en estos momentos es negativa.  Otro importante sector de la actividad es el del transporte, en el que cabe decir casi lo mismo.

La diferencia entre los sectores es, al mismo tiempo, una diferencia entre países y sistemas productivos. El sector turístico es de vital importancia para la economía española, lo que no sucede en  otros países, cuyas fuentes de riqueza  se sustentan en otro tipo de actividades, en las que las nuevas normas de convivencia y de actuación coherentes con el nuevo mundo que tendremos que afrontar tras la pandemia son manifiestamente distintas. 

Ya lo estamos empezando a ver en parte durante las últimas semanas, en las que los datos de incidencia de la pandemia difieren entre países, a veces de forma muy importante. Y ello no siempre  obedece a la diversidad de  costumbres o los diferentes grados de cultura colectiva o de responsabilidad colectiva.

Las diferencias responden también a  diferencias entre las estructuras económicas de unos y otros países. El mundo posterior a esta pandemia será posiblemente muy distinto en muchas cosas, pero en la economía  posiblemente  se traduzca en distanciamientos  que no siempre responderán a las conductas de los ciudadanos sino a  diferencias que resultarán más difíciles de superar.


(*) Periodista y economista


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