Con casi 11.000 casos registrados, Israel ha alcanzado cifras no vistas hasta ahora en la pandemia. Se trata de una ola de contagios; las consecuencias en lo que a hospitalizaciones y mortalidad se refiere no son comparables a las del inicio de la pandemia; pero plantea el debate de si es necesario mantener algún tipo de restricción o de si puede ser conveniente la tercera dosis. Israel ha optado por ambas.
Hay algunos datos que apuntan a la posible pérdida de inmunidad con el paso de los meses. Se ha detectado entre los primeros vacunados una caída de anticuerpos neutralizantes, pero también se trataba de personas más mayores y frágiles en muchos casos, por eso las conclusiones aún no pueden ser robustas. Israel tiene un problema añadido.
La falta de prudencia y la falsa sensación de seguridad entre los vacunados puede haber hecho el resto para facilitar el incremento del nivel de transmisión en toda la sociedad. La otra cara de esta moneda es que quienes no se pongan las tres inyecciones no serán considerados como completamente vacunados.
El número de pacientes graves, según datos del Ministerio de Sanidad, está en números no vistos desde los meses de marzo y abril. Al ser muy alto el nivel de transmisión, se están viendo personas vacunadas entre estos pacientes.
El Gobierno de Naftali Bennet está tratando de contener el crecimiento
de los contagios antes de que el nuevo repunte se complique aún más con
el regreso a las aulas. Se ha llegado a insistir en varias ocasiones en
que el objetivo es evitar un nuevo confinamiento, por el temor a los
daños económicos colaterales que pudiesen derivarse de la suspensión
masiva de actividades.
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