martes, 30 de julio de 2024

La depredación de la Universidad / Juan Manuel de Prada *


El mugriento caso de la catedrática Begoñisima nos invita a hacer una doliente reflexión sobre la depredación de la Universidad española que las oligarquías partitocráticas están perpetrando, hasta convertirla en una nueva versión de los establos de Augias. 

Resulta, en verdad, ignominioso que la Complutense, acaso la más prestigiosa entre las universidades públicas españolas, concediese una cátedra a una choni que carece de titulación universitaria, que ni siquiera aprobó la selectividad y que, como puede comprobarse en cualquiera de sus sonrrojantes alocuciones, es una analfabeta funcional y un lorito que no hace sino escupir alfalfa sistémica por esa boquita de piñón o piñata que Dios le dio.

Los paniaguados con púlpito mediático adscritos al negociado ideológico de izquierdas repiten machaconamente, para justificar esta trapacería indigna, que ninguna ley o reglamento universitario especifica que los másteres tengan que ser dirigidos por doctores, ni siquiera por licenciados.

 Tampoco se especifica que no los puedan dirigir personas que no saben leer ni escribir; sin embargo, el 'sensus iuris' –que es, ante todo, sentido común– nos enseña que un máster universitario debe dirigirlo un doctor, perito en la disciplina que imparte. 

Las universidades fueron creadas para custodiar y transmitir el saber; y las personas encargadas de custodiarlo y transmitirlo deben reunir los méritos académicos debidos. Pero, ¿qué méritos académicos son exigibles para dirigir una fantochesca «cátedra de Transformación Social Corporativa» y dirigir un máster sobre «captación de fondos públicos»? ¿Qué tienen que ver tales monsergas y truhanerías, propias del patio de Monipodio, con el saber académico?

Y aquí nos adentramos en terreno todavía más pantanoso. Pues no se trata tan sólo de que una universidad de presunto prestigio como la Complutense conceda una cátedra y la dirección de un máster a una choni sin más estudios que unos cursillos de la señorita Pepis. 

Se trata de que esa universidad, en lugar de consagrarse a la labor para la que fue creada (que es la transmisión del saber), se convierta en una grimosa escuela de coaching que recolecta sus alumnos entre aprovechateguis que quieren «captar fondos públicos», arrimándose a la señora de quien corta y reparte el bacalao. 

Es todo de una indecencia superlativa; y repugna que la Universidad, que en otro tiempo acogió en sus aulas a algunas de las personalidades más egregias de nuestra cultura, se dedique a chanchullos tan sórdidos. 

Si en España no hubiésemos extraviado por completo la dignidad institucional, el rector que autorizó la creación de ese máster chanchullero y otorgó tan livianamente una cátedra a una señora por completo ignara, no sólo habría tenido que dimitir; sino que a estas horas se habría tenido que exiliar en Groenlandia, después de falsificar su identidad. 

Pero en esta España postrada que ha perdido el decoro intelectual tenemos a ese rector de chichinabo defendiendo tan pichi la trapisonda, con el apoyo explícito o tácito de muchas gentecillas paniaguadas de su gremio.

A nadie se le escapa que la implantación del llamado Plan Bolonia arrasó con los últimos vestigios del saber académico, convirtiendo la Universidad en un muladar donde los mediocres y los cipayos sistémicos hacen su pitanza. 

La Universidad, que en otro tiempo fue custodia y transmisora del saber, se ha convertido en un asqueroso negociado mercantil que expide títulos grotescos, con menos valor que una etiqueta de anís del Mono, mientras suplanta el amor al conocimiento por un batiburrillo de saberes instrumentales que aparentemente se ofrecen para brindar mejores 'salidas' a los estudiantes; pero que, por supuesto, están diseñados para satisfacer los fines de dominio social del Poder y del Dinero. 

Esta es la verdadera razón por la que la Universidad Complutense concedió una cátedra y puso a dirigir un máster a Begoñísima.

Gentes lacayas del Poder y del Dinero como las que se rindieron a los manejos de Begoñísima están arruinando el prestigio de la institución universitaria, imponiendo criterios de 'gestión' propios del marketing empresarial y expidiendo títulos paparruchescos. 

Pero estas gentes lacayas no habrían podido perpetrar tales marrullerías y estropicios si España no estuviese sometida a un Régimen corrupto y corruptor que permite a las oligarquías políticas enseñorearse de todas las instituciones para después depredarlas. 

Recordemos, por ejemplo, lo que en su día hicieron con las beneméritas cajas de ahorro; y eso mismo quieren hacer con la Universidad, utilizándola como cebo y tapadera de sus chanchullos infames. 

Si el papelón desempeñado por el rector de la Complutense resulta, en verdad, oprobioso, no menos indigna se nos antoja la actitud de la inmensa mayoría de sus profesores, que han callado cual profesionales del amor mercenario ante este grave abuso que denigra el prestigio de su alma mater, en lugar de denunciar por tierra, mar y aire los torpes manejos que han arrastrado por el fango el prestigio de la Complutense, convirtiéndola en felpudo de sucios manejos políticos y del capricho de una choni con ínfulas.

Ya Torres Villarroel nos advertía contra quienes se gradúan con nocturnidad, «entre gallos y medianoche, y comprando la borla incurren en una simonía civil de las muchas que se cometen en la Corte». 

Pero nunca esta «simonía civil» se había perpetrado con tan envilecedor desahogo.

 

(*) Escritor y articulista de Abc

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