domingo, 22 de noviembre de 2020

José Luis Jiménez, investigador en aerosoles: “Salvar la Navidad es pan para hoy y pandemia para mañana”



DENVER.-  Cuenta el profesor español José Luis Jiménez la carrera de fondo que ha sido para él y para el grupo de 36 científicos reunido por la experta en calidad del aire y salud, Lidia Morawska, allá por abril, que les escucharan cuando decían que los aerosoles sí son una vía de transmisión del SARS-CoV-2, responsables de “por lo menos el 75% del contagio y, probablemente, hasta del 90%”. 

Así lo cree Jiménez, especialista en aerosoles y transmisión de enfermedades, entre otras áreas, y docente en la Universidad de Colorado (EE.UU).

Cuando se reunieron con la OMS, el profesor señala que la organización no aceptó las evidencias que el grupo le puso sobre la mesa y no fue hasta que la revista Clinical Infection Diseases publicó en julio una carta firmada por estos científicos y otros, 239 en total, cuando el organismo internacional modificó tímidamente su postura hablando de “hipótesis de contagio por aerosoles”, en un documento que para Jiménez “es muy poco claro”.

El contagio de 52 miembros de un coro durante su ensayo semanal en el Estado de Washington el 10 de marzo, llevó al profesor Jiménez a contactar con ellos. Su conclusión en aquel momento: “la única explicación de que una persona hubiera podido contagiar a 52 en un par de horas era e contagio por aerosoles”. Pero por aquel entonces, asegura, ni la prensa ni los organismos oficiales estaban dispuestos a escucharles. Está convencido de que esta negativa a aceptar la transmisión de enfermedades por vía aérea se debe a un error de interpretación de uno de los grandes manuales de salud pública, “un dogma erróneo”.

Ocho meses después, la OMS ya recomienda ventilar, una medida clave para evitar la vía aérea de contagio, y las autoridades sanitarias, como las españolas, han lanzado manuales y consejos para una adecuada ventilación y purificación del aire en espacios cerrados. Esta vía de transmisión del Covid-19 lleva al profesor Jiménez a recomendar unas Navidades sin aglomeraciones en comercios, restaurantes y reuniones familiares interiores, porque augura que unas fiestas así, “serán pan para hoy y pandemia para mañana”. Pero ofrece diferentes soluciones para protegerse del aire ya respirado y exhalado por otras personas y de los virus que pueda contener. Sobre todo esto habla con iSanidad.

¿Por qué las organizaciones de salud y las autoridades sanitarias de cada país han tardado tanto en contemplar la transmisión aérea del coronavirus?
Es por una cuestión histórica. Vienen de unos campos de la ciencia donde hay un dogma: que la transmisión por el aire es casi imposible. Este pensamiento erróneo viene del libro que escribió en 1910 un investigador puntero en salud pública, Charles V. Chapin, The Sources and Modes of Infection.

En este libro dice que no se sabe si la transmisión por aerosoles es importante o no, porque no se puede medir como ya se medían las gotas de Fluge, y si la gente cree que la infección va por el aire y piensa que no hay forma de protegerse, no tomará las medidas de distancia social, que sí protegen de la transmisión por contacto. Así, en el libro dice que si alguien quiere demostrar la transmisión aérea, necesita grandes pruebas para hacerlo. Esto se convirtió en un dogma hasta hoy.

Cuando hablamos con la OMS en abril era como si hubiesen resucitado a Chapin. Tener el mismo nivel de evidencia que para las gotas no es suficiente para ellos. Pero la realidad es la opuesta. Deberíamos asumir que todas las enfermedades respiratorias se transmiten por aerosoles a no ser que se demuestre lo contrario. De hecho, no se ha demostrado científicamente que las gotas balísticas hayan podido contagiar ninguna enfermedad. Son todo argumentos indirectos. Cuando hablamos salen muchos más aerosoles que gotas y, para contagiar, tienen que acertar a objetivos muy pequeños: dentro de los ojos, de las fosas nasales en la boca. La probabilidad es baja.

Poco a poco hemos conseguido que la OMS vaya admitiendo sus errores tremendos, aunque todavía les queda mucho por admitir. La realidad es que al hablar, cantar, gritar, respirar, toser y estornudar generamos aerosoles hechos del líquido de nuestro fluido respiratorio y de nuestra saliva. Si tenemos una enfermedad respiratoria es muy fácil que estos aerosoles tengan patógenos. Se quedan flotando en el aire en habitaciones mal ventiladas y si uno los respira, esos aerosoles se depositan en la nariz, en los pulmones y pueden infectar.

¿Hay estimaciones sobre qué porcentaje de contagios puede estar causado por aerosoles?
Hay diferentes estimaciones. Un estudio de Harvard dice que en el crucero Diamond Princess el contagio por aerosoles provocó el 57% del total. Otro estudio sobre un hospital habla de más del 50%. Pero estos estudios son demasiado generosos con las gotas. Mi opinión es que es por lo menos el 75% y seguramente más, hasta el 90%.

¿Cuánto tiempo pueden contagiar las partículas que exhalamos y a cuánta distancia en un lugar cerrado? ¿Cómo se incrementa la posibilidad de contagiarnos así?
Hay dos manera. Una es hablar con alguien cerca pero sin mascarilla. Esto puede pasar en exteriores y en interiores. Ahí la ventilación en interiores no ayuda porque tiene velocidades muy bajas y no afecta a este flujo de aire que sale de la persona. Así la infección puede ser cuestión de minutos. Lo que nos dice el CDC es que hacen falta 15 minutos hablando con alguien.

Después está la infección cuando compartes aire en una habitación. Los mejores datos que hay son los datos de superpropagación, que se ven en casos como el del coro de EE.UU.; pasar una, dos o tres horas en un espacio cerrado mal ventilado con un caso de Covid-19, ahí se puede contagiar a mucha gente. Hay que respirar bastante aire exhalado de otras persona como para que nosotros podamos inhalar la cantidad suficiente de esos virus. ¿A qué distancia? En el caso del coro se infectó gente que estaba a 14 metros por detrás de la persona infectada. Es como estar en una habitación con poca ventilación en la que fuma gente: aunque estés a distancia de quienes fuman, el humo se acaba acumulando en la sala y lo respiras.

Una vez que una persona exhala los virus, estos van perdiendo capacidad de infectividad en una o dos horas, según nos muestran algunos estudios. En un espacio donde hace mucho frío, como un matadero, los virus sobreviven más, entre cuatro y seis horas. Es parte de la razón por la que ha habido tantos contagio en mataderos. Además, importa la humedad: estos virus envueltos en lípidos sobreviven mejor a humedad muy baja. Entre 40-60% de humedad relativa sobreviven menos.

¿Y qué ocurre en transportes públicos cerrados como puede ser un avión o un tren?
Todo depende de la ventilación y de como de lleno está. Si podemos mantener la distancia y limitar el contagio cercano, llevar mascarillas bien ajustadas, hablar lo menos posible y el transporte tiene una ventilación razonable, no es muy inseguro. Si empezamos a hacinar a la gente, o hablamos de vehículos muy viejos que no ventilan bien o la gente habla o grita, se convierte en más peligroso.

Se ha visto que los aviones están ventilados, excepto en el tiempo que dura el embarque, que puede ser casi una hora. Por eso algunos fabricantes de aviones han pedido que se encienda el sistema de ventilación también durante el embarque. Si no se hace, se acumula el CO2 y es una situación más peligrosa. Yo creo que en los aviones no habría que dar comida e insistir en que la gente no se quite la mascarilla o lo haga lo menos posible.

Hay voces que hablan de “salvar la Navidad” (restaurantes, comercios, encuentros familiares) ¿Cuál es su opinión al respecto?
Lo primero es salvarnos a nosotros. Hacer las cosas como siempre porque queremos salvar la Navidad es pan para hoy y pandemia para mañana. Si tenemos buenas reuniones el 25 de diciembre, el 25 de enero tenemos un montón de muertos, los hospitales colapsados y un yoyó de confinamientos: nos confinan, bajan los casos, nos relajamos, vuelven a subir los casos y vuelta a los confinamientos. Esto es extraordinariamente destructivo para la salud y para la viabilidad del país.

Un antiguo alumno mío, el investigador Alex Huffman ha publicado un análisis sobre los encuentros de Acción de Gracia y la transmisión del Covid-19. Muestra que si se reúne gente durante horas en la cena, en una casa mal ventilada, la situación es peligrosísima. Si hay algún infectado, vas a tener muchos casos de superpropagación.

En mi caso, hemos decidido que no nos vamos a reunir con nadie que no convive con nosotros ni vamos a viajar estas fiestas. Diría que la gente siguiera ese ejemplo lo más posible. Sobre todo no reunirse con los abuelos, sino hacerlo por Internet o salir a pasear con ellos esos días y luego la cena hacerla cada uno en casa. En cuanto al comercio, habría que comprar por Internet o pedir por teléfono e ir a recogerlo al exterior del establecimiento. También sería bueno que tuvieran medidores de CO2 visibles para comprobar que hay menos de 700 partes por millón en todos los sitios.

En España aún no han llegado las temperaturas más bajas y la situación epidemiológica no es buena. ¿Cómo podemos afrontar el invierno y la temporada de gripe con la pandemia de Covid?
Como la gripe, este virus se contagia por aerosoles y por eso se transmite en invierno; estamos mucho más tiempo en lugares cerrados, compartiendo aire, suele haber menos humedad en el interior, el virus sobrevive mejor y nuestro sistema respiratorio cuando está más seco, se defiende peor. Es posible que para la gripe sea una temporada mucho menos severa pero para la Covid sea un desastre, como lo está siendo. Vamos a tener que hacer más cosas para evitar que haya más contagios según vaya haciendo más frío, por eso era muy frustrante ver que se perdía el tiempo en verano, que no se hacía lo suficiente.

Un grupo de once científicos, entre los que hay otro español, Javier Ballester, de la Universidad de Zaragoza, hemos escrito respuestas a preguntas frecuentes sobre cosas que se pueden hacer. Entre ellas, hay que ajustar bien la mascarilla, ya que por un hueco que suponga el dos por ciento de la mascarilla, sale el 50% del aire que respiramos. Muchas veces en España se lleva la mascarilla casi de decoración, para que no te pare la policía.

Por otro lado, hay que ventilar. Un truco muy útil es medir el dióxido de carbono con medidores de tipo NDIR (infrarrojo no dispersivo), que cuestan entre 100 y 150 euros. Ayudan a saber cuanto aire exhalado hay en un sitio: recomendamos 700 partes por millón o menos en lugar interior y 400 si no hay nadie o al aire libre. Si hay 800, quiere decir que el uno por ciento del aire que estás respirando, lo ha exhalado alguien antes. En alguna aulas se ve que llegan a las 4.000-5.000. Esto es una situación peligrosísima. Puedes abrir ventanas unos centímetros y que los alumnos estén con abrigos. No hay forma de hacer los interiores seguros, pero sí hay formas de hacerlos menos inseguros.

Si no se puede ventilar hay que filtrar, con los filtros HEPA portátiles, que tengan el tamaño necesario y se coloquen al centro de la habitación. Además de seguir llevando la mascarilla y tener menos gente en ese espacio y durante menos tiempo. Otra forma es contar con filtros baratos con ventiladores. Me parece un escándalo que las autoridades españolas no se pongan las pilas y fabriquen estos filtros baratos como rosquillas y los pongan en todas las aulas y en todos los sitios cerrados donde se comparte el aire. Pero se andan con remilgos de homologaciones cuando estamos en una situación de guerra. Es muy frustrante.

 

http://isanidad.com/174004/jose-luis-jimenez-investigador-en-aerosoles-salvar-la-navidad-es-pan-para-hoy-y-pandemia-para-manana/

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