WASHINGTON.- La inteligencia no tiene nada que ver con el dinero, indica un estudio realizado en Estados Unidos y publicado el martes, que revela que las personas por debajo de la media son tan ricas como las más inteligentes.
"Las personas no se enriquecen porque son inteligentes", dijo Jay Zagorsky, científica investigadora de la universidad estatal de Ohio, cuyo estudio aparece en el Journal Intelligence.
Un sondeo de la oficina de estadísticas sobre empleo de Estados Unidos incluye 7.403 estadounidenses que han sido entrevistados en forma ininterrumpida desde 1979. Basado en las respuestas de 2004, estas personas, que ahora tienen alrededor de 45 años de edad, demostraron que no hay vínculos entre el cerebro y la capacidad de generar dinero.
"El coeficiente de inteligencia no tiene nada que ver con la riqueza. El ser muy inteligente no lo resguarda a uno de caer en dificultades económicas", explicó Zagorsky.
El estudio confirmó investigaciones anteriores que han demostrado que las personas más inteligentes tienden a ganar más dinero, pero destacan que hay una diferencia entre salarios altos y riqueza.
"La diferencia de ingresos promedio entre una persona con un coeficiente normal (100) y alguien en el 2% superior (130) es actualmente entre 6.000 y 18.500 dólares por año", asegura el nuevo estudio.
"Pero cuando se trata de evaluar la riqueza total y la posibilidad de caer en dificultades financieras, las personas de coeficiente bajo o promedio lo hicieron tan bien como los super inteligentes", afirma.
Entre todos los niveles de inteligencia apareció un patrón irregular de tarjetas de crédito sobrecargadas, bancarrota e incumplimiento en el pago de cuentas, asegura el estudio.
La investigación midió la inteligencia basada en el examen de calificación de las fuerzas armadas, una prueba de aptitudes generales utilizada por el Departamento de Defensa.
Por otra parte, el sueño ayuda a fortalecer la memoria además de proteger los recuerdos frente a interferencias externas, según un estudio de la Escuela de Medicina de Harvard, que se ha hecho público durante la reunión anual de la Academia Americana de Neurología que se celebra estos días en Boston (Estados Unidos).
El estudio analizó cómo se produce el recuerdo de experiencias con o sin interferencias, es decir, cuando existen procesos de información en transcurso que entran en competencia con el acto de recordar.
En la investigación participaron 48 personas, de entre 18 y 30 años, que tenían rutinas saludables de sueño y que no tomaban medicamentos. Los participantes fueron divididos en cuatro grupos, en dos de ellos existían o no interferencias mientras se encontraban en vigilia, en los otros dos los participantes dormían y se aplicaban o no interferencias. A todos los grupos se les mostró los mismos 20 pares de palabras en la sesión de entrenamiento inicial.
En los grupos con participantes despiertos se mostraron las parejas de palabras a las 9 de la mañana y se les hizo una prueba 12 horas más tarde, a las 9 de la noche. En el caso de los grupos en los que los participantes dormían entre la sesión de entrenamiento y la prueba, la primera se produjo a las 9 de la noche y la segunda a las 9 de la mañana.
Antes de la prueba, a quienes integraban los grupos en los que se incluía información de interferencia se les proporcionó una segunda lista de palabras para recordar. La primera palabra de cada par era igual en ambas listas, pero la segunda palabra era diferente, lo que evaluaba la capacidad del cerebro para manejar informaciones que entraban en competencia, conocidas como interferencias.
El estudio descubrió que las personas que dormían después de aprender la información conseguían recordar más palabras. Los que participaban en el grupo del sueño sin interferencia fueron capaces de recordar un 12% más de pares de palabras de la primera lista que el grupo que se mantuvo despierto sin interferencias. La tasa de recuerdo fue un 44% superior en el grupo que había dormido y no había pasado por la prueba de la segunda lista de palabras de interferencia.- (Agencias)
"Las personas no se enriquecen porque son inteligentes", dijo Jay Zagorsky, científica investigadora de la universidad estatal de Ohio, cuyo estudio aparece en el Journal Intelligence.
Un sondeo de la oficina de estadísticas sobre empleo de Estados Unidos incluye 7.403 estadounidenses que han sido entrevistados en forma ininterrumpida desde 1979. Basado en las respuestas de 2004, estas personas, que ahora tienen alrededor de 45 años de edad, demostraron que no hay vínculos entre el cerebro y la capacidad de generar dinero.
"El coeficiente de inteligencia no tiene nada que ver con la riqueza. El ser muy inteligente no lo resguarda a uno de caer en dificultades económicas", explicó Zagorsky.
El estudio confirmó investigaciones anteriores que han demostrado que las personas más inteligentes tienden a ganar más dinero, pero destacan que hay una diferencia entre salarios altos y riqueza.
"La diferencia de ingresos promedio entre una persona con un coeficiente normal (100) y alguien en el 2% superior (130) es actualmente entre 6.000 y 18.500 dólares por año", asegura el nuevo estudio.
"Pero cuando se trata de evaluar la riqueza total y la posibilidad de caer en dificultades financieras, las personas de coeficiente bajo o promedio lo hicieron tan bien como los super inteligentes", afirma.
Entre todos los niveles de inteligencia apareció un patrón irregular de tarjetas de crédito sobrecargadas, bancarrota e incumplimiento en el pago de cuentas, asegura el estudio.
La investigación midió la inteligencia basada en el examen de calificación de las fuerzas armadas, una prueba de aptitudes generales utilizada por el Departamento de Defensa.
Por otra parte, el sueño ayuda a fortalecer la memoria además de proteger los recuerdos frente a interferencias externas, según un estudio de la Escuela de Medicina de Harvard, que se ha hecho público durante la reunión anual de la Academia Americana de Neurología que se celebra estos días en Boston (Estados Unidos).
El estudio analizó cómo se produce el recuerdo de experiencias con o sin interferencias, es decir, cuando existen procesos de información en transcurso que entran en competencia con el acto de recordar.
En la investigación participaron 48 personas, de entre 18 y 30 años, que tenían rutinas saludables de sueño y que no tomaban medicamentos. Los participantes fueron divididos en cuatro grupos, en dos de ellos existían o no interferencias mientras se encontraban en vigilia, en los otros dos los participantes dormían y se aplicaban o no interferencias. A todos los grupos se les mostró los mismos 20 pares de palabras en la sesión de entrenamiento inicial.
En los grupos con participantes despiertos se mostraron las parejas de palabras a las 9 de la mañana y se les hizo una prueba 12 horas más tarde, a las 9 de la noche. En el caso de los grupos en los que los participantes dormían entre la sesión de entrenamiento y la prueba, la primera se produjo a las 9 de la noche y la segunda a las 9 de la mañana.
Antes de la prueba, a quienes integraban los grupos en los que se incluía información de interferencia se les proporcionó una segunda lista de palabras para recordar. La primera palabra de cada par era igual en ambas listas, pero la segunda palabra era diferente, lo que evaluaba la capacidad del cerebro para manejar informaciones que entraban en competencia, conocidas como interferencias.
El estudio descubrió que las personas que dormían después de aprender la información conseguían recordar más palabras. Los que participaban en el grupo del sueño sin interferencia fueron capaces de recordar un 12% más de pares de palabras de la primera lista que el grupo que se mantuvo despierto sin interferencias. La tasa de recuerdo fue un 44% superior en el grupo que había dormido y no había pasado por la prueba de la segunda lista de palabras de interferencia.- (Agencias)
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