La CUP ha resuelto el enigma y sus cuatro diputados se abstendrán este lunes en la sesión de investidura del diputado Quim Torra, facilitando así que sea elegido por el Parlament de Catalunya como 131º president de la Generalitat de Catalunya. La votación favorable de 40 síes y 24 noes
deja claro que una amplia mayoría de sus dirigentes estaban por esta
opción, que no es, en ningún caso, un cheque en blanco.
De hecho, la CUP inicia la legislatura como grupo de la oposición y el nuevo Govern
tendrá que ofrecer algo más que palabras si quiere contar con sus
votos, que son imprescindibles para sacar adelante proyectos de ley e
iniciativas políticas.
El candidato Quim Torra fue claro en este aspecto el sábado desde la tribuna de oradores al verbalizar
que el proyecto independentista es de 70 diputados y que, aunque estos
cuatro votos no fueran imprescindibles, querría contar con ellos y les
seguirá pidiendo ayuda.
Quim Torra ha desbrozado el último impedimento parlamentario para ser president,
a la espera de la sesión formal de este lunes. Como acostumbra a
suceder en la política catalana, después de muchas semanas en que el
bloque independentista aparecía como deshilachado y sin un rumbo
predeterminado, toda la presión política se ha desplazado de golpe a
Madrid.
Allí convergen, en una batalla electoral sin cuartel, el
pragmatismo (no exento de amenazas) del PP y el PSOE por levantar el 155 y el ataque furibundo de C's,
intentando mantener el mayor tiempo posible la supresión de la
autonomía catalana y exprimir el colapso político que tanto daño
está causando a muchas entidades sociales de Catalunya.
Lo más sorprendente del momento aquí y allá, leyendo artículos y más
artículos sobre el desenlace de la elección del candidato, es la suma de
sorpresa, perplejidad, enfado y alta irritación que uno puede llegar a
encontrar. Sorprende que Torra sea el futuro president y sorprende lo que dice, y, obviamente, no me estoy refiriendo a los tuits, por los que ya se ha disculpado.
Quim Torra es un independentista y por eso ha sido escogido por Junts per Catalunya, con una influencia alta de Carles Puigdemont.
¿A quién iba a escoger? ¿A uno para rectificar el rumbo? No se puede
ser tan lelo para creer en serio que la elección iba a suponer un cambio
profundo del rumbo de los últimos años.
Artur Mas escogió a Carles Puigdemont en 2011 para que continuara su legado y se apartó de la primera línea política. Ahora Puigdemont
hace lo mismo en lo que se refiere a buscar a una persona que tenga un
encargo parecido, aunque, a diferencia de Mas, él no se aparta, sino que
quiere seguir pilotando las líneas estratégicas y los pasos a dar por
el independentismo. Por ahora, desde Berlín y con la confianza de que antes de un mes podrá ser desde Bruselas.
Quim
Torra ha aceptado la provisionalidad de la legislatura, pero,
obviamente, su peso en las decisiones de la política catalana no va a
ser ni mucho menos menor. El rol de uno y otro están perfectamente
definidos, como se empezará a ver inmediatamente. Así como los de Elsa Artadi y de Albert Batet. La primera como interlocutora ordinaria del conseller de Economia, Pere Aragonés, y Batet, que deberá entenderse en el Parlament con Sergi Sabrià y los diputados de la CUP.
El nuevo tablero de la política catalana está a punto de desplegarse.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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