Como les ha sucedido a muchos otros colegas, este 2020 ha cambiado el foco de su investigación, pero aún así sigue avanzando en una línea que le ha mantenido ocupado durante muchos años: la lucha contra el virus de la gripe. Hace pocos días, publicaba en 'Nature' junto con un amplio grupo de colaboradores, un artículo con resultados prometedores en la búsqueda de una vacuna antigripal universal.
Sin embargo, la actualidad va por otro lado. Cuando le entrevistamos en marzo, pocos días antes de que España decretara el estado de alarma, no sabíamos la que se nos venía encima, pero él ya preveía el escenario: no íbamos a poder parar el coronavirus y la solución pasaría por una vacuna que, probablemente, estaría lista en menos de un año. Si aquella conversación ocurrió al inicio de la pandemia, ¿esta nueva entrevista se produce cuando estamos llegando al final?, le preguntamos. "Todavía queda camino por delante", advierte.
PREGUNTA. Estamos a las puertas de la Navidad y los datos en España han mejorado mucho. ¿Estamos abocados a una tercera ola tras las fiestas?
RESPUESTA. Ha sido un camino largo, parece que ha pasado mucho tiempo, aunque es menos de un año, y entiendo que es muy agotador estar pendiente todo el rato de no infectar ni infectarte y de todas las medidas para paliar la situación. Es normal que haya cansancio, pero hay que seguir aguantando y haciendo lo posible para evitar los contagios hasta que tengamos una vacuna que se ponga la mayor parte de la gente, que será lo que al final hará que superemos esta situación. Todavía queda tiempo antes de que se distribuyan, pero por lo menos parece que ya están a la puerta y esto nos hace vislumbrar el principio del final.
P. Pero aún quedan meses por delante. Al menos, ¿hemos aprendido algo sobre la efectividad de las medidas?
R. Sabemos que el virus ya se puede contener sin necesidad de hacer grandes confinamientos. En algunos países, una vez que se logró bajar la curva al principio, lo han manejado sin medidas drásticas. En China, las autoridades sanitarias saben en todo momento qué contactos tiene la gente, así que es posible trazarlos y hacer diagnósticos rápidos, incluso en masa en las ciudades grandes con solo cerrar tres o cuatro días mientras se hace. Pero claro, eso requiere personal, infraestructura y dejar que las autoridades conozcan tu vida privada para saber tus contactos. Eso es algo muy difícil de imponer en la mayoría de los países y por eso ha habido que establecer medidas más fuertes.
En España está bajando el número de contagios y eso quiere decir que las medidas adicionales están funcionando. La cosa es cómo van a seguir evolucionando cuando vuelvan a quitarse. Si no se puede contener con las medidas de diagnóstico, trazabilidad y distanciamiento social que haya, vamos a volver a subir, pero eso es cuestión de ver la evolución diaria. Cuando suban, habrá que incrementar las restricciones para evitar que se llegue a los números de la segunda ola. Creo que entonces se pudo hacer un mayor esfuerzo antes de alcanzar la dimensión que tuvo; se hubiesen evitado muchos casos. Esperemos que en la tercera ola, si hay que aplicar medidas de contención un poco más fuertes, se haga antes de llegar al número de casos que tuvimos.
P. Con lo que sabemos ahora, ¿incluso la primera ola se podría haber controlado sin un confinamiento total?
R. Todo depende de cuándo empiezas a aplicar medidas con respecto al número de contagios. Cuantos más hay, más difícil es pararlos porque cualquier contacto puede sumar una nueva infección. Está claro que con medidas más drásticas la curva baja más rápidamente. Si son menos drásticas, la curva se aplana o desciende de forma más lenta. Tampoco sabes con qué velocidad vas a bajar la curva si no conoces el número de contagios, que es lo que pasaba al principio. En general, es difícil aplicar medidas sin los datos. Tampoco sabemos hasta qué punto las medidas adicionales contribuyen a la bajada de los casos y hemos ido aprendiendo, hay cosas que no sabemos hasta que las hacemos.
P. ¿Por qué hay tantas diferencias entre países? ¿Es cuestión de acierto, casualidad, diferencias socioculturales…?
R. La verdad es que no hay tantas diferencias. Unos pocos países han logrado controlarlo mejor y otros muchos tienen más problemas y siguen aplicando medidas adicionales. La clave en ciertos países es una mezcla de muchos diagnósticos, mucha trazabilidad y que no haya vida privada para los ciudadanos, porque las autoridades conocen los contactos a través de los móviles. Esto no es aceptable en otros sitios, lo que repercute en la falta de trazabilidad. Todo es un balance entre privaciones.
P. Las primeras vacunas ya están recibiendo autorizaciones. ¿Volveremos a tener pronto una normalidad total?
R. Va a depender de cuándo se consiga un número suficiente de vacunados como para que haya un impacto en los contagios. Para eso se necesita vacunar a una gran parte de la población y esto determinará cuándo podremos empezar a tener una vida más normal. Pero la llegada de las vacunas no significa que haya que dejar de tomar medidas. Las medidas de contención tienen que estar basadas en el número de contagios que hay, no en cuánta gente esté vacunada.
De hecho, no sabemos si las vacunas van a disminuir mucho el número de contagios, porque no han sido probadas para eso, sino para ver prevenir la enfermedad. Es decir, que es posible que los vacunados puedan ser contagiados y no desarrollar síntomas, pero sí contagiar a otras personas. En ese supuesto, la única forma de conseguir que no haya casos de enfermedad severa es tener a la mayor parte de la gente inmunizada; mientras que si disminuyen también los contagios, el efecto se notará antes. Es cuestión de empezar a vacunar a cuanta más gente mejor. Incluso si llegamos a una cierta normalidad, seguirá habiendo algunos casos, pero lo que importa es evitar las muertes diarias.
P. En los procesos de desarrollo de la vacuna, ¿ha habido la suficiente transparencia?
R. Las vacunas que están siendo evaluadas han seguido el proceso normal. Lo que pasa es que se ha acelerado, pero eso no quiere decir que se hayan saltado pasos. La capacidad de hacerlo a esta rapidez ya existía, pero no había un interés comercial tan grande en otros tipos de vacuna. Hay que tener en cuenta que hay vacunas muy difíciles de conseguir. Otras son más fáciles, pero llevan mucho tiempo porque las empresas no quieren asumir riesgos comerciales, así que evalúan el mercado para saber cuánto dinero les daría una vacuna y si merecerá la pena desarrollarla.
P. Por ejemplo… ¿qué vacuna sería fácil de lograr?
R. Por ejemplo, la del virus del Nilo Occidental. Ya existe una vacuna para caballos, pero comercialmente no es atractiva, hay poca gente que tenga esta enfermedad y es muy difícil hacer los ensayos clínicos para saber si es efectiva, habría que contar con muchos voluntarios para poder tener cierto porcentaje de infección. Si aparece una vacuna no se va a usar de un modo masivo, como esta. Por eso se desarrollan las vacunas de un modo tan lento. No es que ahora haya más capacidad que antes o que se están saltando pasos, es que nunca se ha querido hacer una vacuna tan rápido.
¿Que se han comunicado los resultados a base de notas de prensa? Sí, pero lo único que quiere decir eso es que los investigadores que desarrollan la vacuna están convencidos de que están obteniendo buenos resultados. Después van a ser evaluados por las agencias regulatorias, que pueden estar de acuerdo con ellos o no. La transparencia va en interés de las propias empresas, porque realizar un análisis subjetivo y anunciar datos que luego fueran rebatidos por las agencias regulatorias supondría un golpe para la compañía que lo hiciera.
P. Dicen algunas encuestas que estamos preocupados por los efectos secundarios.
R. Las autorizaciones que se están dando son de uso de emergencia, lo que quiere decir que los organismos reguladores van a seguir midiendo la eficacia y los efectos adversos. De momento estamos haciendo un balance entre el riesgo que tiene una persona de padecer una enfermedad severa debido al contagio y el riesgo de tener un efecto adverso debido a la vacunación. Con los datos que hay está claro que existen personas en grupos de riesgo que tienen muchísimas más probabilidades de tener un episodio severo por culpa de la infección que por culpa de la vacunación. Por eso se aprueban para uso de emergencia. Si este virus solo causara un catarro común, se seguiría investigando si hay algún efecto secundario más adelante, pero ahora mismo es una cuestión de balance.
P. ¿Qué escenario ve de aquí a unos meses? ¿Habrá muchas vacunas a nuestra disposición?
R. Dependerá de cuántas vacunas se compren a cada empresa y de la logística que requieran. Nada más aprobarse no habrá vacunas suficientes para vacunar a todo el planeta. Tampoco las habrá para todos los grupos poblacionales, porque se han autorizado para mayores de 16 años, veremos si se hacen ensayos con niños y si se aprueban para ellos, pero de momento no se sabe si van a funcionar o si tienen efectos adversos. Todo evolucionará según se vayan produciendo más dosis y aparezcan vacunas nuevas.
P. ¿Pero habrá hueco para las vacunas que lleguen más tarde? Hay quien dice que no podrán hacer ensayos clínicos de la envergadura necesaria por razones éticas y logísticas.
R. Depende de cuándo lleguen. Si ya está inmunizada una gran parte de la población, no habrá suficiente número de casos como para poder probarlas. En cuanto las vacunas estén aprobadas para uso general, los estudios en fase 3 tendrán que demostrar ciertas ventajas y no serán en cuanto a efectividad, porque las primeras son muy buenas. Una ventaja sería que se puedan administrar a personas para las que no estén indicadas las que ya hay o que sean más fáciles de distribuir o de producir. Me imagino que exigirán que los ensayos clínicos no comparen a los vacunados con un grupo que ha recibido placebo, sino a los nuevos vacunados con respecto a personas que reciban dosis de vacunas ya aprobadas. Habrá que demostrar que una nueva vacuna no es inferior a la que se está usando. De todos modos, si hay pocos casos de infección, será muy difícil hacer ensayos clínicos.
P. ¿Cómo va su proyecto de vacuna?
R. Trabajamos en una vacuna basada en un paramixovirus aviar que no causa enfermedad en humanos y que es muy fácil de producir. Pensamos que puede tener ciertas ventajas, porque usa la misma tecnología que las vacunas de la gripe, de tal modo que se podrían usar las mismas fábricas. Todavía estamos en una etapa temprana, puede que con el tiempo podamos hacer lo que queremos, pero si no llegamos a tiempo, al menos nos gustaría probar esta plataforma vacunal porque podría servir para otras enfermedades y estar muy avanzada en el caso de que haya futuras pandemias.
P. ¿El éxito de Pfizer y de Moderna demuestra que las vacunas basadas en ARN mensajero son el futuro?
R. Han sido las primeras y han dado muy buenos resultados, pero el futuro de las vacunas es complejo. En esta pandemia, las de ARN han llegado primero; eso demuestra que funcionan, pero no quiere decir que vayan a ser la solución para la malaria, la tuberculosis o el sida, porque estas enfermedades son mucho más difíciles de prevenir por vacunación. Puede que las vacunas de adenovirus, inactivadas o de proteínas recombinantes también sean muy buenas. Lo que pasa es que hemos tenido suerte porque es un virus fácil de contener por vacunación.
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