El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunció el envío de armamento pesado a Ucrania, después de advertir de que "tenemos que ser realistas. La guerra puede durar mucho tiempo, varios meses, incluso años". Stoltenberg, al igual que otros dirigentes, considera que hay que estar preparados para el fortalecimiento de las sanciones económicas y el envío de armamento.
El Parlamento europeo aprobó el jueves una resolución no vinculante para cortar las relaciones comerciales con Rusia, incluidas las importaciones de petróleo y de gas, que será debatida el lunes por los ministros de Asuntos Exteriores. Rusia percibe unos 700 millones mensuales por la venta de hidrocarburos.
Una cuantía fundamental para el mantenimiento de su maquinaria de guerra. Alemania, que importa el 60 por ciento de su energía de Rusia, sería el principal afectado, por lo que es improbable que la decisión se adopte la próxima semana. Pero las presiones son cada vez más intensas en esa dirección.
El alto representante para la Política Exterior, el español Josep Borrell, también señaló esta semana que "reducir la dependencia del gas de Rusia es un objetivo difícil, pero aplicable" y pidió a los europeos que "bajen la calefacción de sus casos ( ) para recortar el consumo de gas, como cuando cortamos el agua porque hay sequía".
¿Qué consecuencias tendría el corte de las importaciones de gas ruso? El Banco de España es una de las pocas instituciones que ha respondido a esta cuestión. En el boletín económico de abril señala que "la capacidad de los países de la UE de sustituir sus insumos energéticos procedentes de Rusia es limitada y costosa a corto plazo, lo que daría lugar a efectos potencialmente severos sobre el PIB y la inflación, también en España, a pesar de su menor dependencia de esas importaciones".
La institución que dirige Pablo Hernández de Cos estima que el PIB podría caer hasta 1,3 puntos adicionales mientras que los precios al consumo se incrementarían entre un punto y punto y medio.
Pero no es éste el principal riesgo que corre la economía española en estos momentos. El Banco de España alerta de que el mantenimiento de los costes de la energía elevados podría trasladarse a los salarios y al resto de los precios al consumo, lo que restaría 1,5 puntos adicionales de PIB de aquí a 2024. El mayor impacto se concentraría el año que viene, con casi un punto menos de crecimiento sobre el previsto.
El banco central presidido por Hernández de Cos se caracteriza por su prudencia y no lo señala abiertamente. Pero sólo hay que saber sumar: el retroceso de 1,3 puntos ante un hipotético corte del gas ruso, unido la caída de otro punto del PIB por el contagio de la inflación a los salarios produciría un shock negativo de 2,3 puntos en 2023. Si ese porcentaje se resta del 2,9% del PIB previsto por el Banco de España para el año que viene el panorama es inquietante.
España corre el riesgo de entrar en estanflación en 2023, con un crecimiento de sólo 0,6 puntos y una inflación adicional de cuatro puntos, hasta el 6 por ciento. Hay que tener en cuenta, que el contagio a los salarios elevaría por sí sólo en 2,5 puntos los precios al consumo, siempre según el Banco de España.
¿Qué país es capaz de aguantar tasas de inflación de alrededor del 6 por ciento anual durante tres años seguidos? El año pasado rondó ya este porcentaje y éste se situará en una media del 7,5 por ciento. En caso de que se cumpla este escenario, estaríamos hablando de un encarecimiento del coste de la vida del 20 por ciento entre 2020 y 2023, una cifra inédita desde los años setenta. Esta es la letra pequeña del último informe del Banco de España, que la Prensa no ha sabido leer.
Las posibilidades de que la economía se paralice son muy elevadas. Un día después de que la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, descartara la estanflación, el economista jefe de BBVA Research, Miguel Cardoso, aseguró en la presentación de las previsiones macroeconómicos para este ejercicio, que el crecimiento será plano o incluso negativo en el segundo y el tercer trimestre por culpa de la guerra. El fantasma de la estanflación ó incluso de la recesión reaparece así también para los analistas de la entidad financiera, a pesar de Calviño.
Otra de las magnitudes que inquieta en el Banco de España es el déficit de las cuentas públicas. El boletín de abril prevé que se mantenga estable en torno al 5 por ciento durante los tres próximos años, hasta 2024.
El desajuste de este ejercicio podría explicarse por los 6.000 millones anunciados hace unos días dentro del plan de choque, que prevé, entre otras medidas, la subvención de los carburantes en 20 céntimos, unida a la rebaja de impuestos especiales, ya puesta en marcha con anterioridad.
Pero, ¿qué impide su descenso en los años siguientes? La explicación está en las pensiones, que deberían subir el 7,5 por ciento el próximo año para mantener el poder adquisitivo de los jubilados. La medida costará la friolera de 13.000 millones extraordinarios, e incrementará en más de un punto el déficit público. Desde BBVA y otras instituciones se pide incluir el alza de las pensiones dentro del pacto de rentas que negocian sin mucha suerte los agente sociales para moderar el incremento de los salarios.
Ahora quizá comprendan porqué cuando el jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, pidió este jueves a Sánchez una rebaja de los impuestos a clases medias y bajas, durante su visita al Palacio de la Moncloa, el presidente respondió, sin pestañear, que no. El presidente se niega en redondo a hablar de recorte del gasto publico, aunque estemos en guerra y haya acabado la pandemia.
El otro acontecimiento que marcó la agenda financiera fueron las actas de la Reserva Federal de Estados Unidos. La preocupación por los precios provocó que los gobernadores de la FED debatieran la posibilidad de subir los tipos de interés en medio punto en lugar de las 25 centésimas anunciadas tras su último encuentro. También acordaron reducir en 95.0000 millones el balance de compra de deuda a partir de mayo para luchar contra los precios.
El Banco de España está elaborando un informe sobre el impacto negativo de un hipotético corte del gas ruso sobre Europa, que sería mucho más dañino que en España.
En Estados Unidos, la presión de los costes energéticos es mucho menor que en Europa porque es uno de los grandes productores de gas y petróleo. ¿Cuánto aguantará el Banco Central Europeo sin seguir los pasos de la Reserva Federal? Este será el debate de los próximos meses y la nueva fuente de inquietud financiera, porque acarreará un importante alza de la morosidad en los proximos meses.
(*) Periodista
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