sábado, 30 de octubre de 2021

En qué momento y por qué pasamos al horario de invierno


MADRID.- La madrugada que va de este sábado 30 de octubre al domingo 31 de octubre cuando anochecerá una hora antes. Así, los ciudadanos que residan en España deberán retrasar una hora las agujas de sus relojes: a las 3:00 horas del domingo volverán a ser las 2:00 horas. En el caso de Canarias, a las 2.00 horas pasarán a ser la 1.00 de la madrugada, retomando así el horario de invierno

Sin embargo, España no será el único que actualice sus relojes, pues, con el objetivo de ahorrar energía, todos lo países de la Unión Europea cambiarán su hora para ajustar la jornada laboral a las horas de luz natural. De este modo, a partir del domingo 31 de octubre amanecerá y anochecerá una hora más pronto. Será así hasta el próximo mes de marzo, donde realizaremos de nuevo el cambio de la primavera 2022.  

El cambio al horario de invierno en España se produce la madrugada del último domingo de octubre, que este año coincide con el último día del mes, el 31. Esto es así desde 1996: antes el cambio de hora de otoño se llevaba a cabo el último domingo de septiembre. 

En el cambio horario de otoño se debe atrasar el reloj una hora. El momento exacto de hacerlo es la madrugada del día 31 de octubre, cuando a las tres de la mañana volverán a ser las dos.  Lo más cómodo es retrasar todos los relojes de la casa al ir a dormir para levantarte el domingo con la hora real. 

Esta normativa es de obligatoria aplicación en todos los países miembros de la UE y tiene como objetivo lograr un ahorro energético y aprovechar las horas de luz natural. Supone además un beneficio para sectores como el transporte y las comunicaciones, para la seguridad vial, las condiciones de trabajo, la salud, el turismo y el ocio, según argumentaba la Comisión Europea en 1999.

Uno de los argumentos que avalan el cambio horario son los datos que aporta el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), que estima que el ahorro energético potencial ronda el 5% solo en España. Este porcentaje representa cerca de 350 millones de euros. De esta cantidad, en torno a 100 millones corresponderían al consumo doméstico (unos 7 euros por hogar), y el resto, a la industria o a la iluminación de edificios de servicios.

El cambio al horario de invierno puede afectar sobre todo a las personas con patologías, a los bebés lactantes y a las personas mayores. Los efectos del cambio en los biorritmos resultan similares pero menos bruscos que el fenómeno 'jet-lag', que se produce tras un largo viaje. Al despertarse, cuando el reloj biológico marca la hora a la que está acostumbrado, es cuando se producen alteraciones, aunque en poco tiempo el organismo lo compensa y se adapta. Puede provocar somnolencia, irritabilidad, cansancio o dificultad para concentrarse.

La Comisión Europea realizó en 2018 una consulta pública a todos los ciudadanos europeos en la que más del 80% de los 4,6 millones de personas que participaron se mostraron a favor de acabar con los cambios de hora. Con este resultado, la Comisión propuso acabar con esta práctica y que en marzo de 2019 se produjese el último cambio de hora. La falta de consenso entre los estados y de evaluaciones de impacto ha hecho que Europa retrase hasta 2021 la posible anulación del cambio horario.

El origen del cambio horario se remonta a la Antigua Roma, cuando las clepsidras o reloj de agua de los romanos tenían diferentes escalas en función del mes del año que fuera. Así, en la latitud de Roma, la tercera hora tras el amanecer, la hora tertia, empezaba (usando el horario moderno) a las 09:02 y duraba 44 minutos en el solsticio de invierno, pero en el de verano comenzaba a las 06:58 y duraba 75 minutos, según relata el historiador Jérôme Carcopino.

Mucho más cercano, otro de los antecedentes del moderno horario de verano se remonta al 30 de abril de 1916, cuando, en mitad de la Primera Guerra Mundial, el gobierno alemán decidió que todos los relojes se adelantarán una hora para reducir el uso de luz artificial y ahorrar energía.

Dos años más tarde y, con el mismo propósito de ahorrar energía en el marco de la Primera Guerra Mundial, el presidente estadounidense Woodrow Wilson firmó un decreto en 1918 para adelantar la hora. No obstante, todas estas iniciativas fueron revertidas una vez que acabó la guerra. La costumbre de atrasar el reloj en invierno y adelantarlo en verano se empezó a usar de forma generalizada en 1974, tras la primera crisis del petróleo, para poder aprovechar mejor la luz del sol y consumir menos electricidad.

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