Toda la gestión del secuestro del Alakrana está siendo penosa. Pero no es más que el reflejo de la situación de un Gobierno en plena crisis, en la que los ministros son permanentemente desautorizados por la vicepresidenta primera y ésta por el presidente del Gobierno, en una pirámide de incompetencias que sólo se supera por la torpeza con la que el PP, sumido en sus luchas de descomposición interna y en sus casos de corrupción, ejerce su labor.
Estamos en víspera de la presidencia europea que va a requerir la máxima atención del presidente de Gobierno a las labores de Bruselas. ¿Cómo va a poder compatibilizar José Luis Rodríguez Zapatero la dirección de Europa y de cada uno de los ministerios de su equipo en el que si no toma las decisiones él, no se atreve a tomarlas nadie? En plena crisis económica, con imposibilidad real de hacer cambios en el ejecutivo mientras dure la presidencia de Europa, aguantar los próximos meses en la gobernación de España va a ser un calvario que resultará imposible si, aunque parece improbable, el PP consigue enderezar su rumbo.
El personalismo con el que ha ejercitado siempre la dirección política José Luis Rodríguez Zapatero le empieza a pasar una factura muy pesada que se evidencia en el espectáculo de la actuación en el secuestro del atunero vasco. Notas de prensa de la Audiencia Nacional, filtraciones de informes de inteligencia militar, declaraciones insólitas de María Teresa Fernández de la Vega -que se escapa a Argentina en mitad de este caos- exculpándose de la decisión de traer a los presuntos piratas a España.
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