viernes, 25 de febrero de 2022

La Humanidad se enfrenta a una dura y urgente elección entre ruptura o avance / Antonio Guterres *

En casi todos los frentes, nuestro mundo está sometido a una enorme tensión. No estamos a gusto el uno con el otro ni con nuestro planeta. COVID-19 es una llamada de atención–y nos estamos quedando dormidos. 

La pandemia ha demostrado nuestra incapacidad colectiva para unirnos y tomar decisiones conjuntas en aras del bien común, incluso ante una emergencia mundial inmediata y potencialmente mortal.

Esta parálisis se extiende mucho más allá de la COVID-19. Desde la crisis climática hasta nuestra guerra suicida contra la naturaleza y el colapso de la biodiversidad, nuestra respuesta global ha sido demasiado escasa y tardía.

La desigualdad desenfrenada está socavando la cohesión social, creando fragilidades que nos afectan a todos. La tecnología avanza sin barandillas que nos protejan de sus consecuencias imprevistas.

La toma de decisiones a nivel mundial se fija en el beneficio inmediato, ignorando las consecuencias a largo plazo de las decisiones — o la indecisión.   

Las instituciones multilaterales han demostrado ser demasiado débiles y fragmentadas de cara a los retos y riesgos globales actuales.  

Como resultado, nos arriesgamos a un futuro de grave inestabilidad y al caos climático.   

El año pasado, en la Declaración de los Dirigentes con motivo del 75º aniversario de las Naciones Unidas, me encomendaron ustedes que formulara recomendaciones para hacer avanzar Nuestra Agenda Común, con el fin de abordar estos retos para la gobernanza mundial.  

Hoy, tras un profundo proceso de consulta y reflexión, presento mi respuesta.

Para preparar este informe, nos basamos en un ejercicio de escucha global de un año de duración. Nosotros hemos contado con la participación de los Estados Miembros, los líderes de opinión, la juventud, la sociedad civil, el sistema de las Naciones Unidas y sus numerosos asociados.   

Un mensaje resonó a lo largo de nuestras consultas: nuestro mundo necesita más y mejor multilateralismo, basado en una mayor solidaridad, para hacer frente a las crisis a las que nos enfrentamos y para revertir las peligrosas tendencias actuales.  

Se reconoció ampliamente que nos encontramos en un momento crucial.  

Seguir como hasta ahora podría conducir a la ruptura del orden mundial, a un mundo de crisis perpetua y de "todo para el ganador". 

O podríamos decidir cambiar de rumbo, anunciando un avance hacia un futuro más verde, mejor y más seguro para todos.

Este informe representa mi visión, informada por sus contribuciones, de un camino hacia el escenario de avances.

Nuestra Agenda Común es, sobre todo, una agenda de acción, diseñada para fortalecer y acelerar la cooperación multilateral – en particular en torno a la Agenda 2030 – y marcar una diferencia tangible en la vida de las personas.  

Y es una agenda impulsada por la solidaridad – el principio de trabajar juntos, reconociendo que estamos vinculados los unos a los otros y que ninguna comunidad o país, por poderoso que sea, puede resolver sus retos en solitario.  

Expondré mi visión para Nuestra Agenda Común en cuatro grandes apartados:

  1. reforzar la gobernanza mundial; 
  2. enfocarse en el futuro;
  3. renovar el contrato social;
  4. y asegurar unas Naciones Unidas adecuadas para una nueva era. 

En primer lugar, la comunidad internacional está fracasando manifiestamente en la protección de nuestros bienes comunes más preciados: los océanos, la atmósfera, el espacio exterior y la naturaleza prístina de la Antártida. Tampoco está aplicando políticas de apoyo a la paz, la salud mundial, la viabilidad de nuestro planeta y otras necesidades urgentes.

En otras palabras, el multilateralismo está fallando ante su prueba más básica.  

La falta de una respuesta global y de un programa de vacunación para acabar con la pandemia de la COVID-19 es un ejemplo claro y trágico.   

Cuanto más tiempo circule el virus entre miles de millones de personas no vacunadas, mayor será el riesgo de que se transforme en variantes más peligrosas que podrían arrasar con las poblaciones vacunadas y no vacunadas por igual, con una tasa de mortalidad mucho mayor.

El FMI recuerda que la inversión de 50 mil millones de dólares en vacunación ahora podría añadir unos 9 billones de dólares a la economía mundial en los próximos cuatro años.  

Necesitamos un plan de vacunación mundial inmediato, ejecutado por un Equipo de Tareas de Emergencia formado por los productores de vacunas actuales y potenciales, la Organización Mundial de la Salud, los asociados del Acelerador del Acceso a las Herramientas contra la COVID-19 y las instituciones financieras internacionales, para trabajar con las empresas farmacéuticas a fin de duplicar, como mínimo, la producción de vacunas, y garantizar que éstas lleguen al setenta por ciento de la población mundial en el primer semestre de 2022.

Asimismo, las recomendaciones del Grupo Independiente de Preparación y Respuesta frente a las Pandemias deben ser el punto de partida de reformas urgentes para reforzar la arquitectura sanitaria mundial.  

La Organización Mundial de la Salud debe contar con los poderes y los mecanismos de financiación adecuados, para que pueda desempeñar un papel de liderazgo en la coordinación de la respuesta a las emergencias. La seguridad y la preparación sanitarias mundiales deben reforzarse mediante un compromiso político sostenido y un liderazgo al más alto nivel. Los países de ingresos bajos y medios deben poder desarrollar tecnologías sanitarias y acceder a ellas.  

En términos más generales, no podemos permitirnos ignorar la alarma lanzada por la pandemia y por el galopante cambio climático. Debemos lanzar una nueva era de políticas audaces y transformadoras en todos los ámbitos.   

Debemos sacar la cabeza de la arena y hacer frente a las futuras crisis sanitarias, a los choques financieros y a la triple emergencia planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. 

Necesitamos un salto cualitativo para fortalecer el multilateralismo y hacerlo apto para el propósito.  

Una de las principales recomendaciones de mi informe sobre Nuestra Agenda Común es que el mundo se reúna para examinar todas estas cuestiones y otras más en una Cumbre del Futuro de alto nivel. 

Esta cumbre tendrá como objetivo forjar un nuevo consenso mundial sobre cómo debe ser nuestro futuro y cómo podemos asegurarlo. 


La cumbre debería incluir una nueva agenda de paz, que adopte una visión más amplia y holística de la seguridad mundial.  

La nueva agenda de paz podría incluir medidas para reducir los riesgos estratégicos derivados de las armas nucleares, la ciberguerra y las armas autónomas letales; reforzar la previsión de los riesgos futuros y remodelar las respuestas a todas las formas de violencia, incluida la ejercida por grupos delictivos, y en el hogar; invertir en la prevención y la consolidación de la paz abordando las causas profundas de los conflictos; aumentar el apoyo a las iniciativas regionales que puedan colmar las brechas críticas en la arquitectura mundial de la paz y la seguridad; y situar a las mujeres y las niñas en el centro de la política de seguridad. 

La Cumbre también podría incluir temas sobre el desarrollo sostenible y la acción climática más allá de 2030; un Pacto Digital Global para garantizar que las nuevas tecnologías sean una fuerza para el bien; el uso pacífico y sostenible del espacio exterior, la gestión de futuros choques y crisis, y más.  

Debe tener en cuenta el contexto actual, más complejo, de la gobernanza mundial, en el que una serie de actores estatales y no estatales participan en sistemas abiertos y transparentes que aprovechan las capacidades de todas las partes interesadas.  

Nuestro objetivo debe ser un multilateralismo más inclusivo y en red, para navegar por este complejo panorama y aportar soluciones eficaces.  

Para apoyar nuestros esfuerzos colectivos, pediré a una Junta Consultiva de Alto Nivel dirigida por eminentes ex Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno, que identifique los bienes públicos mundiales y potencialmente otros ámbitos de interés común en los que es más necesario mejorar la gobernanza, y que proponga opciones para conseguirlo.

El trabajo comienza ahora, y yo espero su futuro compromiso. 

La desigual recuperación de la pandemia ha puesto de manifiesto las deficiencias de nuestro sistema financiero mundial.  

En los próximos cinco años, según el Fondo Monetario Internacional, se prevé que el crecimiento económico acumulado per cápita en el África subsahariana sea de aproximadamente una cuarta parte de la tasa en el resto del mundo. 

Esto es intolerable.

Mientras tanto, la financiación pública y privada para la acción climática ha sido insuficiente durante años, si no décadas.  

Para hacer frente a las debilidades y brechas históricas, e integrar el sistema financiero mundial con otras prioridades globales, propongo la celebración de cumbres bienales a nivel de Jefes y Jefas de Estado o de Gobierno, entre los miembros del G20, los miembros del Consejo Económico y Social, los responsables de las instituciones financieras internacionales y el Secretario General de las Naciones Unidas.   

El objetivo primordial de estas cumbres sería crear una economía mundial más sostenible, inclusiva y resiliente, incluyendo sistemas multilaterales más justos para gestionar el comercio mundial y el desarrollo tecnológico.  

Entre los temas de consideración inmediata podrían figurar la financiación innovadora para abordar la desigualdad y apoyar el desarrollo sostenible; un impulso a la inversión para financiar una transición ecológica y justa desde los combustibles fósiles; y una “alianza para el último tramo” para llegar a los más rezagados, como parte de los esfuerzos para alcanzar los Objetivos de desarrollo sostenible.  

Estas cumbres bienales coordinarían los esfuerzos para incentivar políticas inclusivas y sostenibles, en todos los sistemas, que permitan a los países ofrecer servicios básicos y protección social a sus ciudadanos.  

Se enfrentarán a las prácticas financieras injustas y explotadoras, y resolverán las debilidades de larga data en la arquitectura de la deuda internacional.  

Los Gobiernos no deberían volver a tener que elegir entre prestar servicios a sus ciudadanos o pagar su deuda.  

Estas cumbres bienales también aprovecharían los marcos financieros mundiales para avanzar rápida e inequívocamente en la acción climática y la pérdida de biodiversidad.  

El objetivo de París sigue estando a nuestro alcance, pero necesitamos una gobernanza climática y medioambiental más rápida, ágil y eficaz para limitar el calentamiento global y apoyar a los países más afectados.  

La COP26 será un foro vital para acelerar la acción climática.

Tengo la intención de convocar a todas las partes interesadas antes de la primera evaluación global del Acuerdo de París en 2023 para estudiar nuevas medidas urgentes.   

Los Estados Miembros ya están preparando un sólido marco de biodiversidad para después de 2020, la Cumbre de Sistemas Alimentarios de 2021 y la cumbre de Estocolmo +50, del próximo año, sobre el medio ambiente.  

Haré todo lo que esté en mi mano para garantizar que estas plataformas supongan un reajuste fundamental en nuestra relación con [la naturaleza]. 

Todos estos esfuerzos e iniciativas requieren un análisis económico basado en las realidades actuales, en lugar de ideas anticuadas sobre el éxito económico.  

Debemos corregir un importante punto ciego en la forma de medir el progreso y la prosperidad.  

El Producto Interior Bruto, el PIB, no tiene en cuenta los incalculables daños sociales y medioambientales que puede causar la búsqueda de beneficios.

Mi informe pide una nueva métrica que valore la vida y el bienestar de muchos por encima del beneficio a corto plazo de unos pocos.  

Asimismo, el acceso a la financiación en condiciones favorables debería basarse en la vulnerabilidad a los riesgos y a las crisis, y no en la anticuada métrica del PIB.  

El segundo elemento de mi informe es un nuevo foco en los jóvenes del mundo, y en las generaciones futuras.  

Estos dos grupos heredarán las consecuencias de nuestras decisiones – pero apenas están representados en la mesa de decisiones mundial. 

Por lo tanto, tengo la intención de nombrar un Enviado Especial para las Generaciones Futuras, para dar peso a los intereses de los que nacerán durante el próximo siglo.  

Y una nueva Oficina de las Naciones Unidas para la Juventud mejorará el compromiso con los jóvenes en todo nuestro trabajo, para que las mujeres y los hombres jóvenes de hoy puedan ser diseñadores de su propio futuro.

En mi informe se proponen medidas en materia de educación, formación profesional y aprendizaje permanente, incluida la celebración de una Cumbre sobre la Transformación de la Educación el próximo año, con el fin de hacer frente a la crisis de aprendizaje y ampliar las oportunidades y la esperanza de los 1.800 millones de jóvenes del mundo.  

Pero debemos ir más allá, para aprovechar al máximo nuestra capacidad sin precedentes de predecir y modelar el impacto de las decisiones políticas a lo largo del tiempo.  

Por ello, me propongo crear un Laboratorio de Futuros que trabajará con los gobiernos, el mundo académico, la sociedad civil, el sector privado y otros, reuniendo todo nuestro trabajo en torno a las previsiones, las megatendencias y los riesgos.   

El Laboratorio de Futuros recopilará y analizará datos, basándose en los mecanismos existentes, como el ejercicio anual de alerta anticipada del FMI, para publicar informes periódicos sobre las megatendencias y los riesgos catastróficos.    

Para mejorar nuestra preparación ante futuras crisis, mi informe recomienda una Plataforma de Emergencia que se activaría automáticamente en caso de crisis de gran envergadura, y que reuniría a dirigentes de los Estados Miembros, del sistema de las Naciones Unidas, de agrupaciones de países clave, de instituciones financieras internacionales, de partidos regionales y de la sociedad civil y del sector privado, que deberá cooperar con organismos de investigación y otros.  

También creo que necesitamos un organismo intergubernamental que piense más allá de la dinámica geopolítica inmediata para considerar los intereses de toda nuestra familia humana, presente y futura.   

Mi informe, por ello, propone que los Estados Miembros consideren la posibilidad de reorientar el Consejo de Administración Fiduciaria para convertirlo en una plataforma de deliberación en nombre de las generaciones venideras.  

Espero que los Estados miembros también consideren una Declaración sobre las Generaciones Futuras para apoyar esta labor.  

Si no cambiamos el rumbo, podríamos legar a nuestros niños y niñas un mundo apenas habitable.  

Quizá hayan oído hablar del principio de las siete generaciones, según el cual algunas comunidades indígenas toman decisiones basadas en las generaciones que van desde sus bisabuelos hasta sus bisnietos. Tenemos mucho que aprender de ellos.  

En cuarto y último lugar, las propias Naciones Unidas deben adaptarse para apoyar la visión de Nuestra Agenda Común.  

Las Naciones Unidas son la única institución con poder de convocatoria universal. Nuestra Agenda Común debe, por tanto, incluir la modernización de las Naciones Unidas.

Necesitamos una ONU 2.0 que pueda ofrecer soluciones más pertinentes, a nivel de todo el sistema, multilaterales y con múltiples partes interesadas, a los retos del siglo XXI.  

Esta transformación se basará en un quinteto de cuestiones multisectoriales: datos, innovación digital, previsión estratégica, ciencia del comportamiento y orientación al rendimiento y los resultados.  

Trataré de restablecer la Junta de Asesoramiento Científico del Secretario General, para reforzar el papel de las Naciones Unidas como fuente de datos y pruebas fiables.  

Y ampliaré la participación a través de una reunión anual con organizaciones regionales, y un nuevo Grupo Consultivo sobre Gobiernos Locales y Regionales, así como el compromiso sistemático con las ciudades, la sociedad civil, los parlamentos y el sector privado.

Se pedirá a todas las entidades de las Naciones Unidas que establezcan un punto focal dedicado a la sociedad civil, para crear un mayor espacio para que la sociedad civil contribuya a nivel nacional y mundial, y dentro de todas las redes y procesos de las Naciones Unidas.  

El Laboratorio de Futuros, un Consejo de Administración Fiduciaria renovado y mi nuevo Enviado Especial para las Generaciones Futuras garantizarán que las Naciones Unidas tengan mucho más en cuenta el impacto intergeneracional de nuestro trabajo.  

Nuestras finanzas deben tener una base más firme, e invito a los Estados Miembros a considerar mis propuestas a este respecto.  

Por lo que respecta a cualquier decisión de los Estados Miembros para adaptar los órganos intergubernamentales a las necesidades y realidades de hoy, incluyendo la reforma del Consejo de Seguridad, la revitalización de la labor de la Asamblea General y el fortalecimiento del Consejo Económico y Social, yo estoy dispuesto a prestar el apoyo necesario. 

Excelencias

La gobernanza mundial puede sonar elevada o abstracta. No lo es.

Estas decisiones tienen consecuencias de vida o muerte para ustedes y sus ciudadanos, desde la calidad del aire que respiramos hasta la posibilidad de ganar un salario digno y el riesgo de contraer una enfermedad mortal. 

La acción multilateral liderada por las Naciones Unidas ha logrado mucho en los últimos 76 años, desde la prevención de una tercera guerra mundial hasta la erradicación de la viruela y la reparación del agujero en la capa de ozono.   

Mi informe debe ser un punto de partida para ideas e iniciativas que se basen en estos logros y los lleven más lejos.  

Algunas de mis propuestas pueden ser llevadas adelante por el sistema de las Naciones Unidas. Otras requerirán un debate más amplio y decisiones de los Estados Miembros.  

Les insto a todos a que actúen bajo su responsabilidad conjunta para garantizar que logremos el avance que necesitamos.  

Las Naciones Unidas son una organización intergubernamental. Los Estados Miembros siempre serán fundamentales para nuestra capacidad colectiva de hacer frente a los retos mundiales, con responsabilidades únicas en el sistema multilateral.  

Pero las soluciones a los desafíos actuales también dependen de la acción de la sociedad civil, el sector privado y otros, en particular los jóvenes, que deben rendir cuentas de sus compromisos y tener un papel significativo en las deliberaciones. 

Espero con interés que ustedes y sus dirigentes nacionales se pronuncien sobre estas propuestas, durante el Debate General y posteriormente. 

Soy ingeniero. Creo en la infinita capacidad de la mente humana para resolver problemas.

Cuando trabajamos juntos, no hay límite para lo que podemos lograr.

Mi informe sobre Nuestra Agenda Común es un punto de partida. Un punto de partida para nuestros esfuerzos conjuntos por mejorar juntos la gobernanza mundial, sobre bases de confianza, solidaridad y derechos humanos, para cumplir las esperanzas y expectativas de las personas a las que servimos. 

 

(*) Secretario General de Naciones Unidas (ONU)

 

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