sábado, 12 de mayo de 2018

¿Fake news? / Guillermo Herrera *

Cuando oigo hablar últimamente de “fake news” o noticias falsas se me encienden todas las alarmas como periodista y amante de la libertad de expresión, por la que tanto luchó mi generación en España.
Curiosamente, la preocupación por las noticias supuestamente falsas no procede de la gente, que puede contrastar fuentes de información por Internet y sacar sus propias conclusiones, sino de la élite de poder que teme perder su monopolio de “la verdad” difundido a través de los medios informativos de su propiedad, que expresan un pensamiento único con distintos matices.

En realidad, ellos estarían encantados con una dictadura del pensamiento, sin voces disidentes, pero, como no pueden hacerlo, argumentan supuestos principios éticos. La libertad de expresión les importa un rábano. Lo que realmente les importa es que la gente se entere cada vez más de sus corruptelas y mamandurrias.

La información es poder, y los poderosos siempre se han guardado una parte para utilizarla en su propio beneficio, aunque vaya en contra de los intereses de la mayoría de la población, del llamado bien común. La bondad se le puede presuponer a una persona, pero en el poder sólo existen intereses bastardos.

Pero los tiempos están cambiando para bien, y cada día sale más verdad liberadora, por mucho que intenten poner puertas al campo. Ya intentaron colar el tema en el Parlamento Europeo, pero no tuvieron éxito, porque la censura de noticias va en contra de los principios liberales con los que se fundó la UE. Ahora están intentando provocar la tercera guerra mundial en Siria para acabar con todos nosotros. Ellos lo llaman con un eufemismo: “reducción de población”.

El famoso multimillonario estadounidense de origen húngaro George Soros, el mismo que financia la independencia de Cataluña, está pagando una campaña publicitaria internacional en contra de la libertad de expresión, alegando que es una amenaza para la democracia, cuando la única amenaza es él mismo y sus amigos.

Partamos de la base de que en el mundo hay tres grandes titiriteros que dirigen los gobiernos. El primero es la banca Rostchild, que puso a Macron en Francia, el segundo es la casa real de Arabia Saudita, que es el mayor traficante sexual del mundo, y el tercero es George Soros, con su Fundación “Open Society”. 
“Dadme el control del dinero de un país y no me importará quién gobierne” dijo un Rostchild. En España los tres titiriteros son los Jesuitas, el Opus Dei y los Masones.

Aquí en España se ha creado una comisión secreta para estudiar el tema de las supuestas noticias falsas, presidida por la señora que cobra más sueldos en el PP, María Dolores de Cospedal. Para dar ejemplo de “transparencia informativa” ha prohibido que se levante acta de sus reuniones. A saber las vergüenzas que dirán cuando quieren ocultarlo.

Claro que existen noticias falsas, y un ejemplo de ello es TVE, según sus propios profesionales, que trabajan con griteríos y amenazas en su Redacción. Pero el tema no funciona como se dice. Nadie va a convencer a nadie de que los burros vuelan, de que la nieve es negra o de que la tierra es plana, pero se manipulan las noticias sesgando la información: destacando lo que interesa y ocultando lo que no interesa. 
Es decir, que te meten la bacalá suavemente, sin que te des cuenta, con vaselina mentolada.

De todos modos ya existe el pensamiento único, excepto en Internet, porque todos los periódicos y televisiones nos cuentan versiones similares de la actualidad, ya que todos ellos dependen de las mismas agencias de noticias controladas por la élite manipuladora. Ejemplo de ello fue el supuesto ataque de armas químicas en Siria. Nadie lo cuestionó, nadie lo investigó, nadie lo reflexionó. Simplemente se lanzaron los misiles y ya está. ¿Como podemos ser tan manipulables y estúpidos?

La anomalía social más extraña que veo ahora es que aunque en la historia de la Humanidad cada generación ha cuestionado los paradigmas de sus padres, y ello explica el progreso de la sociedad, pero la nueva generación no cuestiona nada, y además tiene tendencias políticas regresivas o involucionistas. Es decir, que no valora tanto la libertad, porque no ha tenido que luchar por ella.




(*) Periodista independiente

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