lunes, 26 de julio de 2010

Los Bono no aguantaron la presión / Beatríz Cortázar

Después de meses en los titulares a raíz del increíble patrimonio familiar que José Bono había cosechado en los últimos años, lo que menos se esperaba era un comunicado del matrimonio anunciando su separación. Eso sí que fue toda una sorpresa. De Bono se podía esperar cualquier cosa, hasta un anuncio de su retirada de la vida política, como ya hizo en la primavera de 2006, cuando dejó el Ministerio de Defensa para ocuparse de su familia. «Necesito tiempo para estar con los míos».

Hoy a quien abandona es a los suyos, a su mujer Ana Rodríguez, con quien lleva 29 años casado. El presidente del Congreso confirmó esta información un día después de que el Tribunal Supremo desestimara el recurso para investigar su patrimonio, que pedía el PP. Como dato para abrir ese proceso el partido de la oposición aportaba fotocopias de reportajes periodísticos sobre las casas, las joyerías y la hípica que Bono tiene en su haber, así como los pisos que están a nombre de su esposa e hijos.

Sobra decir que casualidades así no cuelan. La presión mediática que desde hace un tiempo estaba viviendo esa familia hizo que hasta Ana Rodríguez rompiera su silencio para decir que eran mentiras y barbaridades.

Por su parte, Bono siempre ha presumido de transparencia en su patrimonio, justificando cada ingreso y salida de dinero que comenzó con una herencia familiar y se reorganizó cuando hizo separación de bienes con su mujer. Propietaria de siete franquicias de las joyerías Tous situadas en algunos de los mejores centros comerciales de Madrid y Toledo, hace años que Ana dejó la política (como compañeros de partido se conocieron) para dedicarse a la empresa.

Con esos negocios, más los ingresos de un libro con las memorias de Bono (se valoran en 700.000 euros) y la herencia de sus padres justifican la compra de bienes como un piso en Mirasierra (Madrid), otro en el barrio de los Austrias, dos áticos en Estepona, un chalet en Bargas (Toledo), los caballos que monta su hijo José (y con los que compite junto a Athina Onassis, Marta Ortega -hija del dueño de Zara-, el conde de Salvatierra, la hija de Ferrer Salat...), el 80 por ciento de la hípica Almenara…

Fue en 2006, a raíz de su retirada de la política, cuando surgieron rumores sobre su inminente separación. Por entonces no difundieron un comunicado, pero sí la desmintieron de manera acudiendo juntos a una serie de actos públicos.

En los mentideros circulaba la especie de que ella se hubiera enamorado de un joyero cordobés con el que tenía trato por su negocio con Tous. Nunca se confirmó esta historia y un año después de su aparente retirada, Bono regresaba a la vida política con Zapatero.

Durante todo este tiempo el matrimonio parecía haber recuperado lo mejor de su relación. Bono aprovechó el verano de 2008 para realizarse un implante capilar que fue la envidia de Anasagasti y otros que luchan por cubrir su calvicie hasta con métodos como el de la ensaimada (peinar todo en redondo para ocultar el cuero cabelludo).

Bono estaba exultante con su pelo y hasta se perfilaba la raya a un lado como hacen los niños. Por su parte, su esposa no hacía más que levantar piropos de admiración por su cuerpo (lucir la talla 36-38 pasados los 50 y con tres hijos es más que un logro) y por el estilismo que lucía en sus apariciones.

Volcados en el cuidado de su hija pequeña, Sofía, el matrimonio nunca abandonó su casa de Toledo. Preferían ir a Madrid en coche aunque fuera a diario, pero dormir en su casa y en la ciudad donde sus hijos se habían criado. Fue una de las condiciones que se marcaron para salvar la relación.

Pero no ha sido posible. El anuncio de ruptura no revela motivos ni dice si habrá divorcio o separación. Puesta hoy la lupa sobre las últimas imágenes de Bono se ve que desde mayo se había quitado su alianza. Juntos acudieron a la boda del hijo de Porcelanosa en Castellón, pero Bono fue sin su esposa al enlace de la hija del presidente de Iberdrola.

Desde entonces su círculo más cercano era consciente del final de su matrimonio que casualmente llega un día después de la resolución del Supremo en archivar las diligencias para abrir una investigación al patrimonio del político. La presión mediática ha sido la puntilla de una historia que no parece tenga vuelta atrás.

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