Estos días se han oído declaraciones, y se han leído escritos, en los que se dice que el Plan Sur, una obra del mesofranquismo materializada en los años 60 del pasado siglo a raíz de la riada de 1957, ha salvado a Valencia de una nueva gran riada.
Esta idea es básicamente falsa, porque ambas riadas, la del Turia y la de la Rambla del Poyo, no tienen nada que ver, salvo unas lluvias generadas por las tormentas de la misma DANA.
Son dos cuencas diferentes que han generado dos riadas diferentes en el tiempo y en el espacio. En este contexto ¿cuál ha sido el papel de esta magna obra?
En síntesis, el Plan Sur exporta riadas de la cuenca del Turia a la de la Albufera, y se confía en que el canal será capaz de vehícular unos 5.000m3/seg, aunque por fortuna todavía no se ha podido experimentar su funcionamiento previsto.
Este caudal es mucho mayor que el caudal de la riada del 57. ¿Cuáles son los elementos básicos de su diseño? Esta obra hidráulica ha tenido que construirse con una modificación de la geomorfología del lugar. Ha tenido que adaptarse a una nueva topografía.
Podemos distinguir tres tramos: (1) primero se ha tenido que excavar el canal en la divisoria de aguas de ambas cuencas, la del Turia y la del piedemonte de la Albufera (entre Mislata y Quart), (2) luego se ha tenido que amortiguar la excesiva pendiente con un salto de agua (en Xirivella), y (3) finalmente, a partir de La Torre, se han tenido que levantar unas motas artificiales hasta 6m por encima de la llanura, pues a la altura de los arrozales del N de la Albufera ya no hay pendiente natural, y el mar entra hasta unos 3 km (más o menos hasta la altura del puente de la pista de Silla).
En el antiguo cauce, la pendiente hidráulica del río se ha ido generando con todas sus riadas y derrames de sedimentos. El Turia se ha ido construyendo su abanico aluvial, con unas pendientes adaptadas a su dinámica fluvial.
En el nuevo cauce, por el contrario, se ha tenido que diseñar unas pendientes artificiales que se piensa que funcionarán, pero, como en todo «invento hidráulico», no podrá comprobarse su correcto funcionamiento hasta que no ocurra otro evento extremo, como mínimo como el de la riada del 57, y eso no ha ocurrido todavía.
¿Qué ha pasado con esta riada del Turia? Que el nuevo cauce ha vehiculado sin problemas una riada normal del Turia. No hubo aporte aguas arriba del embalse de Loriguilla, y el caudal se alimentó de las escorrentías que venían del Río de Chera (el pequeño embalse de Buseo fue superado rápidamente), y de una modesta riada de la Rambla Castellarda, más las de otros pequeños barrancos.
En el Azud de la Presa, en Manises, los volúmenes máximos horarios de caudal pudieron estar en no más de 2000m3/seg. Una magnitud de riada que ya ha experimentado el Nuevo Cauce en otras ocasiones, y que en ningún momento generó riesgo de derrame. Una magnitud que, sin duda, hubiese salido por un antiguo cauce del río Turia sin obstáculos. El Nuevo Cauce no salvó a Valencia de una gran riada, como máximo de un buen susto.
Uno de los riesgos asociados a las riadas que pasan y han de pasar en un futuro por el Nuevo Cauce es que desborden en su tramo final.
Allí, en especial en los últimos cinco kilómetros, para conseguir una pendiente hidráulica que acabe llevando al agua al mar, como señalábamos, ha sido necesario elevar los márgenes del río respecto a la llanura. Como la zona es de transición geomorfológica entre el final del abanico del Turia (al N) y la Albufera (al S), la margen izquierda está más elevada que la derecha.
En esta última, las motas artificiales no solo impiden que el agua del Turia vierta hacia la Albufera, sino también que el agua del piedemonte llegue al Nuevo Cauce.
Y esto es lo que ha ocurrido en esta ocasión, con efectos posiblemente graves: las motas han posibilitado que las aguas derramadas del Bc. de Torrent, que bajaban desde Paiporta, se hayan acumulado en La Torre, Forn d’Alcedo y Castellar-Oliveral, (y probablemente también en Sedaví).
Fueron aguas más tranquilas, pero de mayor profundidad. Este efecto de barrera lateral se sumó a los de la vía del tren y de la Pista de Silla, unos obstáculos transversales.
El problema es que el volumen de agua que se escapaba desde el ápice del cono del barranco, desde Picanya y Paiporta, y que no podía fluir fácilmente hacia el N, no tenía más remedio que ir hacia el E.
(*) Catedrático de Geografía Física en la Universidad de Valencia
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