lunes, 11 de abril de 2022

‘Továrisch’ Donald... y los otros / Lluís Uría *


"Ha llegado el momento de que nosotros, nuestro pueblo, hagamos un llamamiento al pueblo de Estados Unidos para que cambie el régimen de su país pronto y ayude otra vez a nuestro socio, (Donald) Trump, a ser presidente”. 

Podría parecer el comentario de un parroquiano acodado en la barra de un bar de la calle Nikólskaya de Moscú frente a un vaso de vodka. Pero no lo es. Lo hizo el 29 de marzo en el Canal 1 de la televisión estatal rusa el presentador del programa 60 Minutos , Evgeny Popov, quien –obsérvese– no aludía a las elecciones presidenciales del 2024, sino a un calendario más apremiante y a medios más expeditivos: ¿a la manera de los asaltantes del Capitolio el 6 de enero del 2021?

Los sondeos dan hoy a Trump una ventaja sobre Biden de 47% a 41%, pero las elecciones quedan aún muy lejos. Sobre todo para los intereses del Kremlin.

La opinión de Popov, en cualquier caso, no es gratuita. Expresa fielmente cuál sería el escenario ideal para el presidente ruso, Vladímir Putin, a quien Donald Trump sigue profesando una rendida admiración (“Me llevaba muy bien con él”, “me gustaba, y yo a él”, “tiene mucho encanto y mucho orgullo”, “ama a su país”). Y, con Trump, la extrema derecha norteamericana y europea, que ven en el líder ruso al modelo de hombre fuerte , autoritario, nacionalista, conservador y defensor de la religión con que sueñan para sus propios países.

El interés de Putin en Trump es públicamente conocido. Y las interferencias rusas en la campaña electoral del 2016 para erosionar la candidatura de Hillary Clinton en beneficio del republicano están más que probadas. La investigación del fiscal especial Robert E. Mueller al respecto no consiguió evidencias suficientes para encausar –ni exonerar– a Trump, pero demostró la peligrosa connivencia del equipo de campaña del expresidente con Moscú.

La guerra de Ucrania no ha cambiado esencialmente las cosas. Dos días antes de la invasión del país por el ejército ruso, Donald Trump calificaba públicamente de “genio” a Putin por su maniobra de reconocer la independencia de las prorrusas repúblicas de Donetsk y Luhansk (en la región oriental del Donbass), que juzgó “maravillosa”. Putin lo utilizó dos días más tarde como pretexto para justificar la invasión.

Después, Trump ha frenado las expresiones públicas de entusiasmo hacia su amigo Putin –no sin dejar de subrayar que con él en la Casa Blanca “esto no hubiera pasado”–. Pero se ha dedicado a agitar sospechosamente las mismas aguas turbias que el Kremlin. En otro programa de televisión el mismo día 29, en el canal conservador Just the News, Trump instó a Putin a revelar todo lo que sepa sobre los negocios del hijo de Joe Biden, Hunter, en Rusia y Ucrania: “Yo creo que conoce la respuesta y debería hacerlo público”.

No es la primera vez que Trump se interesa en Hunter Biden, que entre el 2014 y el 2019 formó parte del consejo de administración del grupo energético ucraniano Burisma. En el 2020, siendo presidente, Trump extorsionó a su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, amenazándole con congelar toda ayuda militar si no reactivaba una investigación sobre los negocios del hijo de su rival. Esta acción le valió en el 2021 un proceso de impeachent (destitución) del que en última instancia le salvó el voto republicano en el Senado.

Volver a remover hoy el nombre de Hunter Biden podría parecer extemporáneo si no fuera porque el Kremlin también lo ha puesto sobre la mesa, acusándole de financiar –a través del fondo de inversiones Rosemont Seneca– a laboratorios supuestamente dedicados a fabricar en Ucrania armas biológicas con el patrocinio del Pentágono.

 Así lo dijo en una conferencia de prensa en Moscú, el 24 de marzo, el teniente general Igor Kirílov, comandante de las Fuerzas de Protección Radiológica, Química y Biológica del Ejército ruso. Días después, el portavoz del Ministerio de Defensa ruso, el mayor general Igor Konashenkov, volvió a involucrar a Hunter Biden en el tema, a la par que acusaba al gobierno ucraniano de preparar un ataque biológico con drones a la zona prorrusa del Donbass.

Estas acusaciones han tenido cierto eco en medios de la extrema derecha norteamericana, donde a pesar de la guerra Putin mantiene una elevada cotización, incluidos aquí los sectores más ultras del propio Partido Republicano. No se trata sólo de los Steve Bannon de turno, o los seguidores de la red conspiracionista Qanon. Comprensivos con el líder ruso se han mostrado también gente de la antigua administración Trump –como Mike Pompeo o Peter Navarro– y congresistas trumpistas como Marjorie Taylor Greene o Matt Rosendale, entre otros.

Los aliados ideológicos de Putin en Occidente no serán muchos, pero están en todas partes. Una de las pocas buenas noticias para el presidente ruso en las últimas semanas, muy escaso de ellas –vista la desastrosa evolución de la campaña militar en Ucrania y la dureza de las sanciones aplicadas a Rusia–, ha sido la reciente reelección con una mayoría absoluta aplastante del primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, su principal peón en el interior de la Unión Europea.

Orbán ha tratado de guardar las formas sin desmarcarse de las sanciones aprobadas por la UE, pero se ha mostrado comprensivo con Putin –al que siempre ha tratado como aliado, y con cuyas ideas iliberales y autoritarismo comulga–, mientras atacaba de forma vergonzante a Zelenski. 

El líder húngaro ha vetado la entrega de armas a los ucranianos a través de su país y bloquea asimismo el embargo europeo del gas ruso (que ha aceptado pagar en rublos como exige Moscú). Muestra de su cercanía, Putin felicitó personalmente a Orbán y declaró que, “pese a la compleja situación internacional, el desarrollo de las relaciones bilaterales responde en su totalidad a los intereses de Rusia y Hungría”.

Putin, sin duda, seguirá asimismo atentamente los resultados de la primera vuelta de la elección presidencial de hoy en Francia, donde Marine le Pen (Reagrupamiento Nacional) pisa los talones del presidente Emmanuel Macron, al que podría incluso llegar a superar en número de votos. La líder de la extrema derecha francesa ha marcado distancias con Moscú desde la invasión de Ucrania, que ha condenado, pero tampoco ha sido de las más críticas con Putin y, como Orbán, se opone al embargo energético hacia Rusia.

Le Pen ha intentado pasar por alto –no sin dificultad– sus relaciones con el presidente ruso, que le recibió calurosamente en el Kremlin durante la campaña electoral del 2017, y el préstamo de 9 millones de euros que su partido recibió ese mismo año de un banco ruso (y que el diario crítico Nóvaya Gazeta vinculó a su apoyo a la anexión rusa de Crimea en el 2014). 

En el programa presidencial de la líder del RN para estas elecciones, elaborado antes de que estallara la guerra, proponía negociar una “alianza” con Moscú en materia de seguridad en Europa y lucha contra el terrorismo, así como buscar una “convergencia” de intereses en otras zonas del mundo: del Mediterráneo Oriental a África, de Oriente Medio a Asia. Paralelamente, defendía la inmediata retirada de Francia del mando integrado de la OTAN, en aras de su soberanía...

Si por azar, en la segunda vuelta de la elección francesa del 24 de abril, Marine Le Pen alcanzara el Elíseo –improbable, pero no imposible–, el panorama cambiaría radicalmente para Putin. No digamos ya si además Trump acaba volviendo algún día a la Casa Blanca.

 

(*) Periodista

 

https://www.lavanguardia.com/internacional/20220410/8188531/ucrania-rusia-putin-trump-estados-unidos-orban-hungria-le-pen-francia.amp.html

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