jueves, 26 de agosto de 2021

Por qué tantos franceses temen una dictadura y la guerra civil


LONDRES.- Al recorrer este verano las salas de chats del ciberespacio francés o las calles de París, la impresión que se tiene es la de un país al borde del gobierno totalitario o el colapso civil, o de ambas cosas a la vez. En julio, la búsqueda de la palabra dictadura se multiplicó por diez en Google, en vísperas del nuevo "pase sanitario" finalmente introducido el 9 de agosto por el presidente Emmanuel Macron, según narra The Economist

Con él, la vacunación con pauta completa (o una prueba covid-19 negativa) se convierte en condición necesaria para acceder a restaurantes, bares, trenes y otros lugares.

Nicolas Dupont-Aignan, diputado de la derecha, calificó el nuevo "passe sanitaire" de "golpe de estado sanitario". Michèle Rivasi, política de los Verdes, lo tildó de "apartheid". Se han visto manifestantes exhibiendo pancartas con lemas como "Pandemia falsa, dictadura real" y "Passe Nazitaire", o fotos de Macron con un bigote hitleriano. 

Algunos lucieron estrellas amarillas con las palabras "No vacunado", lo cual generó una indignación generalizada. Joseph Szwarc, un superviviente del Holocausto de 94 años, calificó la comparación de "execrable" y dijo haber derramado lágrimas al verla: "Yo llevé la estrella amarilla; sé lo que era".

En abril y mayo, el uso de la expresión guerre civile se disparó en Twitter, después de que unos generales de derecha retirados publicaran una carta abierta en la que se ofrecían a intervenir para salvar el país en caso de que se sumiera en el caos. Según una encuesta, el 58% de los franceses apoyaba a los oficiales, y casi la mitad pensaba que el ejército debía intervenir por iniciativa propia.

¿Por qué Francia se muestra tan a menudo convencida de estar al borde del abismo y tan inclinada a la histeria retórica? La respuesta se encuentra en la fragmentada y rebelde historia del país. "¿Estamos en 1789?" sigue siendo un titular recurrente en la prensa. Y, en realidad, la perspectiva del desorden no es del todo imaginaria. 

La cultura de la protesta masiva está más arraigada en Francia que en cualquier otro país europeo, y a menudo el debate argumentado da paso a la teatralidad sectaria y el sabotaje. Cincuenta años después de la revuelta estudiantil del Mayo del 68, los chalecos amarillos provocaron disturbios en París. En julio pasado, los antivacunas invadieron un ayuntamiento en la comuna Chambéry, en los Alpes, y destrozaron centros de vacunación.

Además, alimentar el miedo a la violencia o el totalitarismo puede convenir a ciertos políticos. Muchas campañas electorales francesas se han ganado con la promesa de calma tras el caos. Más de cuatro quintas partes de los franceses afirman que la sensación de "inseguridad" influirá sobre su voto en las elecciones presidenciales del próximo año, por más que la delincuencia violenta (dejando de lado la violencia sexual y doméstica) lleva años disminuyendo y la tasa de homicidios permanece estable. 

El 7 de agosto, unas 200.000 personas acapararon los titulares al manifestarse contra las nuevas normas sanitarias. Sin embargo, tras ser anunciadas, más de 8,5 millones de personas se vacunaron tranquilamente por primera vez. En cuanto a las acusaciones de dictadura, Macron lo ha expresado del siguiente modo: "Si vaciamos las palabras de su significado, corremos el riesgo de poner en peligro nuestra propia democracia".

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