Los imbéciles y los drogadictos también son hijos de Dios; y en una narcodemocracia pujante como la nuestra constituyen, además, un opíparo granero de votos. Nada más natural, pues, que imbéciles y drogadictos sean apedreados diariamente con una munición de noticias grotescas, montajes, bulos, intoxicaciones y demás morralla periodística que halague y nutra su deterioro cognitivo.
Los imbéciles y
los drogadictos son un importantísimo nicho de mercado (¡qué digo un
nicho, un columbario entero!) que periódicos, radios y televisiones
deben atender con esmero. Hay que fabricar bazofias informativas que
mantengan entretenidos a imbéciles y drogadictos, que los hagan reír y
llorar, que les infundan miedo o alivio según convenga, para que sus
sinapsis neuronales sigan generando pensamiento chatarra las
veinticuatro horas del día; pues sólo así se mantendrán sólidos los
cimientos del Régimen del 78.
De veras que lo comprendo.
Considero, sin embargo, que se deberían crear medios de comunicación
específicos para imbéciles y drogadictos (o bien para personas normales,
que por ser pocas saldría más barato). No hay derecho a poner la tele y
que te digan que el cambio climático está produciendo una plaga de
ictus, infartos, trombosis y neumonías.
No hay derecho a abrir un periódico y leer que el ejército ruso bombardea las centrales nucleares bajo su control. No hay derecho a encender la radio y que te cuenten que bandas descontroladas de homófobos se dedican a tatuar culos a navajazos.
No hay derecho, en fin, a que televisiones, radios y
periódicos te den la matraca con los sobrecitos con balas o los
paquetitos bomba con material pirotécnico que unos fascistas tremendos
envían a nuestros egregios gobernantes.
No se nos escapa que las
narcodemocracias pujantes como la nuestra necesitan someternos a un
bombardeo constante de mentiras que actúe a modo de calabobos. Pero hay
mentiras muy delicadamente guisadas, que pueden llegar a engañar a
personas normales. Y hay mentiras tan desquiciadas, tan groseras, tan
chuscas que no se le ocurrirían ni al que asó la manteca; mentiras que
sólo los imbéciles y los drogadictos pueden tragarse.
Comprendo perfectamente que haya que asegurar el voto de esta multitudinaria jarca, pero exijo que los bulos y montajes dirigidos a ella se propaguen en radios, periódicos y televisiones de nicho (o columbario), o bien en programas específicamente destinados a ellos, en páginas suplementarias, en horarios aparte, etcétera.
Hay que atender las necesidades de imbéciles y drogadictos; pero las personas que no sufrimos deterioros cognitivos ni nos hemos declarado en huelga de sinapsis neuronales no queremos ser apedreadas con toda esa morralla para tarados.
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