lunes, 23 de noviembre de 2020

BBVA-Sabadell, una fusión pasada de vueltas

 BARCELONA.- Un escalofrío sacudió el lunes los centros neurálgicos del sistema bancario cuando BBVA y Sabadell emitieron sus comunicados confirmando que habían iniciado conversaciones para una posible fusión. Los informados sabían que las cosas no estaban aún suficiente maduras para hacer anuncios públicos, aseguran fuentes conocedoras de la evolución de los acontecimientos e implicadas en su rumbo, según publica La Vanguardia

El Sabadell, por ejemplo, tenía previsto firmar al día siguiente un acuerdo con los sindicatos sobre reducción de plantilla, que finalmente se descartó. El calendario inicialmente previsto por los presidentes, Carlos Torres (BBVA) y Josep Oliu (Sabadell), para el caso de que las negociaciones avanzasen, era realizar el anuncio en torno al último tramo del mes de diciembre. Una vez divulgado, cualquier desenlace que no fuera el acuerdo sería un problema. 

Por eso, las palabras del consejero delegado del BBVA, Onur Genç, dos días después, el miércoles, enfriando las expectativas y abriendo el abanico de posibles opciones de futuro para el banco vasco, se interpretaron como algo más que el previsible movimiento para fortalecer posiciones en la negociación y lograr un mejor precio u otra ventaja. 

Lo cierto es que queda mucho por delante antes de dar por cerrada una fusión que sus protagonistas no esperaban haber anunciado aún, pese a que ya estaban en la fase de la due diligence (comprobación del estado real) y el intercambio de datos confidenciales entre los equipos de los dos bancos. ¿Es imaginable entonces un desenlace sin acuerdo, es decir de abandono de la fusión?  

Una pesadilla, seguro, para los gestores de los bancos, especialmente para el más pequeño, el Sabadell, quien más explicaciones sobre el fracaso debería dar a los inversores para intentar aclarar los motivos de ese indeseado desenlace. ¿La revisión y el análisis de las tripas de los bancos han puesto de manifiesto algún problema grave o una realidad poco edificante? Esta sería la primera pregunta en los mercados, que muy probablemente castigarían de manera inmisericorde, y también desigual, las acciones del más pequeño de los dos bancos. 

De hecho, si Oliu aceptó, en pleno verano, adentrarse en un proceso que implica la absorción de su entidad y la pérdida de la independencia, fue precisamente por la evidencia de que los mercados no le estaban dando el tiempo que pedía para reducir costes y recuperar la rentabilidad de la fallida inversión en el británico TSB. En la última década, el Sabadell ha pedido a sus accionistas el doble de capital de lo que ahora capitaliza en bolsa.

Esta fusión, como la ya encarrilada entre CaixaBank y Bankia, es un movimiento defensivo de los bancos, que deben afrontar el estrechamiento de los márgenes en un contexto de seguro crecimiento de la morosidad a consecuencia de la pandemia. El BBVA depende en exceso de un mercado emergente, como es el de México, en un contexto de creciente complejidad política en ese país, que le aporta en torno a la mitad de su beneficio total. 

El Sabadell, es fuerte y competitivo en el mundo de las pymes, precisamente las que más están padeciendo, y lo harán en el futuro, los golpes de la pandemia sobre la actividad económica. Incluso con efecto diferencial entre Catalunya y el resto del mercado español, por la mayor dureza de las restricciones a la actividad aplicadas en la comunidad autónoma. 

Ninguno de los dos, pues, está en buenas condiciones para dar marcha atrás a un proceso que los mercados han saludado con euforia, dando a entender que lo ven como una buena solución para despejar las incógnitas sobre su futuro. 

Escenario de pesadilla también, el de una marcha atrás, para los reguladores, el Banco de España y el Banco Central Europeo (BCE), partidarios decididos de estas operaciones, siempre que lo que se anuncie, se ejecute finalmente. En caso contrario, podrían tener que utilizar mecanismos no deseables para evitar problemas mayores. La resaca de retorno es tan peligrosa para la banca como el clima de incertidumbre sobre su futuro.

 De hecho, tanto el Banco de España como el Banco Central Europeo, según las fuentes consultadas, mostraron su disgusto cuando Liberbank e Ibercaja descartaron, el año pasado, su fusión tras meses de contactos. Los reguladores opinan que las diferencias de valoración, uno de los dos problemas en estas operaciones, no justifican abortarlas cuando han sido anunciadas.

Otra diferencia entre la concentración de CaixaBank con Bankia y la de BBVA con Sabadell, es que en la primera había sendos grandes accionistas de referencia capaces de imponer criterios de fusión sin casi posibilidad de cuestionamiento por ningún otro propietario de acciones. En la primera entidad, la Fundació La Caixa, presidida por Isidro Fainé, con un 40% del capital. En la segunda, el Estado, a través del FROB, con más del 60%. 

Por el contrario, en el caso de BBVA y Sabadell, la dispersión del accionariado y la presencia relativamente preponderante de los fondos deja el campo más abierto al cuestionamiento por parte de inversores activistas en caso de que la operación no aparezca muy estructurada desde el primer momento, señalan las fuentes consultadas.

El segundo gran escollo en las fusiones, el reparto del poder, se considera de menor entidad en este caso, a la vista de la enorme diferencia de tamaño entre las dos entidades. BBVA capitaliza unas diez veces más que el Sabadell. A Oliu se le otorga una silla en el consejo y, tal vez, una vicepresidencia no ejecutiva. El consejero delegado del banco vallesano, Jaume Guardiola, es un experto en absorciones y llegó al Sabadell precisamente del BBVA.

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